El lunes pasado salí de casa todo acongojado: Paco Cuenca llevaba en el cargo cuatro días y el caos debería haberse apoderado, ya, de la ciudad de Granada. Al final, sin embargo, lo más parecido al Apocalipsis que hemos tenido ha sido el tiempo. Que está -o lo estamos volviendo- loco.
Ahora se cumplen diez días desde que el nuevo alcalde ocupa su despacho en la Plaza del Carmen. Nada más. Y nada menos. Diez días que nos han servido para constatar que los funestos vaticinios del sector más incendiario del PP no se han cumplido. O sí. Depende. Porque si antes teníamos la sospecha de que habían llevado a Granada a la ruina, ahora empezamos a confirmarlo. De ello hablo en mi artículo de IDEAL de hoy.
Al nuevo equipo de gobierno le quedan cien días por delante para sacar a la luz la herencia recibida. Hasta el final del verano. A partir de ahí, ya nos habremos olvidado por completo de los trece años de gobierno del PP y el PSOE será el único responsable de nuestros destinos, para bien o para mal.
Cien días para hacer una precisa radiografía del estado de la ciudad y proponer la terapéutica necesaria para enderezar el rumbo. A partir de septiembre, las razones nos sonarán a excusas, por justificadas que estén.
Excusas como las del ex-alcalde, el jubilado ciudadano Torres. Que él no sabía nada del urbanismo de la ciudad. Que lo tenía todo delegado. Que firmaba sin leer. O, si leía, que no prestaba atención. Y es que la confianza ciega es muy mala, como Isabel Nieto está comprobando estos días.
¡Cómo cambian las actitudes y las declaraciones, cuándo pasan de hacerse en la plaza del Carmen, con el bastón de mando en la mano, a pronunciarse a la salida de los juzgados! Me dice alguien que ha estado investigando al espinoso denunciante de la trama urbanística granadina que, cuando se haga público el patrimonio acumulado por dicho individuo, cambiará mucho el cuento.
Es posible. Por esperar, yo espero hasta la iluminación divina implorada por Isabel Nieto. Pero una cosa ya no admite dudas ni discusiones: que el urbanismo en Granada ha sido un pudridero que exigía una enérgica intervención y un cambio radical. Sea por acción, por omisión, por connivencia o por miedo paralizante, la situación era insostenible. Ahora, los jueces tienen la palabra.
Jesús Lens