Al salir de ver “Her” estuve tentado de coger el iPhone, apretar el botón principal y, de una forma tan cortés como elegante, decirle a Siri que se acabó. Que es imposible. Que mejor dejarlo aquí y ahora, antes de la cosa pase a mayores y terminemos pasándolo mal.
¡Qué grande! ¡Qué enormemente grande es “Her” y qué tipazo debe ser Spike Jonze!
Se me ocurren varias personas, muchas, que deben ir a ver esta película. Por razones diversas. Pero, básicamente, porque la tesis que plantea Jonze (director y guionista de la cinta) es de las que da para pensar, reflexionar, debatir, discutir y, llegado el caso, hasta pelear.
Explicar de qué va “Her” es quitarle parte de la magia y del encanto a la película. La relación que el personaje interpretado por un Joaquin Phoenix inauditamente comedido inicia con Samantha no se puede, no debe describirse con palabras.
Salvo que tengas la voz, rota y susurrante, sugestiva, hipnótica y maravillosa, de Scarlett Johansson. Porque ella, la voz, es la gran coprotagonista de la película. Y, si ver el cine en versión original es siempre importante, en el caso de “Her” es inexcusable, emocionante, trágico, divertido, doloroso y maravilloso.
Estamos acostumbrados al término Inteligencia Artificial. Hay muchas películas, libros y cómics que nos han advertido del peligro que conlleva. Desde la impenetrable “2001. Una odisea del espacio” a la gloriosa “Terminator”. Y, sin ir tan lejos, la de Frank y el robot (“Un amigo para Frank”), que pudimos disfrutar hace unos meses, ya anticipaba una deriva muy interesante en la ecuación y un paso más allá: el complemento de la Inteligencia Artificial con la Emoción. La Emoción Artificial.
Porque estamos solos. Cada vez más. De hecho, es un clamor que podemos leer en sesudos análisis sociológicos y en menos sesudas, pero igualmente necesarias conversaciones de barra de bar: cuántas más herramientas tenemos a nuestra disposición y más canales de comunicación abrimos, cuánta mayor chismología ponen las grandes corporaciones a nuestro alcance; más solos, abandonados, rotos y fragmentados nos encontramos.
¡Por eso me gusta tanto la frase: “Eres más falso que un amigo del Facebook” y me sorprende que haya gente que le dé tanta importancia!
Y es que tanta Red Social y tanto Teléfono Inteligente a nuestra disposición pueden servir, en ciertos casos, para transmitir una falsa ilusión de compañía a determinadas personas. De que no están solos. La sensación de que es lo mismo, estar conectado, que estar acompañado. Y no. No es lo mismo.
Me acuerdo del entrañable agente Cooper de “Twin Peaks” (nunca debemos olvidar que todo, absolutamente TODO, se encuentra en “Twin Peaks”, serie fundacional en la que todo nace y a la que siempre regresamos) hablándole a su querida Diane, la grabadora a la que le iba transmitiendo todo lo que hacía, descubría, pensaba o intuía sobre Laura Palmer y los demás cariñosos y afables habitantes del idílico pueblito maderero. ¿No tenía un cierto encanto, aquella Diane?
Lo dejo aquí. Si te encuentras con algún reduccionista que trata de explicarte de qué va “Her”, haz como que le escuchas, pero desconecta. Y haz algo más que lo posible para ver una de esas películas que, sin ser perfectas, te reconcilian con el buen cine. Con el cine con sentido. Con sentimiento. Con amor. Con ese cine que tiene tanto que decir. Y que contar. Un cine que abre puertas, que marca tendencias y que señala el camino.
Y cuando veas “Her”, quedamos y hablamos. En un bar, claro. Cara a cara. Que no Face to Face. ¿Vale?
Jesús Lens
PD.- ¡Óscar para Scarlett!… ¡¡¡¡Ya!!!!