Llevo sin abrir la puerta de casa desde hace una semana. Tampoco contesto al teléfono fijo, por mucho que se empeñe en sonar. Lo reconozco: estoy acojonao.
El primero en amenazar fue Llamadme Juanma. Dijo que iba a pedir el voto puerta a puerta en una campaña electoral basada en el Knocking the door, una táctica habitual de ingleses y norteamericanos. Y como parece que la idea ha calado, ahora es Susana Díaz la que se apunta a la moda de hacer tantos mítines y actos de campaña que es más fácil toparse con ella a la vuelta de la esquina que encontrar una oferta para el Black Friday imposible de rechazar.
Con la edad me estoy haciendo muy impresionable y, aunque no hay excesivas posibilidades de que Juan Marín se asome al Zaidín, prefiero no correr riesgos innecesarios, hacerle caso a los consejos maternos y no abrirle la puerta a desconocidos.
Pero es que ahora ha llegado, también, lo de la amenaza electoral a través del móvil. ¡Ya decía yo que tanto aceptar la ingesta de cookies a mansalva no nos iba a traer nada bueno!
Todavía no sé muy bien cómo va a funcionar la propaganda electoral a través del terminal telefónico, pero sería curioso y llamativo que, al igual que los teleoperadores te intentan colocar una batería de cocina, un seguro, una tarjeta o la portabilidad de la línea; podamos recibir una llamada en la que te intenten vender las bondades de Adelante Andalucía o te adviertan del peligro -y lo absurdo- de votar a Vox.
Molaría poner a prueba el argumentario de los teleoperadores que te tratan de convencer de que Andalucía es imparable o de que Andalucía son más que una.
Sé que los tiros no van por ahí. Que la cosa será más sutil y científica. Recuerden que soy experto en Noir. Sé positivamente que el fraude a la vieja usanza, el tradicional pucherazo y la compra de votos ya no se estilan. Ahora serán la inteligencia artificial, los robots y las neurociencias quienes tengan la última palabra. Y eso sí provoca pánico.
Jesús Lens