Hace ya un par de años que no se celebraba el torneo Intercajas de Baloncesto, no en vano, resulta muy complicado movilizar y organizar una competición como ésta, con unos quince equipos con doce o quince integrantes cada uno. Por tanto, los miembros de la escuadra de CajaGRANADA nos presentamos en Estepona como subcampeones, título ganado en Sitges, en el memorable torneo organizado por Caixa Penedés.
PD.- Vean lo que esta foto está provocando en las Costa del Sol…
Noviembre. Ola de frío polar. Complejo Isdabe. Costa ¿del sol? Días de viento y lluvia, oscuros, desapacibles. Jornadas de reencuentro con amigos de otras Cajas e, incluso, con compañeros de CajaGRANADA de quienes las distancias y las circunstancias nos mantienen habitualmente alejados.
Volvemos a ver al gran Ángel, de Vital, viviendo una nueva juventud. A Ander, familiarmente conocido como Don Hostia, tan grande como noble, de la Kutxa, que este año ha traído a tres chicas. Nos cruzamos con la máquina baloncestística que conforma Caixa Catalunya, con los majos chicos de la BBK, descubrimos a los cañeros muchachos de la CAM… y comenzamos a jugar.
Ganamos el primer partido a la gente de Penedés, dura, rocosa, pero escasa de efectivos. Nunca terminan de estar todos. Como nosotros este año, que hemos venido por oleadas. Un primer partido en que Álvaro Fernández, nuestro Cherry particular, tuvo que multiplicarse en cancha dado que el bueno de Curro se quedó en casa, disfrutando de una recién estrenada paternidad.
Base puro, Álvaro, espíritu alegre del equipo, como uno de esos trasgos de la mitología norteña, cogió la manija del equipo, templando, mandando, metiendo triples imprescindibles y, al final, cuando las cosas estaban más difíciles, dando balones a Pedro Torres, nuestro Hombre Resolución, siempre presto a cargarse el equipo a las espaldas, desatascando el juego cuando más espeso se había puesto, negociando duramente las condiciones de la rendición de los colegas del Penedés.
El segundo partido lo teníamos contra la Caja Vital de Vitoria. En teoría la Cenicienta del grupo. En la práctica, equipo revelación gracias a la incorporación de un descarado grupo de jovenzuelos. Ese día se nos unió Álvaro Hoces, serio y formal, muy reposado y sereno, equilibrado, centrado, cuyos tobillos están pidiendo a gritos una limpieza a fondo, pero que no le han evitado cuajar el excelente torneo que de él se esperaba. Y, aún así, perdimos. No por mucho, pero sí claramente.
Andaban los ánimos ensombrecidos para el tercer y definitivo partido. Al ser un grupo tan igualado, todos podíamos ser primeros o últimos. Cuarenta minutos para la gloria o el fracaso. Contra la CAM, con dos tallos largos como espárragos, pero fuertes como adoquines.
Fue un día para la gente alta del equipo. Rafa Díaz, el más listo de la pista, venciendo timideces, dudas y titubeos, se lanzó en tromba contra los valenciá y José Lens, un coloso, se encargó de cargar de faltas a Isaías, su hombre franquicia, recogiendo rebotes y rechaces y percutiendo contra el aro contrario como el ariete que siempre ha sido. Fran Muñoz, nuestra máquina de precisión de filiación balcánica, auténtico muro de contención defensivo y valladar infranqueable, contribuyó a provocar la locura mediterránea, haciendo posible que termináramos ganando con una contundencia que nos permitió clasificarnos primeros de grupo y pasar, por tanto, a semifinales. El regusto por el trabajo bien hecho y la satisfacción por el deber cumplido nos animaron a celebrar nuestra gesta (que lo fue) castigando el cuerpo con carnes argentinas de primera calidad.
Y como si de la octava parte de una serie de películas de terror se tratara, nos cruzamos con esa máquina trituradora y carnicera que es Caixa Catalunya. Otra vez. Nuevamente. Qué horror. Para esta entrega, presentaron a un inédito reparto de clónicos Mr. Propper que, unidos al poderío interior de sus clásicos, Eduard y Pep, actuaron como martillos pilones contra los que opusimos el ingenio y el desparpajo del sin par Francis Navarro y las poderosas embestidas y creativos malabarismos de José Manuel Burgos, llegando a estar por encima de los malos en el tercer cuarto… para terminar rendidos a la evidencia de la superioridad incuestionable de un equipo que es mucho más que un grupo de compañeros de trabajo que se juntan para jugar al baloncesto. Y eso que teníamos con nosotros, por fin, a nuestro showman por excelencia, el siempre admirado Miranda, cuyas cabriolas en el aire le convierten en un bailarín del parquet, un Billy Elliot de las canchas.
El sábado, cansados, con Pedro y Álvaro Fernández lesionados y con Fran camino de Oriente Medio, nos plantamos en el partido por el tercer y el cuarto puesto con un banquillo tan corto como intenso. Y ahí fue donde nuestro jugador franquicia, Migue Ríos, una máquina de jugar al baloncesto, apodado como Michael-Machine, destapó nuevamente el tarro de sus esencias para llevarnos a cobrar una rápida ventaja de veinte puntos contra los chicos de Segovia, que no conseguían parar el vendaval de juego de nuestro jugador más chiquito, pero más bravo, letal y peleón.
Cuando escribo estas líneas, aún no se sabe quién ha sido nombrado el mejor jugador del torneo, pero créanme: Michael-Machine es, siempre, la pesadilla de todos los equipos rivales, cuyos entrenadores se ven obligados a inventar complejísimas defensas para intentar anular a MM, nuestro imprescindible Cinco, que siempre termina metiendo veinte o más puntos por partido.
Terceros, pues. Medalla de bronce. Ya hemos sido segundos, terceros, cuartos, quintos y otras muchas posiciones, en la historia del torneo. Nos falta, eso sí, ser primeros. Pero para ello, es necesaria una nueva ola de sangre fresca que enriquezca a este equipo. Nuestro entrenador, un sabio José Manuel Moreno, lo tiene claro. Ha sabido cómo mover los peones sobre el tablero con la sapiencia que le caracteriza, sacando lo mejor de nosotros mismos. Pero el empuje de la juventud se hace imprescindible para optar al triunfo final.
Aunque parezca increíble, han pasado diez años desde que la mayoría de los que hoy llevamos la medalla de bronce a casa empezamos en esto de los Intercajas. En este tiempo, la mayoría se ha casado y tenido hijos. A todos nos han salido canas y a buena parte nos ha caído un infame puñado de kilos encima. Las mujeres que nos han acompañado estos días pueden dar fe de ello. Pilar, Marian, Lorena, Sandra e Inma, cuyo aliento infatigable nos llegaba desde las gradas, también lo tienen claro: nos animarán a seguir viniendo a los Intercajas, mientras el cuerpo aguante, pero si encontramos a un par o tres de jóvenes y aguerridos jugadores que nos secunden en estas amistosas batallas, todos saldremos ganando.
¡A por ellos!
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.