Ser Lector de IDEAL

A continuación les dejo mi columna de hoy en IDEAL, escrita como lector. Se titula ‘Algo más que contarlo’ y me sirve para reivindicar precisamente esa condición: la de ser lector de IDEAL, algo que me define y que me enorgullece desde hace décadas, mucho antes de empezar a colaborar con nuestro periódico de cabecera.

Me siento culpable, como si estuviera en falta. Un pecadillo venial, creo. Y es que aún no he visto ‘La sociedad de la nieve’, la película de Juan Antonio Bayona rodada en Sierra Nevada que cuenta la tragedia de los supervivientes de un accidente aéreo en los Andes. Me siento culpable de no haberla visto, sobre todo, por nuestro compañero José Enrique Cabrero. 

A lo largo de los últimos meses, nuestro renacentista cultureta ha tenido la ocasión de descubrirnos el set de rodaje, asomarse a la filmación, hablar con los protagonistas y el equipo técnico… Y de todo ello hemos tenido cumplida y apasionada información en IDEAL. Aquí tienen una muestra. Y otra, aquí. Cuando por fin llegó la fecha del estreno, José Enrique estaba nervioso: quería, necesitaba que la película estuviera bien. Que fuera una gran película. Que le gustara. Y así fue. De ahí que escribiera una maravillosa crónica titulada ‘Vengo de un cine que cayó en las montañas’, una pieza de orfebrería para enmarcar. 

“Esta, como todas las historias de Juan Antonio Bayona, es una película de fantasmas. Y uno sale transformado de un viaje así”, escribía un enfervorizado Cabrero. Cuando el cineasta leyó aquella encendida crónica, destacó en sus redes sociales que era una de las más hermosas que había leído. Si no la que más. ¡Qué bonito todo! 

Rodando, rodando, ‘La sociedad de la nieve’ se ha convertido en un éxito de crítica y público que no va a parar de darnos alegrías durante la temporada de premios. Y hablo así, en primera persona del plural, porque gracias a José Enrique la siento un poco mía. ¡A pesar de no haberla visto… aún!

La misma sensación ‘inclusiva’ tuve hace unas semanas, durante la entrega de los Premios IDEALES en el Palacio de Congresos, cuando la marchadora María Pérez recogió el correspondiente a mejor deportista de manos de otro de los nuestros: José Ignacio Cejudo. “Empezó siendo un reportero y ahora es un amigo”. Algo así dijo María durante su alocución, refiriéndose a nuestro compañero. 

Y es que José Ignacio ha estado a las duras y a las maduras con María. La ha acompañado, a ella y a su entorno, cuando ha conseguido metales, pero también en sus momentos más bajos, cuando fue descalificada en otra competición y se planteó la retirada. Nos ha contado sus ilusiones, dudas y zozobras antes y después de las competiciones, durante los fríos inviernos de entrenamiento en soledad. Cuando no era ‘noticia’. Lean esta maravilla, por ejemplo. Y rematen con esta otra, de unos meses después. De ahí que, cuando consiguió sus oros en el Mundial de Budapest, los sintiéramos un poco más nuestros.

Eso es lo bueno de ser lector de IDEAL. Que tienes la ocasión de asistir, en primera persona, al nacimiento y desarrollo de lo que después serán noticias que cosecharán grandes titulares en la prensa nacional e internacional. Porque los buenos periodistas siempre están ahí, siguiendo de cerca lo que pasa en su entorno, con paciencia, tesón e inteligencia. Haciendo caso de su olfato, siguiendo su instinto y trabajando duro para contarnos las mejores historias. Unas, con final feliz. Otras, no tanto. Pero siempre apasionantes. Como la vida misma.

Jesús Lens

The Granadian (Una revista)

Termina una semana muy intensa (¿cuál no lo es?) en la que he disfrutado sobremanera con el tratamiento que IDEAL le ha dado al concierto de Bob Dylan, con el siempre sorprendente y original José Enrique Cabrero proponiéndole a ese genio que es el dibujante Gabriel Hernández Walta que dejara testimonio gráfico de la actuación a prueba de móviles del Premio Nobel de Literatura en la Alhambra. (Leer y ver AQUÍ)

Una semana sumergido en las 12 piezas de ‘Maleantes’, una barbaridad de libro publicado por Reservoir Books, del que escribiré el martes en El rincón oscuro. Pero déjenme que les adelante: se trata de 12 textos deslumbrantes, cincelados con mano maestra por el periodista Patrick Radden Keefe y publicados en la mítica revista revista norteamericana The New Yorker.

