El eterno retorno del héroe mediterráneo

Se lo escuché a Carlos Zanón en una entrevista magistral que le hizo Jesús Vigorra, esa bestia parda de la radio y la televisión de Andalucía, en su programa de libros de Canal Sur. Sostenía Zanón que afrontó la vuelta de Carvalho a la vida literaria como si se tratara del regreso de un héroe del Lejano Oeste a casa, tras pasar años y años deambulando por caminos polvorientos.

Me gustó tanto la metáfora que, les confieso, fue uno de los impulsos definitivos para centrar la ya inminente quinta edición de Granada Noir —arrancamos el viernes 27, nada menos que con Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales— en el western noir como eje temático y de reflexión del festival patrocinado por Cervezas Alhambra.

Me gusta el western y me gusta el noir. Son dos géneros que van de la mano. De hecho, el noir es la evolución lógica del western: cuando los forajidos cambiaron los caballos por primitivos Ford y los Colts y los Winchester por las letales metralletas Thompson, el género del Oeste dejó paso al género negro, pero su filosofía, trasfondo, ética y estética permanecieron incólumes.

De todo ello nos hablarán en los próximos días el profesor Juan Varo, por ejemplo, a través de una charla que ha titulado ‘Ángeles oscuros sobre el cielo amarillo: el western y el noir en su etapa clásica (1946-1958)’. O Clara Peñalver y Pere Cervantes, cuyos protagonistas montan en grandes motos al igual que los héroes del western lo hacían en briosos caballos.

Y en Granada Noir 5 estarán, por supuesto, el propio Carlos Zanón con Carlos Bassas, el más reciente ganador del premio Hammett, el más prestigioso de las letras negras y policíacas. Gracias a la colaboración de la Fundación Tres Culturas, el próximo domingo, a las 19 horas, el Teatro CajaGranada acoge una conversación muy especial: ‘Ulises, Justo y Carvalho. El Mediterráneo y el mito del eterno retorno’.

Tener en Granada Noir a dos autores de la talla de Carlos Zanón y de Carlos Bassas es un privilegio. Sus respectivos Hammett les acreditan como dos de los mejores autores de género negro contemporáneo y, de cara al público, son dos extraordinarios comunicadores.

Sentarlos en una misma mesa también tiene todo el sentido. Por una parte, tanto ‘Carvalho. Problemas de identidad’ (de la que escribí AQUÍ) como ‘Justo’ transcurren en Barcelona. Una Barcelona contemporánea por la que transitan dos personas mayores, aquejadas por los achaques de la edad. Carvalho y Justo tienen la mirada de quienes no se resignan a aceptar los cambios de su ciudad. Miran hacia atrás, con más o menos ira. Y recuerdan las calles de sus padres. Los barrios de su infancia.

Aunque la gentrificación y los cambios urbanos de las grandes ciudades del Mediterráneo no son el tema central de las novelas de Bassas y Zanón, dicha problemática sí aparece reflejada en sus páginas, como no podía ser menos. Y es que, como nunca nos cansamos de reivindicar, el buen género negro, el que nos parece más interesante, es el que bucea entre los intersticios de la realidad y pone el foco en los rincones más oscuros de la sociedad.

La mirada al pasado que hacen Zanón y Bassas no es quejosa ni melancólica. Al menos, no en demasía. Es una mirada que sirve para hacernos reflexionar de dónde venimos y hacia dónde vamos. Justo y Carvalho son mayores, decíamos. Uno más que otro, pero mayores ambos. Son mayores, pero no se resignan ni se conforman. Regresan a las calles de su ciudad portando el valor de la experiencia, dispuestos a cumplir un servicio más a la comunidad. Aunque sea el último. (Más sobre ‘Justo’, AQUÍ)

En la novela negra hay mucho del mito del eterno retorno, la figura del héroe crepuscular que vuelve a casa, como Ulises, a impartir justicia y poner las cosas en su sitio, tras años de ausencia. El héroe mitológico griego al que tanto recurrieron los grandes cineastas del western, también.

