El tren: hay que decirlo más

Hace unos días, en Madrid, le pedía a un taxista que me llevara a la Estación Sur. Era un chaval joven y expansivo, de los que hablan con el pasajero de temas diversos, más allá del calor y del fútbol. Me preguntó que a dónde iba y al decirle que volvía a Granada me soltó:

  • ¡La de de clientes que llevo a la estación de autobuses que van a Granada!

Y yo, con mi mala follá proverbial, no pude evitar responderle:

  • De los que llevas a Atocha, pocos, ¿verdad?
JUAN DE OÑA JUNTO A LAS VIAS DEL TREN FOTO: RAMON L. PEREZ
JUAN DE OÑA JUNTO A LAS VIAS DEL TREN
FOTO: RAMON L. PEREZ

¡Queremos trenes en Granada! ¡Queremos el AVE! Queremos recorrer Andalucía sobre raíles e ir a Madrid, al Levante y a Cataluña a toda máquina. Lo queremos, lo necesitamos y nos lo merecemos. De una puñetera vez.

¡Queremos tren! Hay que decirlo más. Repetirlo. E insistir. Hasta el hartazgo. Hasta que se les caiga la cara de vergüenza a los ¿responsables? de esta ignominia. Y eso hago hoy, en mi columna de IDEAL. Y ya puestos, por cierto, queremos aviones. Queremos un aeropuerto con conexiones, frecuencias y precios razonables.

Preparando la próxima edición de Granada Noir, que se celebrará durante la primera semana de octubre, nos descubrimos postrados de hinojos y dando gracias por la existencia de ALSA, la única empresa de transportes que nos conecta con el mundo a unos precios asequibles y con un servicio del siglo XXI. De hecho, sus conexiones directas con los aeropuertos de Madrid y Málaga nos salvan la vida.

ALSA

Pero no es lógico depender única y exclusivamente de un medio de transporte público para venir a Granada… si no quieres dejarte el sueldo del mes en el aire.

Menos mal que esta declaración sobre el estado de las cosas, que podría ser tachada de localista y provinciana, fue refrendada por el mismísimo alcalde de Málaga, del PP, al decir que Granada no puede competir con Málaga o Milán en conectividad. De hecho, hoy por hoy, Granada no puede competir en conectividad con nadie, que nuestra situación es tercermundista.

AVE Marea Amarilla

Sí. Lo sé. Este tipo de artículos recurrentes llegan a hacerse pesados y cansinos. De hecho, estoy bastante seguro de que pocos lectores habrán llegado hasta este antepenúltimo párrafo, despachando mi columna de hoy con algo parecido a un:

  • ¡Bah! Otro coñazo sobre lo de Renfe, Adif, Iberia, los trenes, el AVE y el aeropuerto.

Y no les faltará razón, pero ¿qué conseguimos dejando de insistir en el tema?

Jesús Lens

Twitter Lens

¿Cabe el humor en el Noir?

No parece, a priori, que el humor y el género criminal estén llamados a maridar. Es cierto que existe el humor negro, pero es otra cosa. Que las investigaciones de asesinatos, estafas, robos y crímenes varios no son terreno abonado para la risa, precisamente. Y a ello dedicamos El Rincón Oscuro de esta semana, en nuestra sección Noir de IDEAL.

Humor negro

Y es que, como tantas veces hemos comentado, una de las características fundamentales del género criminal es destapar las miserias de la sociedad y alumbrar esos rincones oscuros de los que esta sección toma su nombre. El buen Noir bucea en las contradicciones de la sociedad del bienestar y obliga al lector a enfrentarse a la realidad en que vivimos, aunque nos cueste o no nos guste verla: corrupción, violencia machista, tráfico de armas, trata de seres humanos, crimen organizado… No parece, insisto, que el humor tenga mucho que decir en un universo como éste.

