La burbuja de Ferragosto

Ayer fue 15 de agosto. Y además, sábado. Ferragosto, una palabra cuya mera enunciación ya da calor. Sin embargo, hacía fresco. Soplaba el viento de poniente y rebajó las temperaturas. Me tocó pasar la mañana trabajando, en mi burbuja de La Chucha. Llevo un par de semanas quieto-parao, desde el punto de vista viajero. Aproveché julio para moverme por ahí y acumular material para el Sol y Sombra. Así, esta primera quincena de agosto la he pasado retirado del mundanal ruido, escribiendo mucho. Y editando más, que alguna ampolla y rozadura me han salido.

No. No he aprovechado para desconectar. Imposible hacerlo. Este año, resulta incluso desaconsejable. Hasta ahora. Insisto en lo de la burbuja. Disfrutar de una casa con jardín al lado de la playa es uno de esos lujazos por los que siempre estaré agradecido a mis padres. La Chucha es sinónimo de familia, tranquilidad, descanso, recuerdos, imaginación y fantasía. Por mucho que haya que trabajar mucho. Es comer sano, beber agua, nadar, pillar olas, trotar, volver a coger una bicicleta después de tantos años, conversar…

Este año, ferragosto ha llenado las playas y los chiringuitos, pero no ha dejado a Granada vacía, como habrán visto en estas mismas páginas. Es lo que tiene que Curro no se haya podido ir al Caribe. Casi que ni a la vuelta de la esquina.

Pasado el 15 de agosto, el tiempo vuela. Este año, más. Con un ojo puesto en las cifras que ustedes ya saben y el otro en los ¿planes? de septiembre, trato de seguir inmerso en este lapso de nueva-vieja normalidad.

Sopla el viento y acaricia las hojas del ficus. Cantan más los pájaros que las chicharras. Hay olas y bandera amarilla. Apenas termine esta columna, me iré a celebrarlo al mar. Después de un ajoblanco helado me esperan las aventuras de Tintin en el Tíbet y seguir acompañando a Hakan, el protagonista de ‘A lo lejos’, de Hernán Díaz, en sus viajes por los Estados Unidos.

No quiero saber lo que pasa ahí fuera ni escribir de nada que tenga que ver con la cruda y amenazadora realidad. Quiero mantenerme en este limbo, en esta burbuja que, además de física y solo durante un par de días, también está siendo mental. Porque nuestro cerebro necesita darse un respiro de cuando en vez. Una tregua. Un desahogo. Marcarse un strip-tease para despojarse de la mascarilla, metafóricamnete hablando.

Jesús Lens

Cruzando Ferragosto

¿Cómo ha ido el tránsito de Ferragosto? Una vez traspasada la frontera de mitad de mes, el verano empieza a terminarse, indefectiblemente. Pero todavía no se ha acabado del todo.

Los romanos celebraban la festividad de Ferragosto en que la cosecha de trigo había finalizado y los días empezaban a ser más cortos. Aquí, mientras van procesionando las Vírgenes de los mares y pueblos, empezamos a escuchar conceptos tan deprimentes como Operación Retorno o Vuelta al Cole. Y a este tema dedico mi primera columna de IDEAL, en la rentré.

Ferragosto

Estos días podrán leer los expertos consejos de ciertos psicólogos que nos advierten sobre cómo comportarnos para evitar la depresión postvacacional. A quiénes hemos tenido el privilegio de tener vacaciones. Que para mucha gente, por desgracia, la depresión camina por otros derroteros.

Pero volvamos a los expertos que aconsejan no romper con las rutinas, hábitos y horarios habituales para mitigar uno de los síndromes más estúpidos que se han podido inventar. Porque si usted ha tenido la suerte de gozar de unas buenas vacaciones, lo ha pasado bien y ha hecho las cosas que le gustan; la vuelta a la rutina tiene que fastidiarle. Obligatoriamente. ¡Sospeche de esa gente que, tras el asueto veraniego, se muestra exultante en su vuelta al día a día! Es gente que ha dedicado las vacaciones a pensar en el trabajo, a diseñar nuevas estrategias y que, por tanto, llega dispuesta a probar esas novedades. Y tratará de arrastrarle a usted. Huya de ese estrés temprano, en la medida de lo posible.

estres postvacacional

Yo, por ejemplo, todavía no me hallo. Tras un par de semanas de viaje por Armenia, llevo unas horas en Granada. He deshecho el equipaje, me he tomado una Alhambra Especial con una tapa de morcilla, me he dado una vuelta por el Zaidín, he saludado a los pocos parroquianos con los que me he cruzado… pero no. Sigo pensando en Armenia. En esos madrugones antes del alba para triscar montes, en sus maravillosas ensaladas y en la mística de sus monasterios perdidos en lo más profundo de sus valles.

Foto: Jesús Lens
Foto: Jesús Lens

Así las cosas y con el fin de mitigar el síndrome, les contaré algunas cosas de mi viaje, tratando de no hacerme cansino, y trufando estos artículos con las muchas conexiones que he encontrado entre la Armenia milenaria y la Granada eterna. A ver si así, el tránsito hacia septiembre se hace más llevadero.

¡Bienvenidos, amigos!

Jesús Lens

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