“The New Yorker es Dios”, le decía el otro día a alguien de forma desmesurada. Tener la oportunidad de leer 12 de sus ‘historias reales de estafadores, asesinos, rebeldes e impostores’ es un privilegio, un lujazo que nadie debería perderse. 

Además, antes de escribir estas líneas, me fui a la Gran Manzana con Sempé gracias al totémico volumen publicado por Norma Editorial que recopila sus portadas para la propia New Yorker. El artista habla de que, con esas portadas, se trata de “crear una atmósfera”, destacando “la elegancia de las obras, la sutileza, la sugerencia, la insinuación; nunca la afirmación”. También aproveché para leer otra revista de referencia, el National Geographic de este mes, dedicado a La Alhambra oculta, con fotos de Navia y textos de Emma Lira. ¡No la dejen pasar!

Y así es cómo me dio el volunto de escribir esta columna, fantaseando con una revista que se llamara The Granadian, El Granadino, a imagen y semejanza de la publicación norteamericana. Una revista en papel de alta calidad en la que el humor gráfico más atemporal se diera la mano con relatos, poesía y reportajes periodísticos variados, pero todos de larga digestión.   

Enrique Bonet, para un reportaje en IDEAL sobre los pasos de Penón

   

“En el New Yorker no se habla de ilustradores, sino de artistas. No dicen periodista, sino escritor”, recordaba Sempé. No les voy a insistir en el brutal talento artístico que atesoramos en Granada en lo referente al cómic y la ilustración.

Orceman de Carlos Hernández para una crónica de IDEAL de un viaje a Orce

Tan solo recordaremos que Sergio García, uno de los nuestros, ha dibujado varias portadas para la mismísima The New Yorker. Busquen en las redes sociales y/o en librerías los trabajos de Rubén Garrido sobre ‘Granada dibujada’ o los cuadernos de viaje y esbozos de Jesús Conde, Joaquín López Cruces, Enrique Bonet, Carlos Hernández o el propio Hernández Walta, por ejemplo. 

¿Y qué me dicen del nivel de periodistas, novelistas, poetas y dramaturgos? ¿Y del brutal caudal de talento de nuestra UGR? Artes, ciencias y letras para dar continuidad a revistas míticas como ‘Olvidos’ o ‘El Fingidor’. Lo sé, lo sé. Ya nadie compra revistas en papel, excepción hecha de algunos chalados. Pero es domingo, hace mucho calor y soñar no cuesta nada.

Jesús Lens

Ofendiditos y amargaditos

Tardé lo mío en traducirlo. Imaginaba que José Enrique Cabrero lo comentaría en la entrevista, pero me empeñé en entenderlo como trato de adivinar la jugada ganadora del ajedrez en los Pasatiempos de IDEAL o la película del Frame, el nuevo vicio en que me ha introducido mi hermano. 

Tampoco fue tan complicado. La firma de Albert Einstein se reconocía al primer golpe de vista y, sabiendo que el 7 es la T y que el texto estaba en inglés, fue coser y cantar: “La medida de la inteligencia es la capacidad de cambiar”.

¡Qué gran camiseta lucía el profesor Eduardo Segura para una entrevista encabezada por el siguiente titular: “Hay fanáticos que me insultan por ser asesor en ‘Los anillos del poder’”. Y es que hay peña indignada por la presencia de elfos y enanos negros y por el protagonismo heroico de las mujeres en la serie. ¿Será por indignarse? (Leer AQUÍ la entrevista)

Flipo con la gente que ve series y películas con el único fin de ponerlas a parir. Pasó con la nueva entrega de ‘Depredador’, en agosto, de la que escribí AQUÍ. Amargados que viven solo para el ñañaña y que no paran de quejarse porque las cosas ya no son como eran. Como han sido toda la vida. 

Lo repetiré hasta la saciedad: me encantan los pastiches como concepto. Las secuelas, precuelas, spin offs, universos expandidos, segundas partes, sagas, crossovers, continuaciones, adaptaciones y un etcétera tan largo como sean capaces de imaginar. Después, cada uno de esos nuevos libros, temporadas o tebeos me gustará más, menos o nada. Pero me hace feliz que los creadores sigan trabajando en universos, personajes, tramas y ambientes que me fascinan. Y que le aporten su sello personal. Que los adapten al mundo contemporáneo, si les apetece. Que los actualicen y los transformen a su gusto. ¿Por qué no? Mientras lo hagan bien…  

Hay universos que me son ajenos. No puedo con Marvel, por ejemplo. Lo sé, lo sé. Es problema mío. Asumo que me estoy perdiendo cosas chulas, pero me aturden el ruido y la furia de las pocas películas que he visto y termino aburriéndome. Por tanto, cuando se estrena algo de Marvel, me limito a no verlo. No estoy ahí agazapado, esperando cada estreno para perder tres horas de mi vida en algo que presumiblemente no me va a gustar y dedicarme después a criticar, insultar y trolear en las redes sociales mañana, tarde y noche.    