Y, sin embargo, uno de los rasgos característicos de los protagonistas de los grandes clásicos del género negro es su humor sardónico, sus respuestas ingeniosas y las vibrantes réplicas en unos diálogos convertidos en auténticos duelos dialécticos cargados de doble sentido y malas intenciones. Y es que pasarse la vida escarbando entre los bajos fondos termina por generar grandes dosis de cínico escepticismo.

Así, Philip Marlowe y San Spade, por ejemplo, eran tipos lacónicos que hablaban lo justo y necesario, creando un arquetipo de héroe socarrón y solitario que no tardaría en ser homenajeado, imitado… y parodiado, con mejor o peor fortuna, tanto en el mundo de la literatura como, sobre todo, en el cine.

El sueño eterno

Por los hermanos Coen, sin ir más lejos. ¿Quién no recuerda a su celebérrimo El Nota? El personaje interpretado por Jeff Bridges en “El gran Lebowski” hace suyos todos los tópicos del antihéroe del Noir… para dinamitarlos y hacerlos saltar por los aires, convirtiéndose en el detective privado más deliciosamente improbable de Los Ángeles.

El Gran Lebowski

¿Y en España? El género policíaco español tampoco ha mantenido una relación particularmente fluida con el humor. Hasta la llegada del siglo XXI y de autores como Carlos Salem, que no ha tenido empacho en trufar sus novelas de una acidez vitriólica y salvaje que, sin contemplaciones, despezada la surrealista realidad que nos rodea, con la telebasura y algunos de sus especímenes como principales sufridores de su ira literaria. O Alejandro Pedregosa, que convocó al mismísimo Cunqueiro en “Un mal paso”, la trama negra con la que recorrió su particular Camino de Santiago.

Un mal paso

Por todo ello, tenemos que saludar con alborozo la aparición de una novela como “El costado derecho”, de Paco Bescós, publicada por Salto de Página, una de las editoriales pioneras a la hora de combinar diferentes géneros literarios.

Definámosla como delirante, desde que empieza hasta que termina. Delirante, en su planteamiento, nudo y desenlace. Delirantes son sus personajes, principales y secundarios. Y las situaciones que plantea. Y el escenario en que se desarrolla. Porque “El costado derecho” es una novela tan delirante como la realidad en que vivimos. O en la que tratamos de sobrevivir.

Imagine el lector que ingresa en el hospital para una intervención rutinaria. Y que, al despertar, oye voces. Voces que susurran. Voces que dejan entrever que algo extraño ha ocurrido durante la operación. Por ejemplo, que le hayan extirpado un riñón. Accidentalmente.

El costado derecho bescós

Siga imaginando el lector que, por mor de la Crisis, ha pasado de ser un exitoso profesional del sector de la construcción que se bebía la vida mientras cabalgaba a lomos de una moto de gran cilindrada, un triunfador que residía en una lujosa urbanización del extrarradio madrileño con su hermosa mujer y un pequeñín encantador… a ser un solitario vendedor de la sección de chapuzas de un centro comercial que, divorciado, apenas rasca lo suficiente para comer caliente todos los días.

Y, encima, le quitan un riñón. Y un excéntrico compañero de trabajo le siembra la duda. ¿Y si no ha sido un accidente? ¿Y si, en realidad, se trata de una trama orquestada? Y, como es verano y hace calor…

Quijotesca. Sí. “El costado derecho” es una novela quijotesca. Y sanchopancista. Pero, sobre todo, es una novela en la que se puede sentir el aliento del Ignatius J. Reilly de “La conjura de los necios”, pasado por el tamiz de la crisis española contemporánea y las crecientes dosis de surrealismo que ha ido dejando al descubierto.

Paco Bescós

Paco Bescós ha escrito una novela, por tanto, estrambóticamente contemporánea, en la que los conspiranoicos más conspicuos se dan la mano con arribistas y nuevos ricos. Una novela que reparte estopa a diestro y siniestro, incluyendo a los nacionalismos de conveniencia. Una novela muy loca que no estará en el Top Ten de ventas de ningún centro comercial, pero cuyo irreverente humor les hará mucho más llevaderos los rigores del calor estival.