Fotografía de Anna Elias

Y el destino. Ese destino que rige la vida de los héroes, jugando con ellos como si fueran títeres, peleles en manos de los dioses. Lo veremos, por ejemplo, en la proyección de ‘Grupo salvaje’, obra maestra incontestable que, siendo un western canónico, sentó las bases del cine de acción de los años 70 y 80, como escribimos AQUÍ. El paseo final de la pandilla comandada por William Holden es el mejor ejemplo de cómo los héroes, hasta los más improbables, están condenados a cumplir con los designios del destino.

‘Grupo salvaje’ será presentada por tres entusiastas cinéfilos de reconocido prestigio, con los que habrá una tertulia posterior, al finalizar la proyección en el Teatro CajaGranada: Fernando Marías, Mariano Sánchez Soler y Juan de Dios Salas, director del Cine Club Universitario.

Porque la mitología del Lejano Oeste y el gangsterismo de la Ley Seca están directamente emparentados con los héroes de nuestro Mediterráneo más cercano.

Jesús Lens

 

La cocina tradicional de la familia Corleone

No sé yo si a los Corleone les habría gustado esto de ver aireados sus secretos a los cuatro vientos, aunque sean los de su cocina. La familia Corleone es, en general, muy celosa de su intimidad. Sólo Fredo se salía del molde, demasiado aficionado a la fiesta. Sonny también daba que hablar, más por sus accesos de genio que por otra cosa, pero los Corleone son gente discreta y prefieren disfrutar de una buena comida en familia antes que dejarse ver por ahí fuera, haciendo ostentación de su fortuna.

Para los Corleone, la comida es algo serio. De hecho, ’El Padrino’ arranca con un convite: es la boda de Connie, la única hija de Don Vito, y el vino, la pasta y los embutidos corren con generosidad. Ahí están Michael y Kay, por ejemplo, compartiendo una lasaña. Volveremos a ver a los Corleone reunidos en torno a una mesa varias veces más. Son comidas alegres y festivas, en las que no se habla de negocios. Comidas para recordar otros tiempos y, también, a quienes ya no están.

En la saga de ‘El Padrino’, la comida tiene multitud de simbolismos y significados, desde la famosa frase pronunciada por Clemenza, ‘leave the gun, take the canoli’ (deja la pistola y coge los canoli), a la amenazadora presencia de las naranjas en pantalla, anticipo de que algo violento y perjudicial para los Corleone va a ocurrir.

Liliana Battle, autora de origen italiano especializada en gastronomía, ha escrito ‘El libro de cocina de la familia Corleone’, bellamente ilustrado con las fotografías de Stacey Tyzzer y recientemente publicado en España por la editorial Norma. Una edición que sirve para celebrar el 50 aniversario de la primera edición de ‘El Padrino’, la novela original de Mario Puzo con la que todo comenzó.

El trabajo de Battle es un gozoso homenaje a una de las sagas míticas de la historia del cine en el que se repasan momentos esenciales de sus tres películas relacionados con la comida. Por ejemplo, la famosa receta de la salsa de Clemenza que el capo le desgrana a Michael Corleone cuando andan preparándose para la guerra.

“Primero echas un poco de aceite de buena calidad. Luego fríes un ajo y después echas bastante tomate y lo rehogas todo procurando que no se agarre. Echas luego tus salchichas y tus albóndigas. Y añades vino y un poco de azúcar. Es mi truco”.

¡Ay, Clemenza y sus trucos! Desde que tengo uso de razón, siempre le he echado una pizca de azúcar a la salsa de los espagueti y los macarrones, en homenaje al orondo capo de los Corleone. Y eso que, en realidad, el gran truco de Clemenza no era el azúcar, sino añadir un chorreón de vino tinto a la salsa, algo habitual en la gastronomía del norte de Italia, pero a lo que los sicilianos no estaban acostumbrados.

Liliana Battle, además de explicar con todo lujo de detalles algunas de las recetas de los diferentes platos que aparecen en las tres películas de ‘El Padrino’, tiene el detalle de dedicarles algunas recetas a miembros destacados de los Corleone, muy adecuados a su temperamento. Por ejemplo, la pasta alla Sonny, que “no se anda con contemplaciones. Su nombre tradicional es pasta arrabiata —pasta furiosa— y tiene la misma personalidad que Santino: explosiva, ardiente y llena de sabor, como un puñetazo en la boca”, explica Liliana.

