TEATRO

La columna de IDEAL, celebradora y onomástica.

 

Hoy se celebra el Día Internacional del Teatro. Reconozco que no suelen gustarme estas efemérides, pero también es verdad que fechas señaladas como ésta nos permiten reflexionar sobre temas o cuestiones que, por lo general, pasan de tapadillo por nuestra vida. Como el teatro, por ejemplo.

 

Siempre he sido hombre de cine. Adoro las películas y, por tanto, cuando iba al teatro, todo lo que acontecía en escena me parecía falso, forzado y mentiroso. Crecido y educado a través del séptimo arte, el Arte Total por antonomasia, sentía que el teatro era como el niño tonto de la familia, un quiero y no puedo obsoleto, añejo y avejentado.

 

Hasta que, una vez, fui al pequeño, íntimo y entrañable Teatro Alhambra y, desde un asiento próximo al escenario, me topé con Juan Luis Galiardo. No recuerdo qué obra se representaba, el argumento o el tema. Tampoco recuerdo si estaba bien o no. Daba igual. El lujo era disfrutar, durante hora y media, de la presencia de un monstruo como Juan Luis, allí delante, sólo para tus ojos… y los de otro puñado privilegiado de espectadores.

 

A partir de ahí, este tipo de teatro adquirió una nueva dimensión. Cada obra a la que iba era como un regalo, único y exclusivo, al disponer de noventa minutos de la vida de unos actores que parecían desnudar su alma frente a ti: cada gesto, cada rictus, cada gota de sudor, cada inflexión de voz… todo ello acontece delante de tus narices. Y una sola vez. Parafraseando el famoso monólogo de «Blade runner», las obras de teatro constituyen momentos únicos e irrepetibles, que, como lágrimas en la lluvia, terminan perdiéndose en el tiempo, pero perdurando en la memoria de los espectadores.

 

Y precisamente por eso me gustan las salas pequeñas, como el Alhambra. Porque permiten disfrutar de esa especial comunión que se establece entre actores y  espectadores. Aunque el Isabel la Católica tiene buena visibilidad, no se goza igual de la ironía de El Brujo en uno que en otro espacio escénico, por ejemplo. Y, por supuesto, ver una obra de teatro en la Sala García Lorca del Palacio de Congresos, salvo que tengas la fortuna o la habilidad de hacerte con una entrada para las primeras filas, resulta una experiencia fría, gélida y desapasionada, dado el distanciamiento que existe entre el público y el escenario.

 

Después he tenido la suerte de vivir el teatro un poco más desde dentro, en Agüimes, en el envidiable Festival del Sur, Encuentro Teatral Tres Continentes que se celebra en el delicioso, inquieto y envidiable pueblo grancanario. Y una vez que tienes la oportunidad de hablar largo y tendido con actores, autores o directores, te conviertes en un adicto a las tablas, la farándula y las candilejas de forma que, al comenzar el año, coges el calendario y subrayas en rojo este 27 de marzo, el Día Internacional del Teatro, como uno de los auténtica y verdaderamente señalados.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

GRANADA ONÍRICA Y SURREAL

La columna de hoy de IDEAL, en clave fantasmagórica.

 

¿Recuerdan al niño de «El sexto sentido»? Pues uno, a veces, cuando se despierta por la mañana y lee la prensa o escucha la radio, también siente que está rodeado de muertos, zombies, pesadillas, proyectos imposibles e ideas quiméricas. 

 

Por ejemplo, no sé si les pasó a ustedes, al ver la fotografía que publicó IDEAL el 17 de marzo, cuyo pie rezaba así: «Eva Fernández posa en una desconocida zona del Palacio de Congresos, la que sirve de anfiteatro en la terraza.»

 

¿Aquello era real o era ficción? ¿Estaba flipando? Y la foto era realmente espectacular. Por lo visto, se trata de un espacio abierto con un aforo de 1.300 plazas, sobre el que la nueva responsable del Palacio dice lo siguiente: «queremos potenciar el auditorio al aire libre que hay en la parte superior del edificio, que muy poca gente conoce.»

 

Y tanto. No sé ustedes, pero yo ni idea tenía, oigan. Y mira que he ido veces al Palacio de Congresos, sea a conciertos, charlas, reuniones, eventos, etcétera. ¡Con lo que hemos rajado de la mala acústica de un recinto absolutamente inapropiado para ver a un Goran Bregovic, por ejemplo, que en esa terraza podría haber sonado de fábula!

