Marcaron una época. Tanto que, por mucho que pasen los años y la producción audiovisual haya crecido exponencialmente, siguen ocupando los puestos de cabeza de las mejores series de la historia de la televisión. ‘Los Soprano’, ‘The Wire’ y ‘Breaking Bad’, tan negras y criminales ellas tres.
Tres series que trascendieron lo puramente audiovisual para convertirse en referente de una época, continuamente citadas en todo tipo de reportajes, entrevistas… y de conversaciones de barra de bar, donde siguen vivitas y coleando.
Durante mucho tiempo se fantaseó con la hipotética vuelta de Tony Soprano, dado que el final de la mítica serie gangsteril fue tan abierto que, para muchos, ni siquiera podía considerarse un final. La muerte de James Gandolfini en 2013, sin embargo, puso punto y final a aquella rumorología más o menos fundada.
Los creadores de ‘The wire’, por su parte, son tan prolíficos que su huella se puede seguir en decenas de series, la mayoría de ellas magníficas, de ‘Treme’ y ‘Show me a hero’ a la muy reciente ‘The Deuce’, sin ir más lejos.
La única serie del Olimpo noir que ha tenido continuidad, por tanto, ha sido ‘Breaking Bad’, la historia de un profesor de química de Alburquerque (Nuevo México) que, enfermo de cáncer, se convierte en un capo de la droga para tratar de asegurar el futuro de su familia.
Aunque el protagonista principal de BB eran Walter White y su alter ego como despiadado traficante, el mítico Heisenberg; la serie creada por Vince Gilligan presentaba a una notable serie de magníficos secundarios, de Gustavo Fringe y Tuco Salamanca a Mike Ehrmantraut o el cínico abogado Saul Goodman. Y por encima de ellos, Jesse Pinkman, exalumno de White y su socio en la fabricación y distribución de metanfetanima.
El final de ‘Breaking Bad’, tan temido por los aficionados, dejó un inmejorable regusto en sus fieles seguidores. Sin embargo, el último episodio de la serie, titulado ‘Felina’ y emitido en 2013, no fue sino un nuevo principio para el universo expandido de BB: tras cinco temporadas y 62 episodios de la mejor narración audiovisual posible, todo volvió a comenzar en 2015, cuando se estrenó el primer episodio de ‘Better Call Saul’, una serie que, digámoslo ya, no tiene nada que envidiarle a su hermana mayor.
El protagonista total y absoluto de esta secuela/precuela es Saul Goodman, el abogado sin escrúpulos que blanqueaba el dinero de Walter White. En un espectacular alarde narrativo sin parangón, Vince Gilligan decidió contarnos su historia, con pelos y señales, situándole en 2002, seis años antes de su entrada en escena en ‘Breaking Bad’.
Antes de convertirse en Saul Goodman, el personaje interpretado por Bob Odenkirk se llamaba James Morgan McGill. Jimmy para los amigos. Slippin Jimmy, ’El Resbalones’, para las compañías de seguros. Porque antes de sacarse el título de abogado por correspondencia en una improbable universidad de imposible ubicación, Jimmy era un pícaro, un buscavidas que simulaba tener accidentes para estafar a los seguros. A Jimmy también se le daban bien las pequeñas estafas, los trucos de guante blanco. Hasta que decidió enderezar su vida. Y fue entonces cuando comenzaron sus problemas de verdad.
A veces, de tanto como me gusta la serie, al terminar un episodio de ‘Better Call Saul’ tengo la intención de tuitear algo como ‘¿Y si Breaking Bad y Walter White sólo hubieran sido el prólogo que anunciaba el advenimiento de Saul Goodman?’
Ahora, además, nos ha llegado ‘El Camino’. Está en Netflix y se subtitula ‘Una película de Breaking Bad’. ¡Por fin entiendo por qué no hubo este año entrega de ‘Better Call Saul’! Dos horas de película, escrita y dirigida por el gran Vince Gilliam, en la que el protagonista es Jesse Pinkman, a quien dejamos huyendo por carretera. Jesse es el personaje cuyo final quedó más abierto en la serie y resulta muy oportuna esta recuperación.
¿Y necesaria? Pues depende. Partiendo de que, más allá de tener un techo bajo el que dormir, unas ropas que vestir y un mendrugo de pan que llevarnos a la boca, todo lo demás es superfluo; personalmente estoy encantado de que Gilligan siga agrandando ‘Breaking Bad’, dándole su personal, único e intransferible toque narrativo y estético.
De los planos fijos con multiplicidad de interpretaciones a las secuencias tranquilas y pausadas. De las explosiones de violencia más súbitas al humor negro más desopilante, incluyendo un duelo de western noir absolutamente maravilloso. Y la fotografía, hermosa, componiendo un cuadro perfecto en tantos y tantos planos. Y la música. Y los personajes. Que, ojo, hay cameos tan evocadores y en absoluto gratuitos como el de Mike, ese viejo sabio, y el del propio Walter White.
La duda es, una vez que ‘Better Call Saul’ llegue a su final en una o dos temporadas, ¿seguirá Vince Gilligan expandiendo el universo infinito de ‘Breaking Bad’? Ojalá que sí…
Jesús Lens