Al final de su charla con Sergio García, en el transcurso de la cuarta edición de Granada Noir, surgió la siempre inevitable pregunta: “¿En qué estás trabajando ahora?” Y Antonio Altarriba nos dio un alegrón: estaba a punto de salir “Yo, loco”, en Norma, la segunda entrega de su Trilogía egoísta, que arrancó con un cómic que ya es leyenda, “Yo, asesino”.
Por el Salón de Caballeros XIV de La Madraza se extendió un inevitable runrún de voces, todo el mundo expectante ante uno de los grandes lanzamientos del año. Y a fe que “Yo, loco” no ha decepcionado…
A través de su Trilogía egoísta, el tándem creativo conformado por Antonio Altarriba al guion y Keko al dibujo está componiendo un inquietante fresco sobre la España contemporánea en el que la Universidad, el mundo del arte y el poder de las grandes empresas e instituciones tienen un papel preponderante.
En “Yo, loco”, el protagonista es un autor teatral muy creativo al que ha contratado una importante compañía farmacéutica para que contribuya a trazar unos perfiles muy especiales: los de determinados comportamientos que podrían ser catalogados como patologías. De esa manera, la empresa puede “crear” el fármaco más adecuado para combatirlas. Solo que nuestro hombre tiene dudas. Éticas, morales y filosóficas. Y eso, en el mundo de la farmacopea y la salud mental…
¿Es razonable que en 1946 la OMS reconociera solo 26 enfermedades mentales mientras que hoy día hay más de 200 catalogadas? ¿Ha evolucionado tanto la ciencia en el campo de la salud mental o existe un interés desmedido por “patologizar” cualquier comportamiento que se salga de lo normal? Esta última posibilidad nos afectaría de dos maneras: sacarnos los cuartos y convertirnos en seres humanos clónicos.
Leyendo el prodigioso tebeo de Altarriba & Keko recordaba una película que, por desgracia resulta imposible de encontrar: “Corredor sin retorno”, de Samuel Fuller. Tratamos de programarla en el AulaCine CajaGranada, en el ciclo dedicado al periodismo de investigación, pero no hubo forma. La película, conmocionante, comenzaba con una cita de Eurípides: “A quienes los dioses quieren destruir, primero les vuelven loco”.
Lean, lean “Yo, loco” y asistan al imparable proceso de caída en la locura de una persona cualquiera. Una narración muy crítica con la desmedida ambición de los directivos de los todopoderosos conglomerados empresariales y, también, muy inquisitivo con las contradicciones del mundo del arte contemporáneo, uno de los leit motivs de la Trilogía egoísta.
El guion de Altarriba no deja títere con cabeza y el agresivo y violento blanco y negro de Keko se convierte en una lección magistral de cómo trasladar la técnica del claroscuro al universo del tebeo. Con esos rastros de amarillo que simbolizan, por supuesto, la locura.
“Yo, loco” conecta a la perfección con otro título de Altarriba & Keko, una especie de spin off de la Trilogía egoísta. “El perdón y la furia” fue un encargo del Museo del Prado en homenaje a José de Ribera, conocido como El Españoleto, seguidor del Tenebrismo de Caravaggio y con una desmedida pasión por representar el martirologio cristiano con todo lujo de detalles, a través de un naturalismo que lindaba con lo sádico y salvaje.
“El perdón y la furia” es otra muestra más de ese claroscuro tan violento que caracteriza la obra en colaboración de Altarriba & Keko y que arrancó en el mítico “Yo, asesino”.
Hace unos años, en el transcurso de una mesa redonda sobre asesinos en serie que tuvimos en Plentzia, Antonio Altarriba nos demostraba que todos podemos ser asesinos, sin necesidad de apelar al arrebato o a la legítima defensa.
“En las profundidades de China existe un mandarín más rico que todos los reyes de quienes hablan la leyenda o la Historia. Nada conoces de él, ni su nombre, ni su rostro, ni la seda con la que viste. Para que tú heredes sus caudales infinitos, basta que hagas sonar esa campanilla que se halla a tu lado, sobre un libro. Él apenas emitirá un suspiro en los confines de Mongolia. Entonces se convertirá en un cadáver y tendrás a tus pies más oro del que puede soñar la ambición de un avaro. Tú, que me lees y eres un mortal, ¿harás sonar la campanilla?”
Así reza el prólogo de “Yo, asesino” uno de los cómics más subversivos que he tenido ocasión de leer. El protagonista, además de declararse como asesino desde el principio de la narración, sin ambages ni subterfugios, tiene los rasgos del propio Altarriba, lo que contribuye a provocar mayor desasosiego aún en el lector.
¿Puede considerarse al asesinato como la performance artística definitiva? En este caso, el ByN propio y característico de los autores del tebeo se verá teñido de súbitos trazos rojos, allá donde brota la sangre.
Por cierto que la tercera entrega de la Trilogía egoísta se titulará “Yo, mentiroso”. Y ya estoy como loco por tenerla en mis manos. Casi, casi me atrevería a decir que mataría por ello. Así es el poder adictivo de Altarriba & Keko.
Jesús Lens