Jesús Lens

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Elogio Noir de los hombres de verde

A estas alturas, les supongo bien informados sobre la operación Térmyca: la Guardia Civil desató ayer una macrooperación contra la corrupción en diversos ayuntamientos de toda España. Las detenciones practicadas alcanzaron a representantes de las administraciones públicas, de empresas privadas y despachos de abogados y a ciudadanos particulares a los que trincaron en sus propios domicilios.

Termyca

Sin extenderme mucho: se ha desmantelado una presunta trama orquestada para amañar concursos públicos en diversos ayuntamientos a favor de empresarios afines, a cambio de regalos, dádivas y cuchipandas varias por parte de los constructores y empresarios implicados. Entre los delitos imputados a los diferentes detenidos: malversación y blanqueo de capitales, fraude a la hacienda pública, etcétera.

Hasta aquí, la noticia. Pero volvamos al principio de este artículo y detengámonos un momento en los actores principales: la Guardia Civil. Porque ha querido la casualidad que la operación Térmyca se haya desencadenado justo cuando acabo de leer “Los cuerpos extraños”, de Lorenzo Silva.

Los cuerpos extraños

“Los cuerpo extraños”, publicada en Destino, es la penúltima novela negra protagonizada por dos de los personajes de referencia en el Noir español: los guardias civiles Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro, cuya última aventura, “Donde los escorpiones”, acaba de ver la luz hace unas semanas.

Pero antes de llevarse a sus personajes de referencia a Afganistán, Lorenzo Silva les puso a investigar la muerte de la alcaldesa de un pueblo del Levante español. Una investigación que, por supuesto, sacó a la luz un caso de corrupción muy, pero que muy parecido a los que ha destapado la operación Térmyca.

En la novela negra española hemos tenido a todo tipo de protagonistas. Al principio, eran detectives privados, cobradores de morosos o periodistas. Durante la Transición y los primeros años de la democracia era imposible que un autor de género policíaco que quisiera ser respetado eligiera como personaje principal de sus obras a un policía. En aquellos años, eran los representantes de un estado fascista, coercitivo y represor. ¡Y no digamos ya a un guardia civil!

Poco a poco y con la consolidación del régimen democrático, las cosas fueron cambiando y empezó a ser posible que el público aceptara a los inspectores de policía como protagonistas, en positivo, de las historias negras y criminales. Así, al detective Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán y al antiguo boxeador Toni Carpintero de Juan Madrid, se fueron añadiendo el Gitano Flores de “Brigada Central”, del propio Juan Madrid o la inspectora Petra Delicado, de Alicia Giménez Bartlett.

pepe carvalho

Y, entonces, la sorpresa. Porque, en 1998, el abogado y novelista Lorenzo Silva ganó el Premio Ojo Crítico con una novela policíaca protagonizada por dos guardias civiles: “El lejano país de los estanques”. Y dos años después, con “El alquimista impaciente”, esos mismos guardias, Bevilacqua y Chamorro, le permitían a Silva consagrarse entre los más grandes, al ganar el prestigioso Premio Nadal.

Aún recuerdo la controversia que levantó, en su momento, la elección de dos guardias civiles como protagonistas de una serie literaria que, hasta la fecha, ya suma nueve títulos y cientos de miles de copias vendidas. Hoy, Bevilacqua y Chamorro son dos de los personajes imprescindibles del género negro y Lorenzo Silva se ha convertido en uno de los grandes referentes del Noir español. De hecho, pocos autores son capaces de construir novelas procedimentales tan perfectas como las de Silva.

