La noticia de que Granada es la tercera ciudad con más atascos de España, solo por detrás de Barcelona y de Palma de Mallorca, es de las que nos deberían obligar a dejar cualquier cosa que tengamos entre manos para ponernos a pensar. Serena y desapasionadamente.
Que haya más atascos en Granada que en Madrid es algo pesadillesco. Como lo es que los embotellamientos, además de molestias, retrasos y sinsabores; contribuyan a la maldita boina de contaminación que nos aplasta todos y cada uno de los días del año.
Un dato positivo: el año pasado, el Metro consiguió mejorar la situación del tráfico en Granada, única ciudad de España en conseguirlo, junto a San Sebastián.
Y por ahí deberían ir los tiros a la hora de pensar en una Granada futura más habitable, más verde, más ecológica y más humana. Por mucho que todavía queden algunos irreductibles convencidos de las bondades de los coches en los centros urbanos, la inmensa mayoría somos plenamente conscientes de su necesaria peatonalización. Y de la importancia capital del uso del transporte público.
El Metro, fuente de debate y controversias durante los mil y un años que tuvo a Granada en vilo, se ha demostrado como un medio de transporte exitoso, especialmente bien valorado por los jóvenes. El número de carnés de conducir desciende todos los años y la bicicleta es cada vez más popular en nuestras calles.
Así las cosas, el planteamiento de un corredor subterráneo que atraviese Granada -con parkings incluidos en varios niveles- es una fantasía que solo tendría una cosa de bueno: podría generar un nuevo género de terror gótico made in Granada. Porque nuestro subsuelo es rico. Muy rico. Como el de todas las ciudades milenarias que en el mundo son.
Aquí, en cuanto pegas un espiochazo, te sale algún resto. ¿Será por eso que se ha aplazado el inicio del rodaje de la quinta entrega de Indiana Jones? Es posible que Spielberg se quiera sacar la espinita de no haber podido filmar en la Alhambra y piense hacerlo en el Túnel Fantasma del PP.
Jesús Lens