Jesús Lens

Malaventura, western noir a la granaína

No se lo cuenten, pero le odié profundamente durante no menos de cinco minutos. Le odié desde las entrañas, mucho y mal. Y le envidié cosa mala, también. Estaba tomando café cuando un titular de IDEAL me hirió como una cuchillada: “’Malaventura’, un western con aires de Tarantino en una Granada entre Sergio Leone y García Lorca”. Lo firmaba, claro, ese tipo durante cinco minutos odioso: José Enrique Cabrero. (Aquí pueden leer la charla).

Terminé de leer el resto del periódico y volví a esa página. Había tomado una decisión: perdonar a Cabrero. Si no, “estaba claro cómo iba a terminar tó. Mal. Que es como siempre terminan las cosas”. Pedí otro café y leí despacio y bien, paladeando cada palabra, la conversación con Fernando Navarro, autor de ‘Malaventura’. ¡Foh!

Odié y envidié a José Enrique por haberla leído antes que yo. Por haberle echado el ojo primero. Por haber sido el más rápido a esta orilla del Genilsisipi. Porque hasta esa mañana, yo no sabía nada sobre ‘Malaventura’, una novela que, a final de año, aparecerá en toda selección que se precie con ‘Lo mejor del 2022’.

Fui a la presentación del libro al Centro Lorca en uno de aquellos días en que llovía barro. ¡Qué oportuno! Llenazo hasta la bandera para escuchar a un escritor nacido en Granada, en 1980, y autor de varios guiones, dos de ellos nominados a los Goya. Es su primera novela. ¡Y qué novela!

Ese mismo día, Impedimenta, la editorial que ha tenido el tino y el acierto de publicar ‘Malaventura’, había subido a redes una imagen que me provocó taquicardia. La portada de ‘Malaventura’, con una serpiente bicéfala sobre un lecho de flores rojas, aparecía junto a las de ‘Basilisco’, de Jon Bilbao, y ‘A lo lejos’, de Hernán Díaz; dos western noir prodigiosos que me hicieron muy feliz en los tórridos meses de verano. Afinidades electivas, efectivamente. 

Porque, digámoslo ya, ‘Malaventura’ es un “acid western de aires tarantinescos. Un abanico de historias con el sur como obsesión. Un híbrido de Lorca y Cormac McCarthy, que bebe tanto de las letras de la tradición flamenca como de Sergio Leone, y que se lee como una novela de iniciación y muerte”. ¡Qué buena, la descripción del libro que hace la propia editorial! Les confieso que por un momento pensé que se habían pasado de frenada, pero tras una noche de insomnio y lectura compulsiva, les aseguro que para nada. En absoluto.  

“Matar se convierte en algo que uno hace como si bebiera anís: calienta el cuerpo porque lo alimenta”, escribe Fernando Navarro. O esta joya de aliento lorquiano: “Entonces, el brillo del metal: el filo de la navaja golpeado por el sol que entraba a través de la ventana. El resplandor plateado seguido de un silbido. Seco. Como un pájaro antes de morir”. Esto lo lee Michael Cimino y lo mete en ‘La puerta del cielo’ fijo. 

También hay terror gótico: “Cuando los fantasmas nos miran en silencio no nos miran: nos comen por dentro. Nos muerden el corazón, que empieza a latir más lento, más pesado. Como un reloj estropeado”. 

Fino trabajo de estilista de Sergio García

¿Pero de qué ‘Malaventura’? ¿Cuál es el argumento? ¿Y los protagonistas? Pues la verdad es que no sabría decirles. Es decir, podría intentar explicarlo, pero no le haría justicia a esta suerte de relatos encadenados que describen un territorio mítico, una Andalucía fuera del tiempo y el espacio en la que los personajes comienzan montando a caballo y acaban conduciendo un Mercedes Colas y queriendo aparecer en el cine. 

Como aquel chavea de Níjar. No se enfaden ni Fernando Navarro, ni la editorial… ni el director del periódico, pero hoy voy a abusar del espacio que me brinda IDEAL para relatarles su historia. “Contaban en la escuela que había un zagalico de Níjar muy guapo y muy echao palante que quería salir en las películas. No pensaba en otra cosa. Yo lo vi un par de veces en el Jurelico y era lo único de lo que hablaba. Estuvo dos semanas en las cuevas, probando con un caballo para cuando viniera el de las gafas de sol de Madrid. Una tarde se cayó montando. Se rompió el cuello y ya no salió en ninguna película ni en ningún lao. Su madre se volvió loca y se iba a los rodajes y a la puerta de los cines, enlutá y llorando como una descosía”. 

