¡Cómo disfruté, el pasado viernes, conversando con Petros Márkaris en un Centro Lorca abarrotado de gente, en la clausura de Granada Noir! Como se trataba de presentar su más reciente novela, “Offshore”, publicada por Tusquets, conduje la charla entre el presente más rabioso y el origen de algunos de sus personajes de cabecera, pensando que sería muy interesante conocer quién es Jaritos, en realidad. Y Zisis, Adrianí o Katerina, por supuesto.
Para el tramo final, Márkaris, a sus envidiables 80 años de edad, se animó a participar en un juego: yo decía una palabra y él explicaba qué sentido le encontraba. Empecé por SEAT, seguí por “atasco”, “Sintagma” y, gracias a una pregunta del público surgió “Estambul”. Entonces, se terminó la conversación, que ya estábamos fuera de hora.
Y una palabra se quedó en el tintero: “inversión”. Un concepto que tiene mucho que ver con “Offshore”. Y como tuve la suerte de compartir con Petros buenos ratos, fuera del escenario, gracias a los buenos oficios de Fundación Tres Culturas y tomando una Cerveza Alhambra Especial –o dos-, me voy a permitir explicarles lo que significa dicha palabra para el maestro, a la que concede un halo casi religioso.
Y es que, hoy en día, la palabra “inversión” tiene propiedades mágicas y místicas: aparece un fulano trajeado, extiende un talón con varios ceros -metafóricamente hablando, que eso del cheque es un concepto viejuno y trasnochado- y todo son loas, alabanzas y parabienes.
La palabra “inversión”, en el discurso oficial, va seguida de “generación de riqueza y creación de puestos de trabajo”. Y, a partir de ahí, no hay nada más que decir. ¿A quién le importa que el inversor venga de un país en el que no se respetan los derechos humanos, por ejemplo? Que le pregunten a Kichi, el alcalde podemita de Cádiz, por las fragatas para Arabia Saudí, sin ir más lejos.
Es de muy mal gusto, en un mundo en crisis, pedir explicaciones sobre la procedencia de su dinero a un inversor que tiene a bien instalarse en nuestra comunidad y arriesgar su capital en nuestra tierra, contribuyendo de esa manera a… ¡generar riqueza y crear puestos de trabajo!
De ahí que Márkaris haya escrito “Offshore” y, en ella, haya asesinado a un personaje icónico de sus anteriores novelas. Uno que no se conformaba con una respuesta esquiva y facilona y trataba de investigar e ir más allá de las apariencias. No les digo más para no reventarles la novela. Solo insistirles: léanla.
Jesús Lens