Aprovechando que estas semanas navego más por las aguas de la Costa Tropical de lo que camino por las calles del Zaidín, algunos amigos me han mandado los enlaces con las noticias más negro-criminales del barrio, del pirómano que le pegaba fuego a los contenedores de basura a la pelea entre bandas que nos sacudió la otra tarde.
Impresiona lo de los machetes, las hachas, los cuchillos y los martillos rompecristales reconvertidos en rompecrismas. Impresiona un huevo… y parte del otro. Según nos cuenta José Ramón Villalba, una banda con miembros de origen latino y otra integrada por chavales de origen magrebí se citaron en el entorno del conservatorio de música para hincharse a palos, sin que todavía se conozca el porqué. Al final, tras dispersarse todo quisque cuando llegó la policía, se detuvo a tres de los participantes en la bronca en Cruz de Lagos. Entre los detenidos, los tres de nacionalidad española con independencia del origen de sus familias, había un menor de edad.
Resulta complicado hacer sociología, en caliente, sobre el fenómeno de las llamadas bandas juveniles, aunque muchos de sus miembros tengan ya más de dieciocho años y sean ciudadanos adultos con todas las de la ley. La cantidad de factores que influyen es enorme, desde el racismo y la identidad a la exclusión, la pobreza, la falta de oportunidades, la ausencia de horizontes vitales y profesionales o el fracaso de un modelo educativo integrador. Es necesario repensar todo esto.
Resulta paradójico que la bronca comenzara en el entorno del conservatorio de música, un brillante ejemplo de descentralización artístico-formativa que ha creado un virtuoso ecosistema a su alrededor. Y que terminara en Cruz de Lagos, cuyas pistas deportivas suelen ser una sucursal de la ONU con decenas de chavales de todos los orígenes compartiendo las canchas de fútbol y baloncesto.
Y luego está lo del pirómano histórico que, este 2020, ha volcado su pasión incendiaria en los contenedores de basura. Tras sus últimas tropelías, vuelve al tratamiento psiquiátrico, retirado de las calles. Otro caso complejo en el que se deben volcar los profesionales y las instituciones.
¡Qué ganas de buenas noticias! A este ritmo, a nuestro querido Alfonso Salazar no le va a quedar más remedio que resucitar a su mítico detective del Zaidín para tratar de arrojar luz a este caótico pandemónium que nos trae a todos locos y a maltraer.
Jesús Lens.