Las dos series noir del momento

Se ha puesto muy negra la cuestión seriéfila estas semanas. Empecemos por lo mejor, la crème de la crème de la televisión del 2021, dejando al margen la nueva temporada de ‘Line of Duty’, una joya de Jed Mercurio para la BBC que ustedes no deben perderse y de la que ya les he hablado en otras ocasiones.

Esta primavera, la serie que lo está petando, la que está en boca de todos los buenos aficionados y de la que me ha sido imposible encontrar una sola crítica tibia, no digamos ya negativa, es ‘Mare of Easttown’, en HBO. Se trata de una miniserie de siete episodios de la que solo he visto los cuatro primeros. Aun así, no me importa incumplir mis propias reglas y, por una vez, escribir sin que haya llegado al final. Es tan bueno lo que hemos visto hasta ahora, tan extraordinario, que pongo la mano en el fuego por ella a mitad de emisión.

Cada nuevo episodio sube a la plataforma los lunes, lo que nos obliga a buscar un hueco, sí o también, para verla (casi) en tiempo real. No es trending topic como ‘Juego de tronos’ y se puede uno pasear por las redes sin temor al destripamiento, pero el cuerpo te pide su dosis de Mare.

Mare, interpretada por una portentosa Kate Winslet, es una oficial de policía de la localidad de Easttown que tuvo su momento de gloria 25 años atrás, cuando metió la canasta ganadora en un partido de baloncesto colegial. Ahora solo investiga desapariciones y otros delitos más o menos graves. Con suerte desigual.

En Easttown, los famosos seis grados de separación son imposibles. Los vecinos, más que conocerse, parecen emparentados entre sí. A pesar de ello, hay secretos. Que empezarán a aflorar tras… ¡Chitón! No dejen que nadie les cuenta nada sobre el argumento y sus giros de guion. Confíen y déjense conducir por Mare hasta las entrañas de ese pueblo en busca del alma de sus vecinos. Ni ella ni lo que van a descubrir en el camino tiene brillo o glamour, que estamos en el reverso tenebroso de ‘Twin Peaks’. Pero es imantadora. Droga catódica dura. Adictiva total.

A Mare la van a querer. Pero también tendrán ganas de soltarle tres o cuatro frescas. Y algún mojicón. Como a su madre. Y a su hija. O a su ex. Por no hablar de las vecinas. Y los vecinos. Y las amigas. Y los amigos. ¡Como la vida misma!

Todo es soberbio en esta serie: guion, interpretaciones, fotografía, atmósfera y ambientación. Solo por cómo se beben las cervezas los personajes, ya sentimos que ‘Mare of Easttown’ es una de las nuestras.

Y luego está ‘El inocente’, en Netflix. Basada en una novela de uno de mis novelistas yanquis favoritos, el muy negro-criminal Harlan Coben, tiene dos primeros episodios tan sorprendentes como estupendos. A partir del tercero comienzan los bajonazos. No son admisibles recursos de guion que, vistos en películas de hace un siglo, ya nos hacían enarcar las cejas. Como que dos personas se fuguen camufladas dentro de un carro de ropa sucia que una tercera arrastra sin darse cuenta de nada. ¡Ays! O que traten de convencernos de que un mafiosillo del tres al cuarto que no le aguantaría a Villarejo ni un asalto es capaz de poner en peligro la estabilidad política y social de todo el país.

Ojo, que también voy por la mitad de la serie. Es muy entretenida, repleta de sorpresas constantes, relaciones atractivamente malsanas y llamativos cliffhangers, pero me temo que el ‘más difícil todavía’ se les está yendo de las manos.

Jesús Lens

Steve Jobs

“En el principio ya existía la Palabra;

y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios”.

 

Juan 1:1

 

Que la primera película del año 2016, estrenada el 1 de enero, sea una obra maestra, es un arma de doble filo. Por un lado, me gustaría pensar que va a marcar la tónica y el paso del año cinéfilo. Por otro… las comparaciones serán inevitables.

Steve Jobs

Y, desde luego, cualquier comparación con esa joya que es “Steve Jobs”, hará palidecer a la película comparada. Porque “Steve Jobs” es prodigiosa, desde el primer minuto hasta el último, desde el primer fotograma hasta el final de los títulos de crédito.

Esto no quiere decir que tenga que gustarte, obligatoriamente.

Porque hablamos de una película basada en la palabra. Y eso, en el cine, hay a quien no le gusta.

Steve Jobs Sorkin

Pero empecemos por el principio. Y el principio es una película bastante decepcionante titulada “Jobs” e interpretada por Ashton Kutcher. Se trata de un biopic más o menos convencional sobre una persona que fue cualquier cosa… menos convencional. Una persona, además, a la que hemos visto muchas veces, en vivo y en directo. Porque sus presentaciones de productos Apple se convertían en fenómenos mediáticos interplanetarios y su célebre discurso en la Universidad de Stanford tiene millones y millones de visitas en el YouTube. Hablamos de Steve Jobs, un tipo que provocaba sentimientos cuasirreligiosos entre el público.