El lejano país de los estanques

¿Cuánto han hecho Bevilacqua y Chamorro por la normalización de la imagen de la Guardia Civil en el imaginario colectivo español? Las conversaciones entre Vila y Virgi, su relación personal y laboral, su forma de tratar con jefes y subalternos, su manera de afrontar las investigaciones, sus pies de plomo y su mano izquierda; han conseguido dejar atrás el imaginario lorquiano de una Guardia Civil ágrafa, insensible y violenta.

Guardia Civil

Lean, lean ustedes cualquiera de las novelas de Lorenzo Silva protagonizadas por sus guardias civiles. Novelas en las que el factor humano va más allá de la investigación en curso, no en vano, Bevilacqua es psicólogo de formación.

Además, hoy es un día inmejorable para que ataquen “Los cuerpos extraños” con la que Lorenzo Silva cerraba su particular Trilogía sobre la Corrupción, que empezó con “El alquimista impaciente” y una investigación sobre los asuntos sucios de la Costa del Sol y siguió con “La marca del meridiano”, en la que los protagonistas se enfrentan a un caso de corrupción dentro del propio cuerpo de la Guardia Civil.

Lean “Los cuerpos extraños”. Porque, durante la investigación de la muerte de la alcaldesa levantina, Vila y Chamorro se las verán con concejales de urbanismo corruptos relacionados con el crimen organizado, con tramas de blanqueo de dinero negro y con siniestras presiones para conseguir la concesión de licencias para negocios turbios como un prostíbulo… y hasta un casino.

Rincón Oscuro Lorenzo Silva

Y es que hoy día, como la operación Térmyca acaba de poner de manifiesto, la Guardia Civil desempeña un papel de trascendental importancia en la lucha contra la corrupción que asola España.

Jesús Lens

Twitter Lens

El Noir también se bebe

“Me gustan los bares cuando acaban de abrir para la clientela de la tarde. Dentro, el aire todavía está limpio, todo brilla y el barman se mira por última vez en el espejo para comprobar que lleva la corbata en su sitio y el pelo bien alisado. Me gustan las botellas bien colocadas en la pared del fondo, las copas que brillan y las expectativas. Me gusta verle mezclar el primer cóctel, colocarlo sobre el posavasos y situar a su lado la servilletita de papel perfectamente doblada. También me gusta saborear despacio ese primer cóctel. La primera copa de la tarde, sin prisas, en un bar tranquilo… Eso es maravilloso”

Terry Lenox le dirige ese parlamento a Philip Marlowe en la novela  “El largo adiós” la última vez que compartieron un trago. Y con ese texto arranqué mi intervención en el festival Bruma Negra, en el majestuoso Café Residence de Bilbao, antes de salir hacia Plentzia.

Manu, oficiando en el Residence
Manu, oficiando en el Residence

El Residence, un establecimiento con alma en el que Manu nos agasajó con algunos de los cócteles más conocidos del género negro: el Gimlet y el Bronx.  Y es que, en el buen género negro no hay azar o casualidad en los bares en los que entran los personajes ni en las bebidas que se echan al coleto. La elección de un garito dirá mucho del protagonista y condicionará su comportamiento. Y los tragos que vaya tumbando servirán para dirigir la conversación en uno u otro sentido. A Raymond Chandler, por ejemplo, los bares le inspiran una excitante mezcla de filosofía y poesía.

Y es que en el Noir se bebe. Y mucho. Hablamos de un universo poblado de bares, tugurios, clubes y garitos. Y más allá de las cervezas de barril o del whisky a granel, algunos de los personajes más carismáticos del género negro y criminal muestran un indudable gusto y sofisticación a la hora de pedir en la barra. El más popular es, por supuesto, el Martini de James Bond. De sobra lo conocen: un martini con vodka seco, agitado, no mezclado. Esa fue su bebida de referencia durante décadas. Hasta que, en 2012 y para “Skyfall”, una cervecera pagó 34 millones de euros para que 007 cambiara su combinado de referencia… por una birra, lo que generó controversia y discusión.

