Una vez más, un cómic me pone a cavilar. En este caso, ‘El mundo sin fin’, en el que el talento visual de Christophe Blain se combina con las tesis científicas del experto climatólogo Jean-Marc Jancovici. De Blain ya les he recomendado otra joya de tebeo, este de corte gourmet: ‘En la cocina con Alain Passard’. Se trata de un dibujante con una inmensa capacidad para sintetizar conceptos complejos en ilustraciones muy precisas y reveladoras que contribuyen a hacer comprensibles temas científicos tan abstrusos como la energía y el cambio climático.
Porque de eso va ‘El mundo sin fin’, publicado por Norma Editorial. De la íntima relación entre un desaforado consumo de energía y las peligrosas perturbaciones en el clima, y por tanto, en la vida de 8000 millones de personas. Aunque a unas les afecta mucho más y peor que a otras. La tesis que defiende Jancovici es que el uso creciente de la energía está íntimamente ligado el despegue económico y a la transformación social que, de forma desigual, ha experimentado el mundo. A la vez, cuanto más desarrollo, más consumo de energía, por lo que la brecha entre los países ricos y los pobres se hace cada vez más grande. Del consumo de energía dependen los transportes, claro. Pero también todas las infraestructuras que hacen más o menos confortable nuestra vida. En pocas palabras: para crecer económicamente hay que consumir energía. Y punto.
El problema es que venimos conduciéndonos como si los recursos energéticos fueran ilimitados. Y no lo son. A la vez, el consumo desaforado de recursos energéticos está provocando cambios en el clima que pueden ser irreversibles. Es necesario tomar decisiones y hacerlo ya. Y aquí es cuando empiezan los problemas. Ayer mismo podíamos leer una noticia que va contra el sentido común: “El mundo consume más carbón que nunca”. La guerra en Ucrania está impulsando un recurso barato que, sin embargo, es el principal emisor de dióxido de carbono a la atmósfera, con todo lo que ello supone.
Estamos en un momento trascendental en la historia de la humanidad. Las energías solares y eólicas son clarísimamente insuficientes en el contexto en que nos encontramos. ¿Qué hacer? Jancovici apuesta por la fisión, la energía nuclear de toda la vida, combinada con un severo plan de austeridad, que no de decrecimiento. ¡Lagarto, lagarto! Y es en este punto que el concepto de fusión y el Ifmif-Dones entran en juego.
Cuando se habla de la fusión y de una posible fuente de energía limpia e inagotable, uno tiende a dudar. Suena a ciencia ficción. Al mito de la piedra filosofal. A El Dorado del siglo XXI. Y, sin embargo, de acuerdo con los científicos, podría ser posible. De eso va, precisamente, todo lo referente al acelerador de partículas y al Ifmif-Dones del que tanto venimos hablando en los últimos años. (Aquí, varios enlaces con lo que he ido escribiendo en IDEAL sobre el tema).
Lo escribí hace meses, cuando empezó la execrable invasión rusa de Ucrania y se complicó el mercado energético: en un contexto de inestabilidad como este, las inversiones en el proyecto del Ifmif-Dones deberían ser más decididas e importantes que nunca. ¿Y si estamos en uno de esos momentos estelares de la humanidad en los que, de forma global y coordinada, trabajamos por salvar el planeta?
Lo sé, lo sé. Suena a rollito Mr. Wonderful. Pero lo cierto es que Croacia va a invertir en el Ifmif-Dones de Escúzar, Japón está empeñado en esta tecnología, el experimento en Estados Unidos demuestra que es posible, Suiza y Francia apuestan por ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor)…
Son tecnologías de desarrollo muy lento. Y caro. Pero estamos ante un punto de no retorno en el que, si no queremos vernos abocados al decrecentismo voluntario (con todos los conflictos que conllevará) o directamente a la pobreza sobrevenida, hay que tomar decisiones. Granada, como con la Inteligencia Artificial, está en el meollo de la cuestión. Prestemos atención a todo lo referente a la energía. Nos va la vida en ello. Porque el futuro del Planeta se está decidiendo aquí y ahora y el Ifmif-Dones es la mejor lotería que le ha tocado nunca a Granada. Junto con la Alhambra, claro.
Jesús Lens