La herencia de Boabdil

Vamos con el artículo que publicamos hoy en IDEAL, que arranca con una de esas frases célebres que, más bien, parecen una sentencia y que enlazaría con el final de este otro artículo, sobre las Alhambra. Ya sabéis, las Especiales, Las Milno, etc.…

– ¡Llora como mujer lo que no supiste defender como un hombre!

Cuenta la leyenda que eso fue lo que le espetó su simpática madre al pobre Boabdil, cuando este echó la vista atrás y se despidió de Granada con un suspiro que parece haber sido más contagioso y determinante para esta ciudad que las mismísimas siete plagas de Egipto para el país de los faraones.

Boabdil, lloroso, mira atrás y parece echarle una maldición a Granada

Dejando al margen el sexismo, políticamente incorrecto, de la legendaria maldición de la arpía de Aixa, bien es cierto que Granada se ha acostumbrado precisamente a eso: a llorar, patalear y berrear; más que a defender y luchar por aquello que considera justo y necesario. Sería cansino, ocioso y reiterativo hacer un repaso, por somero que fuera, de las afrentas cometidas, las promesas incumplidas y los proyectos inconclusos en esta tierra y cuya mera enunciación hace que, a cualquier granadino, se le abran las carnes. Bueno, al menos, a cualquier granadino políticamente inorgánico, claro.

“¡Más sudor y menos lágrimas!” Al partido que se presente a las próximas elecciones municipales con un lema parecido a ese, le voto. Sobre todo si, para la alcaldía, propone a una mujer. Las mujeres, por lo general, son mucho más sufridoras que los hombres y están más acostumbradas a apretar los dientes y tirar para adelante, contra viento y marea. Además, son capaces de conciliar intereses distintos y de lidiar con muchas y muy diferentes situaciones a la vez.

 

Yes, she can

Empieza a ser imprescindible un movimiento civil que, más allá de criticar, censurar y repudiar todo lo (mucho) que no está bien en Granada; aporte ideas constructivas, factibles y ejecutables. Y, además, que sea capaz de buscar y conseguir los medios, el compromiso, la energía y la capacidad de trabajo para ponerlas en marcha y ejecutarlas. Porque la reflexión, sin acción, es como el toreo de salón, los partidos de pretemporada o los primeros borradores, apuntes y bocetos: necesarios, pero inútiles si no terminan desembocando en una vuelta al ruedo, un título de Liga o un cuadro expuesto.

Si algo está demostrando esta honda crisis es que, quién algo quiere, algo le cuesta. No suelo ser muy refranero, pero hay verdades de la sabiduría ancestral que conviene recordar, reivindicar y ejecutar. Sobre todo, cuando las hemos olvidado, contravenido y violado, con total impunidad.

¡Se acabó el gratis total! Y eso, en la tierra del chaviquismo, resulta especialmente doloroso. ¡No más lágrimas por las subvenciones desaparecidas, los patrocinios perdidos, las ayudas congeladas y los convenios olvidados! Es hora de trabajar por lo que creemos justo y necesario. Toca poner en marcha ideas, iniciativas y proyectos personales, familiares y comunitarios. Dinero hay poco, es cierto. Sin embargo, tiempo, ganas, tecnología, imaginación, compromiso, fuerza y energía no deberían faltar.

Aprovechemos la crisis para enterrar, de una vez por todas, la pesada, plañidera y paralizante herencia de Boabdil y su madre. ¡Ya va siendo hora!

Jesús Lens