Me hizo gracia un artículo del XL Semanal que, entre exclamaciones, exigía al lector que dejara de hablar del tiempo ya que, según un estudio -¿qué sería de nosotros, los opinantes, sin esos sesudos y variopintos estudios…?- hablar de temas relevantes es más productivo y la conversación insustancial acaba deteriorando las relaciones.
Y, claro, para conversación insustancial por antonomasia, la del tiempo. Por eso, aquí me tienen, para hacerles perder el tiempo, hablando del ídem. ¿O quizá no? Porque me temo que, por desgracia, pocos temas más importantes que el del tiempo tendremos que afrontar en el futuro.
Por ejemplo, hace unos días se anunciaba la suspensión de un triatlón porque las aguas del pantano en que debía desarrollarse la prueba de natación estaban tan bajas, que era imposible acceder a ellas. Y el año pasado, el triatlón de Baza se convirtió en duatlón porque el Negratín estaba sediento.
¿Han leído ustedes el informe de sequía de la Confederación Hidrológica del Guadalquivir, publicado el pasado 2 de agosto? Da miedo. Los pantanos de Cubillas y Colomera están en situación de emergencia y otros tres embalses de la provincia están en alerta. Llevamos cuatro años de sequía y, en lo que va de 2017, ha llovido un 60% de lo habitual.
Aunque hoy haga fresquito, ¿hablamos de los récords de temperatura de junio, julio y lo que va de agosto?
No. Hablar del tiempo no es gratuito ni baladí. Que le pregunten a Trump, por ejemplo. Que trece agencias gubernamentales norteamericanas han decidido hacer públicos los resultados de sus estudios sobre el cambio climático antes de que el Presidente metiera sus zarpas en el asunto.
De hecho, fíjense si al estrambótico tuitero del flequillo amarillo le da pavor que hablemos del tiempo que ha dado instrucciones para que su administración utilice eufemismos que eviten expresiones como cambio climático o gases invernadero. (Más información, AQUÍ)
Porque el cambio climático existe. Y esto no es una opinión. Es un hecho. Confirmado por el referido informe de trece agencias federales estadounidenses que encuentran pruebas abundantes del mismo y advierten de que las temperaturas de Alaska y el Ártico están subiendo “a un ritmo aterrador”.
Hablar del tiempo, por tanto, empieza a ser algo muy parecido a contar historias de terror. Para el próximo Halloween, ya lo saben: o se disfrazan de cambio climático… o se disfrazan de Trump
Jesús Lens