Pues no era seguro

Permítanme la descortesía de citarme a mí mismo, pero el pasado 15 de julio escribía una columna titulada ‘Destino seguro… ¿seguro?’. Empezaba así: “Es una cantinela que, a fuer de repetida, empieza a dar el cante. En esta vida, tan malo es pasarse como quedarse corto, y la estrategia de blandir con desmesura el lema de que Granada es un destino seguro en los tiempos de la Covid-19 resulta cuando menos cuestionable. Sobre todo si se enarbola al mismo tiempo que la provincia acumula la mitad de los brotes de Andalucía”. (Leer aquí)

Terminaba aquella columna señalando que, con tantos brotes activos —y estábamos a mitad de julio, en plena operación Salvar el verano— hablar de destino seguro era peligroso porque invitaba a relajar las medidas de seguridad. A descuidarnos. Y así ocurrió. No sé en otros sitios, pero en Granada se nos fue la cabeza con lo de destino seguro. A unos más que a otros, también es verdad, ¿verdad alcalde?

A comienzos de septiembre, tras consultar con médicos y científicos cercanos, decidimos suspender la sexta edición de Granada Noir. Lo que nos decían era muy preocupante y, por bonito que suene la etiqueta ‘la cultura es segura’; teníamos claro que, en las presentes circunstancias, seguro no hay nada.

El día 9 de octubre, a las puertas del famoso y ahora denostado puente del Pilar, y discúlpenme de nuevo por la autocita, escribía que soplar y sorber a la vez no puede ser y que la euforia desmedida por el previsible llenazo turístico era cuestionable, máxime cuando nos acercábamos a la fatídica cifra de 500 infectados por cada 100.000 habitantes. “Con índices de contagio que en otros países harían que estuviéramos todos confinados, aquí te hartas de leer 100% Covid Free, Entorno Seguro y no sé cuántas etiquetas chorras más”, decía entonces. (Leer aquí)

En todo este periplo hay quien me ha llamado cansino, derrotista, alarmista y aguafiestas. El argumento de fondo era siempre el mismo: hay que salvar la economía. ¡Pues aquí tenemos el resultado! De la portada de IDEAL, ayer: “Expertos advierten de la brecha con el resto de Andalucía y apuntan una caída del 20% en la economía granadina”. ¡Ele!

La portada de hoy de IDEAL

Únanle a todo ello la amenaza de colapso de los hospitales en 20 días y un dato estremecedor: más de 20 muertes al día en la capital en las últimas semanas, el doble de lo habitual antes de la pandemia. Además, la Junta de Andalucía se atreve a decir que Granada necesita desde hace días confinamiento domiciliario. ¿Y a quién se lo han dicho? Granada, destino seguro. ¡Claro que sí, guapi!

Jesús Lens

La Universidad paga el pato

El pasado fin de semana largo fue caótico en Granada, más allá del famoso vídeo de Ganivet. La gente que iba al Nevada advertía en las redes que el Nevada estaba a tope. Quienes salieron de excursión por algunas de las rutas más conocidas de la Sierra flipaban por la cantidad de gente que colapsaba caminos y senderos. Quienes fueron a la Alpujarra se la encontraron al borde del reventón.

Las colas en la Capilla Real, las aglomeraciones en la calle Navas, la zona de copas de Pedro Antonio… Turistas y oriundos aprovecharon el buen tiempo para salir a las calles, al campo y a la montaña y Granada se convirtió en un hervidero humano.

Nada raro, por otra parte, cuando llevamos años y años buscando el llenazo total. El llenazo a toda costa. El llenazo sea como sea y al precio que sea. Cada récord anual de visitantes era celebrado como un exitazo y las voces que advertíamos sobre los riesgos y los daños colaterales de entregar Granada al turismo masivo nunca fueron escuchadas.

Hace unos días, Antonio León, el presidente de la Caja Rural, decía lo siguiente en una entrevista con IDEAL: “Hablas con la gente del sector turístico y se quejan de que el turismo que venía no era de calidad. Pues aprovechemos que ahora no viene nadie para decidir y que el resurgir del turismo sea otra cosa”. Visto lo visto, no parece que vayamos precisamente en esa dirección.

Al final, las medidas acordadas por la Junta de Andalucía para Granada se han quedado en (casi) nada. Ni se cierra la ciudad, ni se nos confina, ni se tocan los horarios. Excepto en los colegios mayores, sometidos a toque de queda. ¡Menudo agravio con los estudiantes que viven en pisos! Además, se suspenden las clases en la UGR durante 15 días.

La Universidad paga el pato de los desmanes del puente del Pilar. Cierto que el presencialismo a ultranza decretado por las autoridades académicas no ayuda a la contención de la pandemia. Pero esta culpabilización de la Universidad de todo lo malo que está pasando en Granada me parece injusta y desproporcionada. De hecho, el propio alcalde señaló que, de los denunciados por lo de Ganivet, ocho de cada diez habían venido de fuera.

El día 1 de noviembre cae en domingo, por lo que el festivo se pasará al lunes. ¿Nos frotamos las manos ante la perspectiva de un nuevo llenazo turístico o nos echamos a temblar?

Jesús Lens

Como si no existiera

Una boutade. Una folletá. Una salida de pata de banco. Esto que voy a escribir les puede parecer eso y más, pero me sorprende la cantidad de gente que parece no haberse enterado del virus. O que lo ha olvidado, a pesar del machaque constante de noticias sobre el tema.

Gente que actúa, opina y se conduce como si no estuviéramos sufriendo una pandemia mundial que ha matado a un millón de personas en todo el mundo. Más de 50.000 muertos en España según cálculos no oficiales, pero muy creíbles.

El parte diario de muertos, entre 100 y 200 personas fallecidas cada día por la Covid-19, ya forma parte de nuestro paisaje. ‘Hay que vivir con ello’, es uno de los mantras. ‘Si no nos mata el virus lo harán el paro y la pobreza’, reza otro de los más invocados. Y no les falta razón, pero con matices. Porque muchos de los comportamientos más irresponsables de estos días nada tienen que ver con la economía, entre botellones, abrazos y celebraciones más o menos familiares. De ello escribía el viernes, anticipando lo se nos venía encima. AQUÍ lo puedes leer.

Salir fuera en el Pilar se convirtió, durante un par de días, en casus belli. No parecía haber nada más importante en el mundo. Irse de puente era la máxima expresión de la libertad, individual y colectiva. Ni el William Wallace de ‘Braveheart’ se mostró jamás tan bravo y decidido como los puentistas en la M-40. No bastaba con salir por la propia ciudad, comer en sus terrazas o pasear por sus avenidas. En mitad de la segunda ola, con tasas de contagio insoportables, había que salir… fuera.

La vida es lo que pasa mientras 200 personas mueren cada día por coronavirus con buen tiempo, sol y ventanas abiertas. Pero lo que pasa es que la vida, sin irse de puente a 500 kms. de casa, para algunos no tiene sentido.

En España, la nueva normalidad ha derivado en una fantasía inconsciente que, con la excusa de salvar la economía, corre el riesgo de convertirse en una pesadilla que nos devuelva al peor escenario posible, con el sistema sanitario tensionado hasta límites insoportables.

Frente al cuestionable ejemplo dado por determinados políticos, solo cabe la responsabilidad individual. Y con ello volvemos al principio de esta columna: demasiada gente no parece consciente del punto crítico en que nos encontramos y considera más importante tomarse otro gintónic frente al mar que preservar la salud. La suya y la ajena. Con todo mi cariño y añoranza por los combinados de ginebra.

Jesús Lens