O los fettuccine Alfredo, “un plato con nata y queso que te reconforta el alma, dedicado al pobre Fredo; bueno, cariñoso, sensible, sincero… como un abrazo. Siempre tratando de agradar”.

Algo importante que no podemos olvidar: por mucho que todos sepamos a qué se dedican en realidad los Corleone, la empresa oficial de Don Vito, montada junto a su amigo y consejero Genco, está dedicada a la importación y venta de aceite de oliva, uno de los tesoros culinarios de Italia… y de nuestra tierra, por supuesto.

¿Y qué tal algo de pescado? Cuando Michael está en Sicilia, conoce a una mujer arrebatadora: Apollonia, hija de Don Vitelli. Como parecen gustarse, las familias organizan una comida en el propio restaurante de Vitelli y en el menú figuran varias fuentes de pescado empanado que los invitados devoran mientras los dos tortolitos… se devoran entre sí. Con la mirada. De momento. Esta secuencia, como todas las que transcurren en Sicilia, fue rodada en diferentes localizaciones de la isla y, en concreto, el local de Vitelli continúa abierto en la actualidad. Se encuentra en la localidad de Savoca, provincia de Messina, y además de albergar mucha memorabilia y recuerdos del rodaje de la película, su granizada de limón es famosa en toda Sicilia.

En la saga de ‘El Padrino’, la gastronomía también sirve para mostrar los cambios de costumbres y la evolución de la sociedad. Así, ‘El Padrino II’ se abre con otra celebración. La familia Corleone se ha trasladado de Nueva York al lago Tahoe, en Nevada, y en vez de vino tinto, los comensales disfrutan de los más sofisticados cócteles de champán. Al bueno de Frank Pentangelli, italiano chapado a la antigua, no le hace gracia tanta modernidad y no dudará en reprochárselo a Michael. Comienzan los problemas…

O las ostras rellenas con las que se homenajea al propio Michael en ‘El Padrino III’, en el transcurso de una suntuosa fiesta en la que se celebra su consecución de la medalla de San Sebastián, impuesta en la mismísima catedral de San Patricio por las más altas autoridades de la iglesia.

¿Se acuerdan de qué hacía Don Vito al final de su vida? Efectivamente: hacer reír a su nieto y cultivar tomates. ¿Qué tal si terminamos este repaso por ‘El libro de cocina de la familia Corleone’ con una deliciosa, fresca, sana y natural ensalada caprese? Tomates, mozarella fresca, sal, pimienta negra recién molida y un chorro de aceite de oliva. Porque la vida, al final, está hecha de grandes momentos sencillos.

En Granada Noir 5, gracias a Cervezas Alhambra, en el 4U Hostel se va a celebrar una cena homenaje al 50 aniversario de la publicación de El Padrino. Permanezcan atentos a sus pantallas.

Jesús Lens

El mundo cabe en Sicilia

Ha muerto Andrea Camilleri, una de las grandes leyendas de la novela policíaca, maestro de maestros y escritor admirado, querido y reverenciado por lectores de todo el mundo. Pocas figuras de la literatura contemporánea habían concitado tanto respeto como Camilleri, una de las voces más lúcidas de nuestro entorno.

Permítanme que destaque algunos aspectos que me parecen especialmente apasionantes acerca de un autor que no empezó a escribir hasta tener los 53 años cumplidos. A pesar de que en sus inicios literarios no tuvo excesivo éxito, lejos de abandonar, siguió perseverando en su afán por contar las historias que quería contar.

Y lo que quería contar era lo que pasaba en su tierra, Sicilia, una isla en la que cabe el universo entero. Sicilia. Pocos nombres tan evocadores y cargados de reminiscencias históricas, políticas y culturales. De ‘El gatopardo’ de Lampedusa —‘si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie’— a el mismísimo ‘El Padrino’. Escribiendo sobre Sicilia, Camilleri escribía el mundo entero y jamás tuvo empacho en enfangarse en los temas de mayor actualidad, como el auge de la xenofobia y de la ultraderecha. Comunista convencido, jamás dejó de expresar sus opiniones políticas, por incómodas que fueran.