 

Pero Granada tiene esas cosas. Como lo de la fastuosa cámara acorazada del edificio del Banco de España que IDEAL nos mostraba el domingo, con todo lujo de detalles. Más de cinco años lleva cerrado el emblemático edificio. ¿Desde cuándo estamos oyendo hablar de la Escuela de Fiscales? ¿Se acuerdan de la polémica acerca del Museo de la Ciudad? Y, la pregunta definitiva, esas cajas fuertes… ¿se usarán para encerrar a los futuros fiscales que no den la talla en la Escuela? Incomprensible.

 

O lo de los quince años que se tardará en la construcción del futuro Espacio Escénico de Granada del que, una vez presentado el proyecto, nada más se sabe. O las gratuitas, innecesarias y áridas críticas de Arenas, el eterno perdedor, a la ministra Álvarez, que estuvo de lo más sensata al anunciar que el ilusionante proyecto de Moneo para la estación del AVE granadino dialogará con la Alhambra y el Generalife.

 

La pobre Maleni, cuando habla en andalú descarnado, se gana las mofas y rechuflas del PP catalán. Y cuando utiliza un lenguaje poético, sonoro y cargado de luminosas imágenes, al estilo del Valdano de antaño; se lleva las reprimendas del PP del terruño. Al final, hasta le vamos a coger cariño, y todo. Sobre todo, si consigue que la Autovía de la Costa esté terminada dentro de veinte o veinticinco años de nada.

 

En fin. Algunas mañanas, uno se topa con la dimensión onírica de una Granada surrealista, desconocida, hermética y hasta pesadillesca. No sé si nos los merecemos. O si son reflejo de la sociedad que los elige. Pero ¿no tienen la sensación de que nuestros rectores son únicos para generar problemas, discusiones, broncas y desastres acerca de cualquier proyecto o idea que se plantea en alta voz?

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros

QUÉ FUERTE, LA MARI, DE CHAMBAO

Dejamos la reseña que publicamos hoy en IDEAL, sobre el concierto de anoche de Chambao, en la Industrial Copera. ¿Fueron? ¿Les gusta este grupo? ¿Y otros conciertos del fin de semana?

 

Un buen rato después de la hora prevista, por fin, salió a escena el guitarrista. Se habían escuchado algunos silbidos de protesta, que la gente ya comienza a exigir puntualidad en los conciertos, pero en cuanto La Mari surgió de entre las sombras y se sentó frente al micro, buena parte del público congregado se rindió incondicionalmente a sus pies.

 

Los Aslandticos habían caldeado un ambiente que hacía presentir una gran noche. Lleno hasta la bandera y con los exteriores de La Industrial Copera forrados de carteles con la leyenda «Entradas agotadas», el público tenía ganas de disfrutar del concierto de un grupo, Chambao, que lo debe todo a una artista de raza, La Mari, una mujer fuerte y de carácter que, desde el primer momento se metió al respetable en el bolsillo con su sencillez, su indudable energía y, sobre todo, con esa voz tan característica, marca de fábrica de un grupo con un sonido personal e intransferible.

 

Las fans más furibundas de la artista son esas jovencitas veinteañeras para las que la artista malagueña es más, mucho más que una cantante. Jovencitas que jalearon de principio a fin todas y cada un de las canciones de un concierto en que Chambao se exprimió en escena, tocando y tocando sin parar. Y cuando pararon, sólo fue para tomarse un respiro, dejando en escena a los enérgicos Fuel Fandango, para terminar su actuación con el célebre «Ahí estás tú», impregnando la Copera de ecos y resonancias mediterráneas, aunque el momento álgido de la noche vino con la interpretación de esa dolorosa y excepcional «Papeles mojados».

 

Entre el público, los acérrimos de la banda, encantados. Para otros espectadores, sin embargo, el flamenco chill de Chambao no ha evolucionado en exceso y, por mucho que la sección rítmica incorpore flautas, saxos y clarinetes; escucharles en directo una canción detrás de otra deja una cierta sensación de deja vú.

 

Así, las barras de la Copera estuvieron tan nutridas como los aledaños del escenario, en una larga noche de música, charla y conversación que dejó un buen sabor de boca en un público que, con la batucada posterior a la actuación de Chambao bailó hasta bien entrada la madrugada.

 

Un concierto muy agradable, que si por algo se recordará en la memoria musical granadina es por la complicidad, la simpatía y la admiración que La Mari despierta entre un público fiel y generoso.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.           

LA PERTINAZ CRISIS DEL CINE

Hoy abre la sección Vivir de IDEAL con este reportaje: «España no va de cine», en que se hace un alarmante repaso por la menguante cifra de espectadores que van a las salas.

 

Ha querido la casualidad que el escueto análisis que dejamos a continuación, y que complementa la información sobre el descenso de espectadores, coincida con que la columna de hoy de IDEAL se titule «Granada de cine».

