(*) Con estas zapas, me queda por hacer la Media Maratón de Granada, el próximo domingo. Y ya, solo para los días de lluvia. Es curioso. El pasado viernes hice los peores parciales en mucho tiempo. Lo contábamos en este «Date la vuelta» más relacionado con la vida y las actitudes que con el correr. Si es que hay diferencias…
Hoy, en Santa Fe, me ha salido una carrera excelente, todos los kilómetros claramente por debajo de los 5 minutos. ¡Lo que cambia el cuento! Pero debemos insistir: lo importante es correr. Hoy comencé de los últimos. Y eso, en un colectivo de unos 1.200 corredores, se nota. Aun así, fuimos adelantando gente, saludando a amigos y marcando buenos kilómetros. ¡Eso es lo que importa! Y lo que nos gusta. Una mañana de tiempo excepcional y un ambiente inmejorable. Un recorrido con algunas pegas, pero muy rápido. Y, una vez más, una organización cada vez mejor.
Además, los compañeros de Diputación no paran y ya están inventando nuevas historias, retos, iniciativas y convocatorias. ¡Me encanta ese espíritu y esa actitud!
Ya falta menos para la edición 26. Y en siete días, la Media de Granada. ¡A ver qué tal nos sale!
El caso es que, en la carrera de hoy, nuestro mejor kilómetro lo hemos hecho antes de que empezara la competición, intentando llegar a la salida antes de que los jueces pegaran el pistoletazo inicial. Tuvimos que aparcar en el Manzanil y desde allí, correr como almas que llevaba el diablo hasta el centro de Loja.
¡Y lo hicimos! ¡Qué paradoja! Tener que correr a toda velocidad para llegar a una carrera.
– ¡Y que esto no compute! – le gritaba a mi hermano, recordando el famoso fiasco de Perico Delgado en la etapa prólogo del Tour.
Saludamos a unos amigos, nos encastramos en el pelotón de salida con Roberto y Jesús y, sin tiempo para más, ¡a correr!
Debo decir que no he sufrido exageradamente en una carrera de once kilómetros y medio en las que no existe un metro llano. En Loja, o subes, o bajas. Pero eso de llanear no se estila. Atentos a los rictus de los corredores, en el carrusel de fotos de IDEAL.
Y no he sufrido exageradamente porque tenía la cabeza en otro sitio. Estos días están siendo muy exigentes y es muy complicado eso de “desconectar”. De hecho, nunca he entendido esa expresión. Si algo te preocupa, ¿qué sentido tiene “desconectar”? ¿Es que por meter la cabeza en la tierra, algo se va a solucionar? No. Cuando hay temas importantes, que son los que nos preocupan, eso de “desconectar” es un sinsentido. Y, quizá, por esa tendencia a la desconexión, a dejar el tiempo pasar, a mirar para otro lado y a pasar; ahora estamos donde estamos.
Pero volvamos a la carrera de Loja.
Volvamos a ese momentazo en que, en mitad de la subida más exigente, cuando salimos de las calles urbanizadas para entrar en la carretera, aparece en Tanatorio. ¡Pues claro! ¡Te quieres morir! ¡Faltaría más! Vas echando los hígados por la boca, te falta prácticamente toda la carrera, y te das de bruces con el Tanatorio. ¡Muy fuerte, oiga!
Porque no he sufrido agonísticamente, pero me lo he currado. En las subidas me he puesto serio, concentrado. En las bajadas, sin embargo, me he dejado llevar más de lo que debería.
Mis piernas, seguro, lo agradecerán. A fin de cuentas, soportar a este cuerpo de cerca de 100 kilos, no es fácil y, bajando, sufren un montón.
Como voy sin reloj, un par de veces he preguntado por las referencias de tiempo. Y bien. Correcto. Por debajo de los cinco minutos el kilómetro.
Cuando me han adelantado Daniel y Moisés, he intentado seguirles un poco, pero ha sido imposible. Dos maquinones. Y, como dato curioso: en el desdoblamiento del circuito, al entrar me he cruzado con el líder de la prueba, que iba como un tiro. Al salir, le ha tocado el turno a esa maravillosa abuela a la que Manolo Pedreira dedicó un maravilloso reportaje en IDEAL, hace unos meses. Por que lo importante no es llegar la última. Lo importante es saber (y poder llegar)
¡Bravo!
Al final me han quedado fuerzas para apretar en las revueltas del centro de Loja, intentado alcanzar a Daniel y Moisés. Pero iban demasiado fuertes. Aún así, he llegado danzo zapatillas a la meta. Y a mi amigo Javi, claro, ni olerlo. Hasta encontrarnos tomando una birrita, en la meta. ¿O era una Shandy?
Al final, el 470 (86 de mi categoría). Teniendo en cuenta que Pablo, coordinador de deportes de la Diputación (y que derrocha ganas, trabajo, alegría e ilusión a su trabajo) me ha confirmado que éramos 1.100 los participantes, no está mal. A 4,44 minutos en kilómetro. Que se puede (y debe) mejorar. Pero que, como me dice mi icono deportivo, el director de CajaGRANADA en Gran Capitán (que ha bajado de las tres horas en la Maratón de Sevilla, el animal), me llena de alegría porque hoy es domingo 4 de marzo, un día estupendo. Y hemos hecho lo que nos gusta: correr.
Con mi hermano (que llevaba un mes parado por una lesión en las costillas y ha cumplimentado el recorrido como el que no quiere la cosa, en plan “pasaba por aquí…) y un puñado de buenos amigos.
Para ahora, contarlo.
Antes de comer y de meterle un buen tantarantán al sofá, viendo una película y leyendo un libro.
Que nos lo hemos ganado.
¡Seguimos!
Jesús lojeño Lens
PD.- Y el 4 de marzo de 2008, 2009, 2010 y 2011, ¿qué hacíamos? Para ver las clasificaciones, aquí.