Fernando Navarro

Esta ha sido una de las entregas de El rincón oscuro que más he tardado en escribir. Por larga y porque a cada rato paraba de teclear, cogía el hermoso libro de Impedimenta y, además de acariciarlo —ese gramaje y ese tacto son únicos— releía las historias de ‘Malaventura’ de forma anárquica y salteada, volviendo a mascar la prosa de Fernando Navarro mientras afuera no dejaba de jarrear agua, la tarde de un sábado de primavera. Leer, escribir, siempre soñar… ¡Qué placer!

No sé qué más buenas lecturas nos traerá este 2022, pero tengo claro que, como ‘Malaventura’, no habrá otra igual.

Jesús Lens

Soy refugiado. ¿Puedo pasar?

Llevo horas dándole vueltas. ¿Qué haría yo? Reconozco que no he participado en la consulta organizada en Redes Sociales por IDEAL. Mi primera intención hubiera sido votar que sí. Que por supuesto. Porque, ante estas cuestiones y cuando se trata de darle a un botón, es muy fácil ser solidario, comprometido, concienciado y generoso.

Encuesta Refugiados

Pero, siendo honesto conmigo mismo: ¿de verdad estaría yo dispuesto a acoger a un refugiado sirio en mi casa? Y la respuesta más probable, como acreditan las conclusiones de la encuesta, es que NO. Al menos, eso ha votado un 80% de los participantes en una consulta cuyos resultados me parecen bastante más creíbles que buena parte de las encuestas electorales cocinadas por los más sesudos expertos demoscópicos de este país (Lean este estupendo artículo de J.E. Cabrero, que lo borda) . De este tema hablo hoy en IDEAL.

¿Meter a un refugiado en casa? ¡Ni de coña! Una cosa es, como en el “Plácido” de Berlanga, sentar a un pobre en su mesa en Navidad. Pero, ¿acoger a una persona, así sin más? Y ahí está la clave. En el “sin más”. Porque todos llevamos vidas complicadas, apuradas, caóticas, aceleradas, estresantes, angustiosas… ¿Y dónde entra, ahí, un refugiado sirio?

¿Cómo enfrentarnos a la mirada de una persona que lo ha perdido todo, excepto su vida? ¿Cómo explicarle que su mera existencia y la realización de actividades cotidianas tan sencillas como dormir, comer, lavarse o pasear serían susceptibles de trastornar nuestra existencia y, quizá, de cambiarla para siempre?

LES104 LESBOS (GRECIA) 09/09/2015.- Varios refugiados sirios llegan en una lancha neumática a la costa de Mitilene en la isla de Lesbos, Grecia, tras cruzar el Mar Mediterráneo, hoy, 9 de septiembre de 2015. Alrededor de 3.000 refugiados procedentes de Turquía desembarcan a diario en Lesbos, una escala más de su larga travesía hacia países del norte y centro de Europa. EFE/Orestis Panagiotou
LES104 LESBOS (GRECIA) 09/09/2015.- Varios refugiados sirios llegan en una lancha neumática a la costa de Mitilene en la isla de Lesbos, Grecia, tras cruzar el Mar Mediterráneo, hoy, 9 de septiembre de 2015. Alrededor de 3.000 refugiados procedentes de Turquía desembarcan a diario en Lesbos, una escala más de su larga travesía hacia países del norte y centro de Europa. EFE/Orestis Panagiotou

Hace unas semanas, una amiga me contó la historia de unos conocidos suyos que, de viaje por África, le dejaron una tarjeta con sus nombres y teléfono a un chaval muy amable y simpático que les había caído en gracia. Meses después, recibieron una llamada. Era el muchacho. Que estaba en Granada. Que no conocía a nadie, no sabía qué hacer ni a dónde ir.

¿Cómo reaccionar, frente a una situación como ésa? Ellos fueron a buscarle, le alojaron, le ayudaron y, ahora, ese chico vive en España, con sus papeles en regla, ganándose honradamente la vida.

Refugiados

¿Qué hubiera sido del chaval si ellos no hubieran respondido a la llamada? Un 80% de nosotros haríamos oídos sordos a la misma. O habríamos balbuceado una excusa, antes de silenciar el móvil y bloquear las llamadas entrantes de un número que, desde ese momento, solo encontraría silencio, vacío e indiferencia al otro lado de la línea.

Jesús Lens

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