Lo ha hecho muy bien. Pero que lo haya tenido que hacer… manda huevos, que diría aquél. Y sobre este esperpéntico asunto hablo hoy en IDEAL.
Rosa, nuestra Rosa, la Rosa de España que siempre ha llevado a Granada por bandera, ha tenido que grabar un vídeo y distribuirlo por redes sociales para disculparse por unas palabras que dijo en el documental sobre la primera edición de Operación Triunfo y que, además de haber sido malinterpretadas, le han reportado reproches e insultos a través de Twitter.
Entre otras muchas cosas, Rosa dijo que cuando vuelve a Granada, empieza a hablar mal y a comer más. A partir de ahí, el talibanismo más reaccionario de la Red, los guardianes de las esencias que no entienden nada ni se molestan en entender, han concluido que Rosa insultaba a Granada. Y, por extensión, a todos los granadinos. Y que renegaba de su patria chica. Y no sé cuántas necedades más. Y luego los insultos, por supuesto. Que no falten los insultos…
A ver. Que levante la mano el que no come más cuando vuelve a su casa. Que arroje el primer Twitt el que, reunido con su familia y sus amigos, tras mucho tiempo sin verse, no se pone púo de comer y de beber. ¿De verdad es necesario explicarlo? Peor aún: ¿de verdad tiene Rosa que pedir disculpas por decir que hace lo que hacemos todos?
Y está lo de hablar mal. Que nunca me olvido de cuando mis padres charlaban con la rama gallega de mi familia por teléfono, que no tardaban ni treinta segundos en adoptar un acento extraño y cantarín con curiosísimas inflexiones de voz que jamás les escuchábamos en otro contexto.
¿De verdad tiene Rosa que disculparse por decir que, cuando está en casa, adopta de nuevo un hablar más rajao y cerrao de lo habitual? Ella. Rosa. Ella misma en su misma mismedad. Ella, que reconoce que hablaba fatal y que no la entendía nadie. Ella, que se ha esforzado por mejorar su dicción al igual que ha trabajado duramente por cuidar su dieta y por hacerse más y mejor cantante y artista.
¿De verdad ha tenido Rosa que pedir disculpas porque una panda de mentecatos se ha sentido insultada por unas palabras que, cualquiera con dos dedos de frente, sabría entender y contextualizar?
Qué pena, la estulticia general a la que nos conduce el hooliganismo mental.
Jesús Lens