Camilleri empezó su carrera a la edad en que las grandes empresas jubilan a sus empleados por ser demasiado mayores, dándolos por amortizados. Quizá por eso, su carrera ha sido tan larga y fecunda. A los 93 años, seguía escribiendo con tanta pasión que, en una entrevista reciente decía, entre risas, que sus herederos se van a hartar de encontrar inéditos entre sus pertenencias.

Siguió fumando, sin hacer caso a quienes le recomendaban empezar a cuidarse y, admirador de Manuel Vázquez Montalbán —el comisario Montalbano no se llama así por casualidad— defendió a ultranza la importancia de la gastronomía en la literatura policíaca, una seña de identidad que diferencia a los personajes mediterráneos de los centroeuropeos, nórdicos y norteamericanos.

Lean, lean a Camilleri. Es uno de esos placeres sencillos que te reconcilian con la vida. ¡Buen viaje, maestro!

Jesús Lens

Porque no somos islas

Con la espectacular Noche en Blanco, una cita con reminiscencias a ‘Juego de Tronos’ que llenó Granada de actividad lúdica y cultural por sus cuatro costados, comenzaron dos semanas vertiginosas que nos echan a las calles y nos conducen a las librerías y los bares.

Ejemplo de colaboración entre el Centro Lorca, la Fundación Tres Culturas y Granada Noir

Ya arrancó un Festival de Poesía que, el próximo viernes, le entregará el testigo a la Feria del Libro y al festival En Órbita. Un no parar en el que tratará de colarse, así como de rondón, la campaña electoral más apasionante de los últimos lustros.

Voy hacer de loro y repetirlo una vez más: me gusta la cultura abierta y popular; participativa, festiva y mestiza. Y creo en la imprescindible colaboración entre todos los actores y agentes del tejido cultural de nuestra tierra. De ahí que, desde Granada Noir y Gravite, los festivales que Gustavo Gómez y yo hemos puesto en marcha, digamos inmediata e incondicionalmente que sí a cualquier propuesta para participar en las citas del calendario cultural de nuestro entorno. Y de fuera, que gracias a la inquieta librería Boops estuvimos el pasado domingo en la Feria del Libro de Archidona, dando una charla sobre los orígenes de la novela negra.


‘Nadie es una isla por completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de un continente, una parte de la Tierra’, escribía el metafísico inglés John Donne, posteriormente parafraseado por Hemingway.

En un sector tan complicado como el cultural, despreciado por unos, olvidado por otros y manoseado por los de más allá; deberíamos ser una piña y colaborar entre nosotros, apoyarnos y aprovechar la experiencia que vamos atesorando en una ciudad que se considera capital cultural. Las sinergias, ya saben ustedes. Lo que no significa hacernos clónicos ni repetirnos como las natillas.

Cada propuesta tiene su personalidad propia y su particular idiosincrasia, como debe ser. Pero el objetivo final de cualquier manifestación cultural es llegar al público. Ser disfrutada por el mayor número de personas posible. Y es ahí donde el apoyo mutuo desempeña un papel esencial.

Si queremos que Granada sea una auténtica y verdadera capital cultural que vaya más allá de las etiquetas, es necesario trascender roalillos, familias y grupos de interés; colaborar estrechamente y con generosidad.

Jesús Lens

A las Casas Ahorcadas de Cuenca hay que ir

Son de necesaria visita y obligado cumplimiento para los amantes del Noir. Las Casas Ahorcadas, el festival literario montado por Sergio Vera en Cuenca, convertido en lugar de culto donde reunirse al calor de lo mejor del género negro y policial.

Fui el año pasado por primera vez y, como confesé en alta voz durante una de las jornadas de la pasada edición de Granada Noir, me traje un montón de ideas. Me gustó el carácter diferente e innovador de un festival inspirador al que suelen ir algunos de los autores y autoras más interesantes del panorama literario español contemporáneo. Y algunos extranjeros, que este año vamos a tener el privilegio de escuchar a Massimo Carlotto, por ejemplo.

Para quienes programamos actividades culturales, es imprescindible salir por ahí, a ver qué se cuece en otros sitios. Y cómo se hace. Es igualmente necesario para experimentar en vivo y en directo cómo funcionan los programas diseñados sobre el papel, la reacción del público a las charlas, la interacción de los invitados y la acogida de las diferentes actividades, conferencias y mesas redondas.