Dry Martini Bond

Y es que los muy mitómanos somos fieles a las tradiciones. Por ejemplo, ¿qué se bebía en el Rick’s Café de “Casablanca”? El trago por excelencia era el Champagne Cocktail con el que Rick y Elsa brindan al reencontrarse. ¡Y eso que Rick era famoso por no beber, jamás, con los clientes! Pero Elsa era mucha Elsa…

Champagne cocktail

Cambiemos de continente y detengámonos en la Cuba justo anterior a la revolución, en la que dos hermanos conversan entre sí. Son italoamericanos y están en viaje de negocios. No han tenido una relación fácil y la conversación no es fluida. “¿Cómo se dirá Banana Daiquiri en español?”, le pregunta Fredo a Michael Corleone. El hermano pequeño, siempre pragmático, le responde: “Pues Banana Daiquiri”. Y ambos se ríen. Será el momento de mayor cercanía entre ambos. De hecho, nunca volverán a compartir un rato de expansión. Porque Fredo sigue bebiendo y bebiendo. Hasta que, en un momento dado, se va de la lengua. Y ya nada volverá a ser igual.

Banana Daiquiri el padrino

¡Ay, esa Cuba en la que Hemingway lo tenía claro, dejándolo escrito, de su puño y letra, en la propia pared de La Bodeguita del Medio de La Habana: “Mi mojito en La Bodeguita, mi daiquirí en El Floridita”. En su caso, siempre muy secos, con triple ración de alcohol… y nada de azúcar.

Pero el cóctel Noir por excelencia, el que bebe Philip Marlowe y el que todos los buenos aficionados al género debemos pedir en una barra, es el Gimlet. Volvamos a “El largo adiós” y a nuestro detective privado favorito: “El camarero dispuso la bebida frente a mí. Con el jugo de lima presenta un aspecto entre verdoso pálido y amarillento brumoso. Probé. Es al mismo tiempo dulce y fuerte. La mujer de negro me miraba. Levantó su copa hacia mí. Bebimos. Entonces me di cuenta de que bebíamos lo mismo”.

Efectivamente. El Gimlet, como la buena novela negra, engaña. Es chispeante y refrescante. Entra muy bien. Pero al final, te deja noqueado. Hablamos de un cóctel que le debe su nombre a un médico de la armada británica llamado Sir Thomas Gimlette, que mezclaba el alcohol con los limones resecos para tratar de combatir el escorbuto y conseguir que los marineros tomaran vitamina C. Un cóctel, sin embargo, cuya etimología es clara y precisa, al traducirse como “Barrera de mano”, buena muestra de los estragos que puede producir.

The Long Goodbye

Y que no les confundan. Que Chandler lo tiene muy claro y lo deja escrito en sus novelas: “Lo que llaman Gimlet no es más que jugo de lima o de limón con gin, una pizca de azúcar y licor de raíces amargas. El verdadero gimlet está hecho mitad de gin y mitad de jugo de lima Rose’ y nada más”. Y una última aseveración: “Deja chiquito al Martini”.

Así que, ya lo saben: Buena literatura negra y… ¡salud!

Jesús Lens

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Gran Granada

En Granada, los años 60 no se recuerdan por el mayo parisino, precisamente. Ni por el Festival de Woodstock, el Flower Power, el rock de la Costa Oeste de los Estados Unidos o la invasión de los hippies.

En Granada, los años sesenta estuvieron marcados por unas terribles inundaciones que cambiaron la fisonomía de la ciudad, dando lugar al nacimiento y consolidación de algunos barrios que hoy son muy populares.

Gran Granada Genil desbordado

Aquellos cambios y alteraciones propiciaron una corriente de especulación urbanística tremebunda, además de afectar a la vida de la gente, por supuesto. Y de todo ello habla “Gran Granada”, una excelente novela negra de Justo Navarro, publicada por la editorial Anagrama, que se abre con la muerte de un abogado en un céntrico hotel de la calle Ganivet.

