Fuego

El fuego está siendo el desgraciado protagonista de las noticias de sucesos de estos días. Cuando, en el Mediterráneo, nos aprestamos a festejar el solsticio de verano con las hogueras que llenarán de luz la noche de San Juan, aunando lo pagano con lo religioso en una atávica celebración, Londres y Portugal lloran a los muertos provocados por dos pavorosos incendios.

Cuesta trabajo asumir que hayan fallecido decenas y decenas de personas, abrasadas por el fuego. Dos incendios que pueden tener un origen fortuito, pero en los que la mano del hombre, por acción o por omisión, está muy presente.

 

Cuando se habla de recortes de partidas presupuestarias, solemos quedarnos en lo puramente numérico y, si acaso, nos fijamos en cómo afectan a la sanidad o a la educación, servicios básicos, pero que no son los únicos afectados por los presupuestos. Y sus recortes.

 

Todas las informaciones que llegan sobre el incendio en la torre Grenfell son inquietantes. Las consecuencias, por supuesto, que ya son 79 muertos o desaparecidos. Pero los avisos y advertencias que se dieron antes del incendio sobre la precaria situación del inmueble o el hecho de que contara con materiales de construcción prohibidos en la UE, habla bien a las claras del sindiós que existe en una de las grandes capitales del mundo. Sonará populista, pero esta catástrofe tiene un tufo a Dickens que no se puede soportar.

 

No es de extrañar que, en Portugal, las autoridades se aprestaran a señalar que el inicio del incendio fue fortuito, causado por un rayo. Pero luego está la cuestión del tratamiento de los bosques y de si se había trabajado en ellos, limpiándolos y adecentándolos de acuerdo con los protocolos de prevención de incendios forestales.

Porque esas partidas, las de prevención, limpieza de matorral e intervención en zonas boscosas, suelen ser de las primeras que caen de los presupuestos, cuando toca apretarse el cinturón. “El país tiene derecho a saber cómo ha ocurrido esta tragedia”, señala el primer ministro portugués, mientras su país sigue ardiendo, con seis incendios activos, y llora la muerte de 62 fallecidos.

 

Seamos cautos. Seamos prudentes. No ha llegado el verano, estamos padeciendo una infernal ola de calor, que no cesa, y en Granada ya ha habido varios conatos de incendios forestales.

Incendio en la zona de la Carretera de la Cabra. Foto: Ramón L. Pérez

Por imprudencias. Por necedad. Por hijoputismo. Por pasta. Y es mucho lo que nos jugamos.

 

Jesús Lens