Mi reloj se paró ayer. Es decir, se quedó en blanco. El reloj que conecta con el satélite y te marca, además del tiempo que llevas, la velocidad a la que vas y el promedio kilométrico que arrastran tus piernas.
Y ya no lo he podido recuperar.
Así que salí a correr a cuerpo gentil, prescindiendo de los dictados del Dios Cronos.
Había quedado con mi hermano, temprano, en la puerta de una Licorería cercana a la salida. (Para los malpensados diré que, a esas horas, la licorería estaba cerrada).
Por una vez y sin que sirva de precedente, llegamos con tiempo a la salida. Nos situamos más o menos donde nos correspondía (no así otra gente, que sale desde muy adelante y luego es rebasada por cientos de corredores, provocando empujones y tropezones innecesarios) y, desde el pistoletazo de salida hasta que cruzamos el arco, pasaron un par de minutillos.
No sé cuánta gente habrá corrido hoy. La web de inscripciones señala que unas tres mil. Los voceros oficiales dicen que se ha llegado a 5.000 inscritos. Dudo que hayan sido tantos, pero lo importante es que han sido cientos y cientos de personas las que, hoy, tomamos las calles para hacer deporte.
Lo que, curiosamente, ha generado polémica en las Redes Sociales. Y mira que la carrera lleva anunciada en prensa y en paneles en las calles desde hace semanas. Pero claro, como leer el periódico no sirve para nada… Imagino que tampoco leer los Muros de decenas de atletas que llevamos hablando de la carrera desde hace días.
En fin.
Que el caso es quejarse. Sin embargo, no creo que los bares del Zaidín hayan puesto el grito en el cielo, teniendo a varios miles de personas deshidratadas en sus cercanías, con ganas de tomarse esas Alhambras Especiales y otras cervezas que, según todos los estudios científicos, constituyen la mejor hidratación posible después de hacer deporte.
Pero al lío. Que me pierdo en las digresiones.
Que la carrera me ha ido bien. Que estaba preocupado porque en los entrenamientos no me encontraba muy allá, pero que he hecho la mejor Media Maratón de los últimos años, en 1 hora y 45 minutos aproximadamente; volviendo al entorno de los 5 minutos el kilómetro, de media y sostenidos durante los (más de) 21,100 kilómetros de un recorrido duro y exigente como es el trazado de la Media Maratón granadina.
Mi plan, ayer, era el siguiente: salir lo más rápido posible y hacer los primeros 10 kilómetros con cara tranquila y aire desenfadado para, después, someterme a lo que técnicamente se denomina “La muerte del loro”: hincar el pico en el pecho, bajar la mirada y no levantarla hasta meta.
Dicho, y hecho. Fui con mi hermano hasta el kilómetro 8 más o menos. Él me iba diciendo algún parcial kilométrico, todos bastante por debajo de los 5 minutos. Y cuando llegamos al Camino de las Vacas, le miré por última vez y le dije:
- Hasta aquí he llegado. Te toca.
Y le vi marchar hacia delante, inexorablemente. ¡Carretón que se ha macado! Ha llegado a meta en 1 hora y 40 minutos. ¡Apoteósico! Sobre todo teniendo en cuenta que año pasado por estas fechas sufría para bajar de 1 hora y 50 minutos. (Resultados, tiempos y clasificaciones de la carrera, aquí )
Los entrenamientos en montaña, el buen ambiente en nuestro grupillo de Cabras Locas, las salidas con Edu y José Miguel, los arreones en la playa, la Bandera… ¡Un crack, mi hermano!
A partir de ahí, me relajé en exceso y me adelantaron muchos corredores. Me rehice, me volví a relajar y cuando íbamos por el kilómetro 16, donde otras veces ha llegado el Tío del Mazo y me ha dejado fuera de combate; me encontraba relativamente entero. Al escuchar el tiempo que llevábamos, me animé a tirar un poco. Y así, a tirones (ese maldito Paseo del Salón y sus revueltas) hasta meta.
Otra circunstancia adyacente: un señor entraba a mi lado sosteniendo a un bebé de semanas en sus manos. ¿Se puede ser más inconsciente? Un tropezón, un empujón, un lo que sea… en fin. Nuevamente. En fin.
Que llegué, que saludé a los amigos que me fui encontrando tras felicitar a mi hermano y tras las dosis nunca suficientes de hidratación; me volví a casa. Contento. Con la sensación del deber cumplido.
Ahora, pasadas las horas, empiezan los dolores de verdad. Las microrroturas. La tensión acumulada. La exigencia muscular. El desgaste que supone tirar de estos 95 kilos, durante 1 y 45 minutos, a 5 minutos el kilómetro.
Y con ganas. Con ganas de volver a Motril para rematar el Circuito de Fondo de Diputación, al que este año he fallado más que otros. Y a pensar en esa otra disciplina, cada vez más atractiva: la carrera de montaña y el Desafío Bárbaro de Pitres.
Pero esa ya será otra historia.
Jesús Lens