Una semana muy energética

Balance de una semana movida y agitada en la que el concierto-fiesta de cumpleaños de Miguel Ríos supuso un viaje musical en el tiempo por la historia del mejor rock granadino. También incluyó parada en el Teatro del Generalife para disfrutar de ‘Reyerta’, un valiente proyecto de aliento lorquiano de largo recorrido, amplísimas posibilidades y brillante futuro. 

Les tengo que hablar del músico Darío Tamayo, que se me quedaron cosas que contar de la conversación en La Brujidera, y de un lugar mágico y enigmático, siempre sorprendente y cargado de posibilidades: el carmen de la Fundación Rodríguez Acosta. 

Una semana muy literaria, como no puede ser de otra manera en Granada, entre nuestro club de lectura negro-criminal, una conversación a pecho descubierto sobre la revolución del leer y la firma, que veinte años no es nada, del acuerdo final sobre el legado lorquiano, tema sobre el que también me gustaría volver. 

Pero hoy es un día entregado al cómic, que la Alianza Francesa de Granada, con la colaboración del festival Gravite, inaugura una espectacular exposición en la Biblioteca de Andalucía sobre la obra ‘El mundo sin fin’, publicada en España por Norma Editorial y de la que ya les hablé meses. 

“Una vez más, un cómic me pone a cavilar. En este caso, ‘El mundo sin fin’, en el que el talento visual de Christophe Blain se combina con las tesis científicas del experto climatólogo Jean-Marc Jancovici”, les contaba entonces. (AQUÍ se puede leer). 

Jancovici defiende que el despegue económico va ligado al uso de la energía, con las desigualdades sociales que eso conlleva. Sobre todo porque, cuanto más desarrollo experimenta una comunidad, más energía consume, lo que contribuye a ahondar las diferencias entre países ricos y pobres. 

Si a todo ello le sumamos que los recursos energéticos son finitos, y que el abuso de su consumo está contribuyendo a acelerar el cambio climático, nos encontramos en uno de esos momentos decisivos en la historia de la humanidad. Lo dejo aquí, de momento. Pásense por la exposición, lean el cómic, que defiende tesis polémicas, y comentamos.

Jesús Lens

 

Marías, Berlanga y el tiempo circular

Hoy se vuelve a completar un círculo. No sé cuántos van ya, pero estoy seguro de que no será el último. ¡Ni por aproximación! Nos salimos excepcionalmente de la dimensión negro-criminal que caracteriza esta sección para ingresar en lo gravitacional. Aunque la cosa tiene sus dosis de intriga. Sobre todo, si no creen ustedes en la casualidad. 

Empecemos por lo más inmediato. Esta tarde, el festival Gravite patrocinado por CaixaBank entrega al Cineclub Universitario de la UGR el III Memorial Fernando Marías, en el 75 aniversario de su fundación. Pocas instituciones como la dirigida por Juan de Dios Salas hacen una mejor labor didáctica y divulgativa en Granada.

Entregarle al Cineclub un reconocimiento que lleva el nombre de Fernando Marías tiene todo el sentido dado que el novelista, guionista y dramaturgo fue, ante todo, un gran cinéfilo. Nunca podré olvidar aquella vez que, compartiendo mis dudas y zozobras sobre el futuro profesional, me dijo una frase que llevo grabada a fuego: ganarás menos dinero, pero por mal que se pongan las cosas, siempre podrás volver a ver ‘El Padrino’. 

Volver a ver ‘El Padrino’ como sinónimo de dicha y felicidad, de no necesitar mucho más. ¡Qué razón tenía! Cuando nos veíamos, tras los primeros 30 segundos de conversación blanca y cortés, nos arrancábamos con la sempiterna pregunta: ¿Has visto…? Y se paraba el tiempo mientras hablábamos de cine horas y horas. 

En algunas ediciones de Granada Noir, el propio Marías compartió tertulia con Juan de Dios Salas al final de una proyección mientras el público tumbaba tercios de Cervezas Alhambra deslumbrado por su mutua sapiencia y elocuencia. Aquello era el equivalente fílmico a una final de Roland Garros. ¡Qué lujazo!

Por eso, cuando me tocó escribir el discurso de ingreso en la Academia de Buenas Letras de Granada, lo hice en segunda persona, tratando de invocar la presencia espectral de Fernando Marías en mi antigua Facultad de Derecho. Un discurso basado en uno de nuestros temas favoritos: las películas que nunca llegaron a filmarse, asunto en absoluto baladí que nos permitía fantasear largo y tendido. ¿Cómo habría sido el Napoleón de Kubrick? Seguro que muy diferente de ese apunte que estrenó Ridley Scott el año pasado, a la espera de que le dejen hacer un nuevo (y mejor) montaje.

¿Habría estado el ‘Jazz Blanco’ de Ellroy a la altura de ‘LA Confidencial’ o habría sido un fallido y nostálgico retro-ejercicio al estilo de ‘La dalia negra’? ¿Se le habría ido la pinza del todo a David Lynch con ‘Ronnie Rocket’, su proyecto más anhelado? ¿Podemos imaginar la versión de Víctor Erice de ‘El embrujo de Shanghai’, la novela de Marsé? Y así. 

En aquel discurso me centré en tres de las películas más grandes jamás filmadas: el Leningrado de Sergio Leone, el Nostromo de David Lean y la cuarta parte de los Leguineche de Luis García Berlanga. Porque el guion estaba escrito, pero no fue posible filmarla. Curiosamente, no guardo memoria de ninguna conversación con Fernando sobre Berlanga. Y bien que me arrepiento. ¡Maldición! 

