Cenital

Hace un par de años me traje de Semana Negra un libro enorme, perturbador e impresionante; radicalmente moderno, global, contemporáneo y anticipador. Se llamaba “Buda Blues” y su autor, el colombiano Mario Mendoza, me impresionó por la hondura de su mirada y la serena tranquilidad de su rostro.

La sensación de la recién terminada cita anual gijonesa con la literatura de género ha sido Emilio Bueso, no solo por ganar el premio Celsius 232 a la mejor novela de terror, fantasía y ciencia ficción con su espléndida “Diástole”, sino también por presentar la muy inquietante, especulativa, incisiva y angustiosa “Cenital”, publicada por la inquieta y visionaria editorial Salto de Página.

“¿Y entonces qué?

Entonces las tiendas se quedarán sin comida. El agua dejará de salir de los grifos. Los apagones nos parecerán un pequeño inconveniente comparados con el hambre y la sed. El despliegue de la oscuridad marcará el fin de nuestra civilización”.

Con este texto de Guy McPherson, catedrático de recursos naturales y ecología estadounidense, se abre una de las partes que componen “Cenital”: fragmentos de discursos, artículos y estudios que pronostican la inminencia de una crisis energética que convertiría en una broma a la amenaza de la prima de riesgo o del rescate financiero de la UE.

¿Estaremos todavía a tiempo?

La otra parte de la novela narra la historia de una ecoaldea puesta en marcha por el protagonista de la historia, un visionario apodado Destral que, cuando entendió que el final estaba cerca, creo una web, http://www.cenital.net/, y desde ella animó a la gente a compartir con él un proyecto: poner en marcha un sistema productivo autosostenible y no dependiente de las energías fósiles.

La historia de Cenital, Destral y la ecoaldea fortificada, bautizada como Cenital, se desarrolla en dos planos: el pasado, que arranca en 2008, cuando el protagonista cobra conciencia de la inminencia del Hundimiento; y el futuro, situado en un apocalíptico 2014, cuando el caos se ha apoderado del mundo y la sociedad se ha visto reducida a un grupo de aldeas más propias del neolítico que del siglo XXI que tratan de resistir el ataque de las hordas de bárbaros nómadas que, al estilo de “Mad Max”, asolan España.

Porque lo habitual de este tipo de distopías es que acaezcan en Texas, Nueva York o Arizona. Pero no. El gran acierto de Bueso es hablar de la España de aquí y ahora; describiendo paisajes reconocibles por todos y mezclando el 15-M, la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera con un futuro inmediato en que los pocos supervivientes que lo pueblan han vuelto al trueque y a la rueca para ir tirando.

Como recurso narrativo para contar el antes y el después del Hundimiento y la construcción, puesta en marcha y modo de vivir en Cenital, Emilio Bueso se inventa las biografías de algunos de sus habitantes, desde Destral y Agro a Braqui, Sapote, Crestas o el Interventor. Además, sitúa la acción justo en un momento decisivo para la ecoaldea: falta grano y hay que organizar una expedición de trueque al exterior de la fortaleza, con el riesgo que conlleva.

Emilio distópico Bueso

Pasado y futuro inmediatos conviven en una novela de lectura voraz y apasionante que combina las causas y las consecuencias; que cuestiona el aquí y el ahora para alertar sobre la insostenibilidad de un sistema de vida abocado al desastre, a la hecatombe, a un cataclismo tan pavoroso como ¿inevitable?

“Cenital” es una novela especulativa sobre un mundo futuro en el que no queremos creer, pero que tenemos la obligación de vislumbrar y prever. Episodios como el del deshielo de toda Groenlandia, en el lapso de cuatro días, son un buen indicativo de que, quizá, hay que prestar atención a los informes y estudios de algunos científicos, expertos y profesores.

Porque quizá estemos a tiempo de cambiar (algo) las cosas, antes de que las cosas nos cambien (del todo) a nosotros.

Jesús Lens

Seguimos, seguimos aPostando. Uno al día. Y llegados a mediados de mes, vamos cumpliendo, ¿no? A ver los aPostados anteriores:

El caballero oscuro

Ejército enemigo

Ryan Giggs

Cerveza Alhambra

Prometheus

La ciudad de los ojos grises

Dejarse ir

De dioses y hombres

Garabatos y Nuevas Tendencias en Salobreña

La mano invisible

Media Maratón de Granada 2012

Vuelve el Tirano

Añejas referencias literarias de los políticos de hoy

Veamos, además, los anteriores 14 de agosto: 2008, 2009, 2010 y 2011.

¡Aquí estamos!

Leo las entradas blogueras de los tres años anteriores, desde que “Pateando el Mundo” está en Granadablogs, y me tiro de los pelos (abajo, los enlaces, como hacemos siempre, para recordar en qué estábamos, entonces).

Hace tres, estaba camino de Siria, haciendo escala en Estambul. Y el pasado año acababa de volver de Senegal, impregnado de su Teranga, hospitalidad y buen rollo.

¿Y en 2011?

En 2011, aquí estoy.

Y no sé muy bien el porqué, ya que aún me quedan unos días de vacaciones.

Pero… ¡cualquiera se iba! Con la que está cayendo (que ya le vale, a la frasecita de los coj…)

Pero… ¡cómo te vas a ir, alma de cántaro!

Anda, bonico, estate quietecico y deja el pasaporte guardadico, como dice nuestra querida Panchy, al menos hasta Semana Santa.

Y eso he hecho. Quedarme.

No me pregunten muy bien la razón. Ni yo mismo la sé. Yo creo que es por culpa de uno de los efectos más perversos de la crisis: el miedo paralizante. El temor reverencial.

Aunque puedas, estate quieto. No te vayas. No te metas en nada. ¡Alto! STOP. Piénsatelo. O, mejor aún, no te lo pienses. Solo… quédate. Inmóvil. ¿Por qué? Porque sí. Porque es lo que toca. Porque no está el patio para irse. Por lo que pueda pasar. No sea que…

Así las cosas, aquí estamos.

Aquí seguimos.

Pensar que me he cogido cuatro días de permiso para no ir a ningún sitio, la verdad que me desasosiega. Hasta me molesta, oiga. Que estoy aprovechando el tiempo, claro que sí. Pero que a mí, las vacaciones, me gustan para irme al quinto pino. O al sexto carajo. Y más allá.

Y más rabia me da al hablar con mi querida Silviña, que está ultimando el petate para irse… ¡al Senegal y la Casamance, nada menos! No hay justicia en este mundo. ¡Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr!

Y este año, sin saber exactamente la razón, aquí estamos…

Jesús estático Lens

Leo, y agonizo de envidia: 2008, 2009 y 2010.

MI ÚLTIMA PALABRA

La columna de hoy de IDEAL es como un exabrupto que se grita más que se escribe. Lo sé. Era la intención al redactarlo.

 

Me acordaba de ello al leer una propuesta de un amigo Feisbuquero: si el mundo se acabara ya, ahora mismo, en este instante, y sólo pudieras decir una palabra, sólo una, ¿cuál sería? Imagina que es 21-12-12, que la profecía maya se cumple y Kukulkán, el Elegido, no consigue cumplir con su destino.

 

A mí se me ocurrió que la más indicada, por las muchas acepciones que tiene sería un fuerte, alto, claro y estentóreo…

 

¡JOOOOODER!

¡Es la misma!
¡Es la misma!

Pero seguro que se os ocurren otras mucho más apropiadas…

 

¡La última palabra!
¡La última palabra!

Y, lo dicho, se trata de resumirlo todo en una sola palabra. No valen epitafios compuestos.