Me desperté esta mañana con una falsa buena noticia, propagada por todos los medios a una velocidad de vértigo: por primera vez en los últimos 15 años ha bajado el número de las personas que pasan hambre en el mundo.
Involuntariamente y sin querer, por supuesto.
La feliz falsa noticia decía que, por primera vez, menos de mil millones de personas se mueren de hambre en el planeta tierra. En concreto, “sólo” son 925 millones los indigentes que esta noche, en caso de no haber muerto, se acostarán con un agujero en sus tripas.
Involuntariamente, quiero decir.
Cuando leemos este tipo de noticias, como comentaba ayer con una buena amiga, te dan ganas de pegarte un tiro. O pegárselo a alguien.
Cuatro palabras: “hambre en el mundo”, que deberían hacernos enrojecer de vergüenza. Sobre todo ahora que no se nos cae la Crisis de la boca y vamos llorando por las esquinas, pidiendo limosnas, subvenciones y ayudas de todo tipo y a todas las instituciones posibles.
Ha querido la casualidad que, el mismo día, El País publicara ESTA entrevista con Gastón Acurio, uno de los grandes cocineros del momento, peruano, que ha organizado Mistura 2010 en Lima.
Sabéis que hace unos meses estuve el Lima. Y buena parte del tiempo libre la empleé en comer. Mucho. Y bien. Extraordinariamente bien. Os debo un reportaje, por cierto, sobre la riqueza gastronómica del Perú.
Quizá estéis pensando que es inmoral que esté escribiendo de alta cocina después de hablar sobre los 925 millones de personas que, literalmente, se mueren de hambre. Y posiblemente lo sea. Tanto como la caña que te vas a tomar esta noche, a la salida del curro, con un pincho de tortilla. O el bocata de jamón que te vas a hincar. O la cervecita fresquita, con taquitos de queso, viendo al Real Madrid.
Traigo a colación la entrevista con Gastón Acurio porque en Perú es un tipo adorado por la gente. Por la gente del pueblo. ¿Por qué? Leed como termina la entrevista y veréis que Gastón, si se presentara a presidente del Perú, como a veces se ha bromeado, arrasaría:
«El restaurante no puede ser algo lejano. Tenemos que guisar una cocina respetada. El plato no es bello si hay injusticia detrás. No hay que esconder nada cuestionable bajo el mantel», proclama Acurio. «Mientras nuestros pescadores artesanales no tengan vida digna y puedan educar a sus hijos, el cebiche que nos comemos no es perfecto».
Ahora, me disculpáis. Además de para divertirme, salgo a jugar al baloncesto para hacer deporte, mejorar mi salud… y mantener la línea. Después, como haréis todos, cenaré. Mucho y bien. 925 millones de personas no podrán hacerlo. Pero, al menos, el cerdo, el pescado y la lechuga que nosotros comamos, habrá permitido que un granjero, un pescador y un agricultor puedan cenar. A su vez.
Sí. Lo dejo ya. Que me estoy haciendo un lío…
Jesús Lens, el Noentiendenada.