Cuando hablamos con Juande para planificar la entrega del III Memorial Fernando Marías al Cineclub Universitario en día de proyección, sólo podía ser hoy. ¿Y saben qué película tenía programada? Nada más y nada menos que ‘Patrimonio nacional’, la segunda de la saga protagonizada por el Marqués de Leguineche y, para mí, la mejor de todas, aunque adore las tres. 

¿Ven ahora por qué les hablaba de cerrar un círculo? Acompáñennos esta noche a las 20.45 en el Espacio V Centenario de la UGR. Será muy bonito y emocionante. ¡Y hay cine gratis!

Jesús Lens

Balance del año negro y criminal

Terminado otro año y a la espera de ir comprobando qué nos deparará este 2020, es buen momento para hacer repaso a la feraz cosecha noir que nos dejó un 2019 con grandes momentos, tanto literarios como cinematográficos.

Comencemos recordando que hemos tenido el privilegio de asistir al renacimiento de Pepe Carvalho, uno de los personajes fundacionales del policíaco español. De manos de Carlos Zanón, disfrutamos de la vuelta a la vida del mítico detective y de sus garbeos por el Madrid y la Barcelona contemporáneos, tanta tensión, tanta distancia, tanta separación. Y otro esperado retorno: el de Domingo Villar y su inspector Leo Caldas, extraordinario.

Dos de las mejoras novelas negras españolas del año se centraron en la problemática de las personas que viven en las calles, en las que nadie se fija y cuya suerte trae sin cuidado a una inmensa mayoría. ‘El desfile de los malditos’, de nuestro querido y llorado Antonio Lozano; e ‘Invisibles’, de Graziella Moreno, quien también puso el acento en la gente con problemas psiquiátricos. Ambas novelas están publicadas por Alrevés, un año más, la editorial que más y mejor noir español ha publicado.

Mucha de la gente que vive en cajeros automáticos o bajo las marquesinas de los autobuses adolecen de trastornos mentales que les impiden llevar una vida normalizada. O lo que habitualmente se entiende como tal. Graziella Moreno, en una novela rebosante de la mejor literatura y repleta de poderosas imágenes, nos pone en su piel.

He leído muchas más novelas españolas que extranjeras. Es lo que tiene organizar un festival como Granada Noir: exige estar al cabo de la calle de lo que se publica en nuestro país para ofrecer al público la mejor selección posible de autoras y autores. En este sentido, debo destacar la excelente nómina de periodistas que, además, han publicado novelas este año: Marta Robles, Berna González Harbour, Tomás Bárbulo, Jerónimo Andreu o Íñigo Dominguez.

También leímos, de forma compulsiva, ‘El cártel’. El portentoso cierre de la Trilogía del Narco que nos regaló Don Winslow es pura adrenalina. Y descubrimos al autor galo Marin Ledun, cuyas novelas son una excelente radiografía de la Francia contemporánea. Y un pedazo de sorpresa: ‘Carreteras de otoño’, de Lou Berney.

En el mundo del cómic y a la espera de la vuelta de ‘Blacksad’, cuyos creadores fueron galardonados con el V Premio Granada Noir, alucinamos con la picaresca que preside ‘El Buscón en las Indias’, de Juanjo Guarnido y Alain Ayroles. La granadina Belén Ortega cerró su trilogía dedicada a la saga Millenium y nos hemos hartado —que no cansado— de leer historias del Joker, el perturbado más noir de los supervillanos, impulsado por el éxito de la película interpretada por Joaquim Phoenix. Ojo, también, a las adaptaciones al mundo de la viñeta que Hernán Migoya y Bartolomé Seguí están haciendo de las primeras novelas de Carvalho.

Cinematográficamente, y al margen de otros estrenos, hay que destacar ‘El Camino’, la vuelta de Vince Gilligan al universo expandido de ‘Breaking Bad’, un peliculón en el que conoceremos el destino ¿final? de Jesse Pinkman y, sobre todo, ese monumento fílmico, ese legado inconmensurable que es ‘El irlandés’.

Resulta paradójico que, en el siglo de las series y cuando se ha hecho popular pegarse atracones —maratones, les llaman— de varios capítulos seguidos, una de las pegas que se le ha puesto a la magna obra de Martin Scorsese es que sea ‘demasiado larga’. Otras críticas señalan que los venerables ancianos que protagonizan ‘El irlandés’ no resultan creíbles. Que son demasiado mayores para pegar palizas. Espero que los sustentadores de esta tesis no crean que John Wayne era una máquina de matar indios, dotado de una proverbial puntería, o que los diminutos James Cagney y Humphrey Bogart eran, de verdad, unos malotes de tomo y lomo.

‘El irlandés’ es una película totémica que juega con todo lo que ya hemos visto en el cine de Scorsese. El que sus protagonistas sean Pesci y De Niro no es gratuito. Ni casual. Las palizas, los asesinatos, la brutalidad… todo eso ya estaba en ‘Uno de los nuestros’ y ‘Casino’. Ahora, lo que toca es reflexionar sobre el paso —y el peso— del tiempo. Sobre los estragos de la edad. Sobre las consecuencias de haber dedicado la vida a ejercer la violencia. Una reflexión sobre los códigos de la lealtad y la servidumbre. Y a dónde conducen.

Termino este repaso a algunos de los destellos del 2019 con Víctor del Árbol, cuya novela ‘Antes de los años terribles’ nos conmovió hasta las entrañas, contando la tragedia de los niños soldado de África; y con Rosa Montero y su inaudita trilogía sobre la replicante Bruna Husky.

Porque ambos van a estar en Granada próximamente, participando en la segunda edición de Gravite que, patrocinado por Bankia, abrirá la temporada cultural-festivalera en nuestra tierra. Novelas de tinte policíaco que nos permiten viajar en el tiempo y sumergirnos en universos literarios y cinematográficos sólo aparentemente lejanos y alejados.

Jesús Lens