Hay gente que, si tiene una cagalera imposible de disimular, de las que te dejan varado en casa en estado febril y no se pueden hacer pasar por una gripe dado que no estamos en temporada de gripes, deja muy claro que fue provocada por la ingesta de un alimento en dudoso estado o por haberse pegado una ‘pechá’ de comer. Que nadie vaya a interpretar que se caga por las patas abajo en ese otro sentido de la expresión ‘estar cagao’.
En esta sociedad tan (pos)moderna y civilizada, podemos lesionarnos cualquier parte del cuerpo y no pasa nada. Roturas, distensiones, enlongaciones, fisuras… huesos, tendones, articulaciones… No-pasa-nada. Sobre todo si vienen provocadas/motivadas por actividades físico-deportivas y/o laborales. Permiten sacar pecho, incluso.
Hay quien va al fisio como el que va a la peluquería o al supermercado. El diminutivo ya da buena muestra de la familiaridad con que lo tratamos. Nos vemos a las 8, después del fisio. ¿Me recoges a la salida del fisio? No puedo, que tengo fisio.
¡Ay, sin embargo, lo cuesta arriba que se nos hace lo del psicólogo! La de circunloquios y excusas que buscamos antes de reconocer que nos hace falta ayuda con el coco. Pasen el coach, el entrenador personal o el tutor de mindfulness. El profesor de yoga, el monitor del gimnasio o el de reiki. ¿Pero un psicólogo? ¡Hum! Algo le funciona mal ahí dentro. No es capaz de soportar la presión. No es fiable. A saber qué pasa en esa cabecita.
En ‘Solo ante el peligro’, el sheriff interpretado por Gary Cooper sentía miedo ante la amenaza de la muerte y se pasaba la película pidiendo ayuda. A Howard Hawks, aquello le pareció intolerable, una absoluta falta de profesionalidad, y se inventó a John T. Chance, el circunspecto marshall interpretado por John Wayne, empeñado en arrostrar él solo todos los peligros posibles y alguno imposible, manteniendo alejados a los amigos.
Sin embargo, en todas sus películas, el héroe hawksiano solo consigue salir con bien de sus aventuras gracias a una pequeña-gran ayuda de esos amigos a los tan bien cantaban los Beatles.
Sirva lo de Simone Biles como revulsivo para entender y asumir que con la cabeza no se juega. Como con las fracturas, esguinces y cervicales doloridas. ¿Se imaginan no ver bien y dejar de ir al oculista por el qué dirán? Pues lo mismo, pero con el psico.
Jesús Lens