El 26 de agosto de 2013, leíamos el siguiente titular en El País: «Obama da los últimos pasos hacia una intervención militar en Siria». Lean, lean y fíjense cuánta contundencia… para nada.
Dos años después nos hemos olvidado de que Bachar el Asad era un asesino sin escrúpulos que utilizó armas químicas contra sus propios ciudadanos. Porque entonces «llegó» el Estado Islámico y todo cambió. Hezbolá, Irán y el chiísmo radical ya no parecían ser la peor pesadilla para Estados Unidos. Ahora, Obama se apoya en estos regímenes para combatir al Estado Islámico cuando precisamente fue el régimen de Washington el que alentó a las facciones más integristas de Arabia Saudí de las que nació el EI… para combatir el chiísmo.
Dos años después, se vuelve a hablar de intervención en Siria. Pero de un tenor muy diferente. Dos años después…
¿Y, mientras, en Europa? Pues eso. Que habrá que hablar con Al Asad, que se nos está llenando el patio de atrás, AHORA, de incómodos refugiados. Y algo habrá que hacer, AHORA, no sea que muera otro niño en la playa frente a una cámara de fotos y se vuelva a liar la cosa, con la gente pidiendo que se haga algo. AHORA. O mañana, ya si eso…
Lean, lean el acertado y preclaro análisis que hace un experto hoy, en El País, dos años después de aquel otro titular: Larga vida a Al Asad.
Qué inquietantes, oportunistas y dolorosas resultan la geoestrategia y la política internacionales…
Jesús Lens