Lo único que le faltaba a esta semana sería que el gobierno de Susana Díaz decretara el 4-D como festivo en toda Andalucía, de forma que pudiéramos enlazar el que sería el Puente más Largo del Mundo, dejando pequeñas a esas osadas e imposibles obras de ingeniería chinas que tan bien lucen en Internet.
En serio: si queremos afrontar un debate sereno y constructivo sobre la reforma constitucional, lo primero que debemos hacer es cambiar la fecha en que la celebramos. No parece coherente hablar de cambios en nuestra norma suprema a la vez que celebramos el puente de la Constitución Inmaculada, con cientos de miles de personas atrapadas en un atasco o asfixiándose de humo mientras tratan de encender las chimeneas de los flamantes alojamientos rurales en los que pasarán estos días.
Cuando se habla de reforma constitucional, todos sabemos que, en realidad, nos referimos a la llamada cuestión territorial, neutral eufemismo empleado para no reconocer que los nacionalismos se han hecho dueños absolutos del debate y la atención mediática y ciudadana.
Leo estos días los sesudos análisis tactistas de la última decisión del juez Llarena y me da pena, rabia e impotencia pensar en la cantidad de tiempo, esfuerzos e inteligencia empleados en la cuestión nacionalista. ¡Qué desperdicio, que esos miles y miles de horas de estudio y reflexión no se dediquen a fomentar un debate constructivo sobre la precariedad del empleo, la violencia machista, la inteligencia artificial o los desafíos de la inmigración!
Este año, como efecto colateral del TEMA, en Andalucía hemos asistido a un 4D más reivindicativo y vistoso, con mucho tono verdiblanco en las redes sociales. Quizá sea necesario, a la vista de tanto esteladismo, cuponazo y conciertazo, sacar pecho y reivindicar el columnismo de Hércules y el Green Power de nuestra tierra. Pero, insisto, me gustaría que tanto esfuerzo de exaltación nacionalista se empleara en reflexionar sobre la sequía y los previsibles problemas de agua que nos van a aquejar de aquí a nada.
Y luego está la reacción a la reacción: el interesado auge de un supuesto nacionalismo granadino que, apelando al “Sevilla nos roba”, trata de encauzar el legítimo descontento ciudadano, ganado a pulso por determinadas políticas fallidas, hacia un movimiento con menos cabeza que pies, una amalgama de descabalgados y plataformeros que veremos a ver por dónde nos sale.
Jesús Lens