¿Quién era aquel abogado y qué pintaba en Granada? Y, sobre todo, ¿por qué, tras su muerte, comienzan a morir algunas de esas personas que forman parte de la más conocida Gran Granada? Algunas, por su propia mano…

Máscaras. La “Gran Granada” descrita por Navarro está poblada de máscaras. Y de mascaradas. Sin que sea tiempo de Carnaval. Porque las familias, las parejas y los matrimonios no son necesariamente lo que parecen, como la investigación puesta en marcha por el comisario Polo sacará a relucir.

Gran Granada

El comisario Polo. ¡Qué tipazo! Es llamativo que, necesitando unas gafas de culo de vaso para ver lo más evidente por culpa de su galopante miopía, sea todo un visionario. Que tiene pinchados todos los teléfonos que importan en la ciudad, convencido de que el desarrollo de la tecnología será fundamental para las investigaciones policíacas. Un Polo que también vaticina la importancia de la televisión, que podría ser una inmejorable aliada a la hora de controlar las mentes de los ciudadanos. Aunque no sé yo si él pensaba en la telebasura, precisamente…

En “Gran Granada”, Justo Navarro hace una excepcional disección de una sociedad que se balancea entre las ansias de cambio y la contumaz realidad que lo hace imposible. Dos Granadas que chocan entre sí de forma inmisericorde.

Gran Granada Justo Navarro

Una Granada culta, amante del arte y la historia, avanzada y tolerante, se enfrenta a una Granada obtusa que solo mira hacia atrás, asustada por los cambios que se vislumbran en el horizonte. Una Granada reaccionaria y rancia, cateta y violenta, que solo piensa en el dinero. En el dinero fácil. Que suele ser el dinero más sucio. Y el que con más insistencia exige estabilidad, orden y concierto, como no nos cansamos de leer en las informaciones sobre  la corrupción de cada día.

Y ese choque, la fricción de esas dos Granadas, irá dejando cadáveres en el camino. Y víctimas colaterales. Pero nos servirá para conocer un poco mejor la ciudad en la que vivimos. Porque de los barros provocados por las inundaciones de los sesenta vienen algunos de los lodos en los que todavía estamos enfangados, cincuenta años después.

Gran Granada Noir

Y si no me creen, busquen un documental que, aparentemente, no tiene nada de negro y criminal: “Sacromonte, los sabios de la tribu”, dirigido por Chus Gutiérrez, coautora del guion junto al narrador de la historia, Curro Albaicín. Ahí verán cómo, tras las inundaciones y aprovechando la ruina que provocaron, el famoso barrio de los gitanos fue arrebatado a sus históricos moradores, provocando un auténtico cataclismo en el mundo del flamenco granadino.

Los reasentamientos de los antiguos moradores del Sacromonte en distintos barrios de la ciudad terminaron por disgregar a una comunidad que, dispersa y alejada de sus cuevas y sus zambras, dejó de ser lo que era.

Gran Granada IDEAL

Y en estas estábamos cuando Franco decidió visitar Granada, tras las inundaciones. Lo que provocó otro terremoto, como Justo Navarro describe en “Gran Granada”. Porque hubo muchos fallos en la organización de aquella visita. Incluyendo una antigua pistola extraviada… que podría ser usada en un atentado.

Gran Granada Patria

Una novela de tanto alcance como “Gran Granada”, además de contar una historia de crímenes, robos de arte y especulación, nos descubre una ciudad que fue y que, por fortuna, ha quedado muy difuminada. Aunque todavía queden resabios, en ciertas actitudes. Una novela, en fin, que nos anima a bucear en el urbanismo local. Empezando por la calle Ganivet.

Pero todo ello ya formará parte de otra historia…

Jesús Lens

Twitter Lens