 

A ver si coinciden o no con estas opiniones y, sobre todo, aporten ideas y sugerencias, por favor…

 

 

Hablar de cine y añadir la muletilla «crisis» es todo uno. Más pertinaz que la pertinaz sequía, desde que tengo uso de razón cinematográfica, las salas vienen perdiendo espectadores y el cine español, en concreto, está en un peligro de extinción más amenazador que el del lince ibérico. Los videoclubes, los canales de cine de pago, las megatelevisiones panorámicas y, por fin, las descargas ilegales a través de Internet parecen haber puesto en jaque la supervivencia de las salas de cine.

 

Y, cuando hablamos del cine español, a dichas causas hay que añadirles las de la competencia desleal de las multinacionales americanas y los atávicos prejuicios de los espectadores patrios a las películas locales.

 

La pregunta sería, por tanto, ¿hay forma de parar esta sangría?

 

El futuro de las salas pasa, inevitablemente, por una revolución tecnológica que convenza a los espectadores de que la experiencia de ver una película en un cine, rodeado de gente, es mucho más grata y excitante que verla solo en casa. Así, empiezan a imponerse los grandes estrenos en formato digital y, en el futuro inmediato, el 3-D será el gran anzuelo con el que Hollywood espera seguir capturando su cuota de pescado en el proceloso océano del ocio y el entretenimiento.

 

El cine español, por su parte, si quiere sobrevivir, tendrá que optar por jugar en la Liga de Campeones, con altos presupuestos y rodajes internacionales -Álex de la Iglesia o Amenábar- u ofrecer esas pequeñas películas diferentes, que apelen a una excepcionalidad cultural que tantos defienden, pero tan pocos han sabido cómo definir… y filmar.

 

Jesús Lens.         

GRANADA DE CINE

Dejamos la columna de hoy viernes de IDEAL, en clave obviamente cinéfila, con la semana que hemos tenido y lo que blogueamos el martes pasado

El anuncio de que más de doscientas películas han utilizado la Alhambra como privilegiado plató de rodaje para contar historias pertenecientes a géneros tan distintos como el bélico, la comedia o el musical; ha hecho que, de golpe, empecemos a pensar en Granada como tierra de cine.

Hace unos meses nos solazábamos con las imágenes animadas de «El lince perdido», pateando todos los rincones de la geografía andaluza, con parada en espacios tan reconocibles como Sierra Nevada o el Castillo de la Calahorra. Y la presencia de Antonio Banderas en la Alhambra, buscando localizaciones para la biografía de Boabdil, nos permite reflexionar sobre la importancia que tiene el cine en la consolidación de la imagen de una ciudad en el imaginario colectivo de los espectadores.

Por ejemplo, después de ver una película tan divertida, vitalista y optimista como «Bienvenidos al norte», ¿quién no tiene ganas de visitar los deliciosos pueblecitos de Calais? De hecho, tras la filmación en Praga de una de las entregas de «Misión imposible», el turismo creció más de un 40% en la capital de la República Checa. La trilogía del Señor de los Anillos sirvió para poner en el mapa viajero a un país tan improbable como Nueva Zelanda y el arrollador éxito de «Memorias de África» hizo que la demanda de safaris en los parques nacionales de Kenya y Tanzania creciera exponencialmente.

 

Por eso, hace años, la negativa de las autoridades a que Steven Spielberg filmara en la Alhambra algunas secuencias de la tercera parte de Indiana Jones nos cayó como un jarro de agua fría a quienes nos gusta el cine y amamos a nuestra ciudad. De hecho, cuando vimos a Indi cabalgar por el desfiladero del Siq y desembocar frente a la fachada del Tempo del Tesoro de la ciudad nabatea de Petra, nos morimos de la envidia.

Ya sabemos que la Alhambra es universalmente conocida y que no necesita de publicidad extra para atraer a cientos de miles de visitantes cada año -aunque el fiasco de las Siete Maravillas del Mundo podría cuestionar dicha certeza- y que su preservación hace necesario ser muy rigurosos con su explotación turística. Pero el efecto arrastre que la proyección internacional de una Alhambra de cine podría tener para Granada debería ser estudiado con mimo y atención.

 

En Barcelona hay rutas turísticas basadas en libros tan modernos como «La sombra del viento» y, más reciente aún, en películas como «Vicky Cristina Barcelona». En Madrid y Sevilla funcionan desde hace varios años las conocidas como Film Commissions, a través de las que se canaliza, organiza y fomenta la explotación audiovisual de sus calles y monumentos más preciados y conocidos. En Granada funciona una Film Office para gestionar los permisos de filmación en sus calles, pero se echa de menos una compilación al estilo de la realizada en la Memoria Audiovisual de la Alhambra y, por supuesto, un ciclo de cine como el organizado en la envidiable Biblioteca de Andalucía.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.