Hoy martes hemos convocado en la librería Picasso a nuestro Club de lectura y cine con la misma urgencia con que el ministro Albares ha llamado a consultas a la embajadora española en Argentina por el follón Milei.
Hace un par de semanas envié un mensaje al ciberespacio al estilo de los que mandábamos al mar, de chaveas, dentro de una botella. “Acabo de terminar ’48 pistas sobre la desaparición de mi hermana’, la novela más reciente de Joyce Carol Oates publicada por RBA, y necesito hablar”. Dicho y hecho. La peña se puso manos a la obra y esta tarde nos lanzaremos a degüello sobre ella.
En condiciones normales, este Rincón oscuro estaría dedicado a ellas, pero el fin de semana vi ‘La zona de interés’ y tengo tal bola en el pecho que si no escribo sobre la conmocionante película de Jonathan Glazer, basada en la novela homónima de Martin Amis, corro el riesgo de asfixiarme.
Lo sé, lo sé. Llego tarde. Pero lo importante no es llegar primero, sino saber llegar. A estas alturas ya está todo dicho sobre la película ganadora del Óscar a la mejor producción extranjera del año pasado y, ojo, al de mejor sonido. Aunque está repetido hasta la saciedad, no puedo dejar de citar a Hannah Arendt y su famosa ‘banalidad del mal’: esta devastadora película es su quintaesencia fílmica más y mejor depurada.
No les reviento nada si les digo que la película cuenta la vida del comandante Rudolf Höss, el comandante de Auschwitz. A su vida familiar, me refiero. A la que comparte con Hedwig, su mujer, y con sus hijos en una preciosa casa con un jardín repleto de flores exquisitamente cultivadas y anexa al campo de concentración.
Da lo mismo lo que les cuenten: tienen que verla para sentir el desasosiego, la angustia y el dolor que transmite… sin que haya una sola imagen truculenta. El fuera de campo, tanto visual como sobre todo sonoro, adquiere una nueva dimensión en la pantalla, que no por casualidad aparece completamente teñida de negro y de rojo en determinados momentos de una película que te deja emocionalmente devastado, destrozado y aniquilado. Malo será que en el trasnoche de hoy, en el bar, no salga a colación, aun a riesgo de que se nos amarguen las cervezas y se nos atraganten las tapas.
Y con esto enlazo con el titular: A24. Buena parte de las películas contemporáneas más interesantes que estoy viendo últimamente son de esa productora independiente, cuyo catálogo es apabullante. Ya les hablé hace unas semanas de la imprescindible ‘Civil War’, de Alex Garland. ¿Me hicieron caso y fueron a verla al cine? Si no, ahí va una cariñosa, pero firme colleja.
Recordemos que la visionaria y anticipatoria ‘Ex Machina’, otra obra maestra de Garland, uno de los directores contemporáneos más excitante, ya fue producida por A24. ¿Y se acuerdan de las oscarizadas y multipremiadas ‘Moonlight’, ‘The Florida Project’, ‘Lady Bird’ o ‘The Disaster Artist’? Pues lo mismo.
Estas semanas he visto la reflexiva y contemplativa ‘A Ghost Story’ y ‘Vidas pasadas’, de Celine Song, una de las historias de amor más preciosas de los últimos tiempos. Y eso a pesar de que… ¡buah! No les cuento nada.
Tengo pendiente de ver ‘La ballena’, de Darren Aronofsky, pero me da miedo, mucho miedo, asomarme a ella, por mucho que no sea de terror. Y también la ‘Priscilla’ de Sofia Coppola, ahora que tanto hablamos de su megapadre. ¡Máxima atención a todo lo que sale de A24! Como mínimo, siempre es original, interesante, diferente y prometedor.
Jesús Lens