Los festivales literarios son especialmente complicados en ciudades como Granada, cuya profunda agenda cultural ofrece todas las semanas varias presentaciones de libros y diferentes conferencias, seminarios o encuentros de todo tipo. Es necesario afinar muy bien para ofrecer propuestas interesantes y atractivas para el público. Y ahí, la capacidad de comunicación de los ponentes es esencial, al margen de la imprescindible calidad de sus obras, algo que, como al militar el valor, se les presupone.

Así, el año pasado tuvimos ocasión de conocer a José Antonio Pérez Ledo, un tipo proteico que lo mismo escribe novelas que es guionista de talk shows, monta espectaculares podcasts y publica tebeos tan interesantes como ‘Los enciclopedistas’.

En Casas Ahorcadas también vi las enormes posibilidades del debate sobre corrupción y novela negra que replicamos en Granada Noir, con Graziella Moreno y Carles Quílez en apasionante conversación con Quico Chirino.

Este año tengo especial interés en reencontrarme con Domingo Villar, que ha vuelto a la primera línea de la actualidad editorial con la publicación de su esperadísima ‘El último barco’, la nueva aventura del inspector Leo Caldas. Es una de las novelas, además, que leeremos en el Club de Lectura de Granada Noir en las próximas semanas, así que pienso sacarle hasta el tuétano al autor gallego.

Les hablaba de Massimo Carlotto, un autor total que lo mismo escribe novelas que obras de teatro, hace reportajes para revistas o colabora con la prensa más comprometida. Su historia es fascinante: en 1976, con 19 años de edad y militante del grupo izquierdista Lotta Continua, es testigo del asesinato de una joven estudiante. Se presenta ante la policía italiana para declarar, pero termina imputado como autor de un delito de homicidio.

Absuelto en primera instancia, fue condenado a 18 años de prisión tras la apelación. Pendiente del cumplimiento de la condena, en 1982 decide exiliarse, primero a Francia y después a México, donde es detenido por la policía y extraditado a Italia, donde es encarcelado. Tras una revisión del caso, la condena se reduce y, finalmente, gracias a la presión popular, Carlotto es indultado en 1993.

A partir de 1995 comienza su exitosa trayectoria literaria con la publicación de ‘La verdad del caimán’, una excelente novela en la que el autor italiano también da rienda suelta a su pasión por el blues. Aunque sus libros han sido traducidas al castellano, su distribución fue dispersa. Eso sí, en 2018 se reeditaron sus dos primeros títulos en formato de bolsillo, lo que supone una inmejorable oportunidad para reencontrarnos con el Caimán.

Por Cuenca pasarán ese imprescindible dúo dinámico noir de nuestras letras conformado por Nieves Abarca y Vicente Garrido, ganadores del Tormo Negro, el premio que cada año concede el Club de Lectura de Las Casas Ahorcadas a su novela preferida del ejercicio. Y estará Carlos Bassas, que publicará su ‘Soledad’ a finales de mayo. Ya he tenido la oportunidad de leerla y les aseguro que, siendo dura como una pedrada en el occipucio, va a dar mucho que hablar.

Pero sobre todo, uno va a los festivales esperando descubrir cosas nuevas. A autores que no conocía. Libros que no había leído y de los que no tenía noticia. Savia fresca. Los festivales también tienen que ser eso: territorio de aventura al que acercarse sin saber exactamente qué se va a encontrar. No hay nada más aburrido que el tedio de la previsibilidad… ni nada más placentero que la sorpresa del descubrimiento.

La responsabilidad de los programadores es ofrecer una propuesta de actividades de calidad contrastada que, al margen del mayor o menor nombre de sus protagonistas, resulte interesante y atractiva para el público. ¡Espero que a la gente de Cuenca le guste ‘Black Water’, la presentación que les llevo este año!

Es para eso -además de para pasarlo bien, obviamente- para lo que viajamos a festivales originales, novedosos y diferentes como Las Casas Ahorcadas, Aragón Negro, Bruma Negra o el Quais du Polar. Para ver, escuchar, descubrir, compartir, ofrecer, mostrar, aprender… y tratar de replicar las mejores prácticas en casa, en Granada Noir y en Gravite.

Jesús Lens