Hablando con amigos, medio en broma pero completamente en serio, pronosticaba que la tercera ola arrancaría a las 13.30 del jueves 24 de diciembre, a la salida del trabajo, con la celebración de la tardebuena.
Escucho a gente que se plantea, este año, olvidar la Nochebuena y la Nochevieja y juntarse al aire libre, a mediodía, esos días o cualesquiera otros de la Navidad. Por desgracia, son los menos. El peso de la tradición es demasiado fuerte y, lamentablemente, la volveremos a liar.
En 1979, Alvin Toffler publicaba ‘La tercera ola’, libro de corte futurista en que auguraba un mundo en que se habrían superado diferencias ideológicas y políticas. Fue una especie de anticipación de la globalización que estaba por llegar. Para nosotros, aquí y ahora, la tercera ola tiene otras connotaciones. Por ejemplo, para Elías Bendodo, consejero de Presidencia de la Junta, que no se anduvo con ambages al pronosticar su llegada en enero, a vuelta de Navidad. Así, sin anestesia.
Aquí, ni con el virus se han superado las diferencias ideológicas. No hay más que ver el sesgo de la polémica entre allegados y reagrupamiento familiar, con el Libro de Familia a punto de recuperar su vetusto protagonismo.
Además de las cifras de contagios de estos días, que muestran un leve repunte tras el puente de la Inmaculada Constitución, una imagen de ayer por la tarde ha hecho que el pesimismo me llegue por adelantado. Y ya que lo siento. Interior de una cafetería del centro, atestada. Todo el mundo sin mascarilla, como si no pasara nada, charlando alegremente, viendo el tiempo pasar. Otra estampa: el Nevada repleto de gente, sin sitio para aparcar. Una tercera: el centro de Granada atestado para ver las luces de Navidad. No. Así, no. Que ya sabemos a lo que conducen las aglomeraciones.
La tercera ola no va a comenzar con la más que probable hipermovilidad navideña que se nos viene encima. La tercera ola está empezando a formarse ya, aquí y ahora. Cuídense. Condúzcanse con la máxima prudencia. Tengan cuidado ahí fuera.
Jesús Lens