Siempre ha sido difícil y costoso clavar una pica en esa zona de Europa. Pero ahora, más que nunca, resulta imprescindible. Al leer la noticia de que la Diputación de Granada se plantea trasladar a Bruselas a un experto en ayudas de la UE para buscar proyectos que beneficien a nuestros municipios, inmediatamente pensamos en palabras que comienzan por D: despilfarro, dispendio y, seguro que algunos llegan a considerarlo un auténtico disparate.
La pregunta que me hago en mi columna de IDEAL de hoy es: ¿hace falta, en los tiempos de Internet y las telecomunicaciones, en la era de las videoconferencias y la administración digital; instalar a una persona (y humana, además) en la sede del poder comunitario, para que busque fondos, ayudas, proyectos y colaboraciones que beneficien a Granada?
Digámoslo claro y de una vez: SÍ. Un SÍ rotundo y en mayúsculas. ¡¡¡¡SÍÍÍÍÍÍ!!!!
Porque en determinados sitios, hay que estar. Porque, por mucho Internet y Redes Sociales que tengamos a nuestra disposición, el Networking es imprescindible. El juntarse, o sea. El verse. El hablar cara a cara. El oler, catar, palpar, husmear, curiosear, indagar e investigar. En primera persona. En vivo y en directo.
Y Bruselas es, hoy por hoy, donde hay que estar. Donde se parte el bacalao. El meollo. El centro del mundo. De nuestro mundo, al menos. Los norteamericanos, esos tipos tan listos que, sin embargo, son capaces de aupar a Trump a la designación republicana; tienen muy claro lo importante que es estar presentes donde se toman las decisiones. Presentes y activos. Lobby, lo llaman ellos. Hacer lobby, para los anglosajones, es lo más normal del mundo. Y, por eso, está perfectamente regulado, resultando una actividad perfectamente visible y transparente.
Los españoles, más que de vestíbulo, somos de cocina, un lugar habitualmente invisible, lleno de humo y en el que es fácil pringarse de grasa. Quizá, de ahí, el éxito de tanto concurso de Master Chef.
Sí. Llevemos a un técnico a Bruselas. A un tipo serio, riguroso y bien preparado que sepa cómo y por dónde moverse para conseguir fondos y proyectos beneficiosos para nuestra tierra. Dejémosle trabajar en paz, pero vayamos fiscalizando su labor. Sin agobios, pero con constancia. Y, al cabo de un plazo razonable, exijámosle resultados y rendición de cuentas. Ya veremos, entonces, si su labor ha sido útil o ha resultado una pérdida de tiempo. Y volvemos a hablar.
Jesús Lens