Es una cantinela que, a fuer de repetida, empieza a dar el cante. En esta vida, tan malo es pasarse como quedarse corto, y la estrategia de blandir con desmesura el lema de que Granada es un destino seguro en los tiempos de la Covid-19 resulta cuando menos cuestionable. Sobre todo si se enarbola al mismo tiempo que la provincia acumula la mitad de los brotes de Andalucía.
Ya me sorprendió que los portavoces de la Mesa del Aeropuerto, para analizar la marcha de EasyJet, insistieran en lo de Granada como destino seguro este verano. Como si la espantá de la compañía aérea de bajo coste tuviera algo que ver con esa cuestión.
Desde entonces, ha sido el mantra recurrente de los representantes institucionales. Granada, destino seguro. Era surrealista leer en una página del periódico esas declaraciones y, en la siguiente, los preocupantes datos sobre los brotes que nos rodean.
Inevitablemente me acordé de la consejera de Salud catalana, Alba Vergés. El día anterior a que se decretara el confinamiento de Lleida, descartaba que “de momento” se fueran a realizar confinamientos selectivos y negaba la posibilidad de volver a un modelo de fases. Ya ven lo que dura un momento.
La moderación del brote provocado en el tanatorio de Santa Fe y el control de otros focos activos nos permite respirar con una cierta tranquilidad esta semana, pero era inevitable que, hace unos días, hubiera un incesante runrún en la calle sobre la posibilidad de una vuelta atrás en la desescalada.
Desde hoy y a pesar del calor, todos los andaluces tenemos que llevar la mascarilla en todo momento. ¿Destino seguro? No. No hay destinos seguros este verano. Ahora mismo, en España, sin apenas limitaciones a la movilidad, hay 120 brotes activos de coronavirus. Hablar de destino seguro en estas condiciones es peligroso. Invita a que nos relajemos. A que nos descuidemos.
Así las cosas, utilizar muletillas fáciles y consignas voluntaristas no tiene sentido. Lo único razonable es apelar al cuidado extremo y a la máxima responsabilidad de todos y cada uno de nosotros.
A nuestros representantes institucionales, con el alcalde Luis Salvador a la cabeza, conviene recordarles el Tractatus de Wittgenstein: de lo que no se puede hablar hay que callar. Porque se empieza por hablar de Granada como destino seguro y se termina apelando a la inmunidad del rebaño en un discurso errático y confuso que no lleva a ninguna parte.
Jesús Lens