Hace unos días tuve un rifirrafe dialéctico en Facebook. Terminó siendo inocuo, pero lo más curioso es que no vino dado por una cuestión política, social o administrativa, sino… ¡por una serie de televisión! Por “Juego de Tronos”, por supuesto. Y a este asunto, casi tan banal como un partido de fútbol, dedico mi columna de IDEAL de hoy lunes.
El caso es que, hace ahora una semana, me pasé toda la mañana del lunes sin entrar en las redes sociales, para evitar saber nada sobre el episodio de la semana de GOT, titulado “El Portón”. Aun así, me enteré de que algo gordo había pasado.
Lo primero que hice esa tarde, al llegar a casa, fue ver el capítulo en cuestión. Piensen ustedes lo que quieran, pero reconozco que, en aquel momento, no había nada tan importante como saber de primera mano qué nuevas perturbaciones anidaban en “Juego de Tronos”. Y, nada más terminar de verlo, mientras la palabra del año todavía resonaba en el salón, me lancé como un poseso a las redes. Para comentarlo, por supuesto.
En el lapso de un puñado de horas, el desenlace de “El Portón” se había hecho tan famoso que, si no lo habías visto, te quedabas fuera de buena parte de las conversaciones virtuales del momento. ¡Hasta IKEA, en un alarde de reflejos, aprovechó el tirón para hacer una ingeniosísima publicidad de una sencilla cuña de madera!
Pero entonces llegaron los reproches. Porque hay personas que pretenden que, hasta que ellas vean una serie, nadie cuente nada sobre su argumento, para no fastidiarles la sorpresa. Gente analógica, de otro tiempo, que no comprende fenómenos como Juego de Tronos, en el que ser el primero en enterarse de lo que pasa en cada capítulo, es un valor añadido… del que hay que presumir y alardear, por supuesto.
Cuando una serie llega a ese punto, es que ha triunfado. Triunfado de verdad. Más allá de los premios, reconocimientos y galardones; el gran éxito de una serie de televisión contemporánea es condicionar la agenda de sus seguidores. Sobre todo, cuando son legión.
Por supuesto, hay cosas muchísimo más importantes a las que prestar atención en esta vida. Pero quienes nos tomamos la Vida en Serie sabemos que, al final de la semana, cuando repasamos sus momentos más placenteros, siempre acabamos teniendo en cuenta esos estupendos 45 minutos en los que disfrutamos del capítulo de alguno de nuestros seriales favoritos.
Jesús Lens