Y entonces comenzaron a filtrarse noticias sobre un nuevo proyecto basado en la figura de uno de los grandes gurús contemporáneo. Y un nombre empezó a sonar con insistencia: Aaron Sorkin.

Steve Jobs Boyle

El cine del siglo XXI se basa en el poder de las estrellas -como casi siempre-, en una importancia menguante de los directores –con sus excepciones- y en la importancia creciente de las franquicias y los blockbusters. Y, en esa ecuación, figuras como el guionista o técnicos como el director de fotografía, están prácticamente desaparecidas.

Con algunas excepciones. Como Aaron Sorkin, por ejemplo. Y no solo porque haya ganado el Oscar por “La red social” o haya estado nominado por “Moneyball”, sino porque es el responsable, creador y showrunner de una de las grandes series de la historia de la televisión: “El Ala Oeste de la Casa Blanca”.

Steve Jobs Fotograma

Un tipo, además, que tiene las cosas claras. Por ejemplo cuando, al hablar de su proyecto sobre Steve Jobs, señalaba: “Para ser honesto, una de las dudas que tenía al aceptar el guion era que sería como escribir sobre The Beatles, hay mucha gente por ahí que sabe mucho sobre él, eso puede ser peligroso, puede decepcionar. Francamente, puedo ir a un estadio de béisbol, y varias personas sabrán tanto de Steve Jobs como yo”.

¿Y qué hizo para no decepcionar?

Escribir un guion valiente y audaz, centrado exclusivamente en tres momentos muy concretos en la vida de Jobs: la presentación del Macintosh, la presentación del NeXT y la presentación del iMac. Más concretamente, el guion cuenta los minutos previos a cada una de esas presentaciones. Porque las presentaciones en sí podemos verlas en Internet.

Y esos minutos previos a cada presentación son frenéticos, estimulantes, caóticos, medidos, locos, excitantes… porque antes de cada presentación, Jobs aprovecha para resolver asuntos pendientes. Con sus más íntimos y director colaboradores, por ejemplo. Y con su hija. Y con la madre de ella. Y esas conversaciones, vertiginosas, repletas de réplicas y contrarréplicas; sirven para contarnos toda una vida. Y más de una, en realidad. Y hablo de Jobs como si fuera él mismo quién apareciera e pantalla. Porque la interpretación de Michael Fassbender es tan prodigiosa que nunca tienes la sensación de estar viendo a un actor actuando en pantalla.

Steve Jobs Film

Y para ilustrar esas conversaciones, el director Danny Boyle imprime a “Steve Jobs” un ritmo endiablado y prodigioso, con tomas realizadas en prodigiosos escorzos o en ángulos imposibles. Travellings fastuosos que acompañan a los personajes mientras caminan, suben en ascensores, pasean por la terraza o bajan a los sótanos de los edificios en los que se van a celebrar cada una de las presentaciones, y que fue uno de los rasgos definitorios del estilo del Ala Oeste, que hizo escuela.

Se me ha ido la mano con esta reseña. Pero es que “Steve Jobs” es una de esas películas que provocan. Provocan ganas de hablar sobre ella, de volverla a ver y de repasar los discursos y las intervenciones de Jobs… y, sobre todo, provocan ganas de recomendarla.

Así que… ¡vayan, vayan a ver “Steve Jobs” y comentamos!

Jesús Lens

Twitter Lens

Un Dios salvaje

Si uno no sabe que “Un Dios salvaje”, la última película de Roman Polanski, está basada en una antigua obra de teatro de Yasmina Reza, que también firma el guión, podría pensar que esta historia, claustrofóbica y angustiosa, ha sido escrita como reacción a la pena de arresto domiciliario a la que el cineasta fue condenado en Suiza, hace unos meses.

Y es razonable pensar que dicho encierro tendrá que ver no solo con la elección del tema sino también con el tratamiento formal de toda una película cuyo metraje transcurre íntegramente dentro de un piso. Es más, la historia de desarrolla entre las cuatro paredes de un salón no excesivamente grande ni espacioso.

A veces, los protagonistas van al baño o salen al descansillo del inmueble, llegando incluso a llamar al ascensor para marcharse, pero como si se encontraran poseídos por la maldición de “El ángel exterminador”, nunca pueden terminar de marcharse de la casa, volviendo adentro, una y otra vez.

¿Quiénes son los protagonistas y qué hacen en el referido salón de ese pisito moderno, en Nueva York?

Se trata de dos parejas. Y hablan. Hablan sin parar. Sin descanso. Son dos parejas de padres que no se conocían hasta que el hijo de una de ellas agrede al de la otra. Los padres del muchacho agredido invitan a su casa a los del agresor, para hablar sobre el comportamiento de sus vástagos.

Y, a partir de ahí…

La película es desacostumbradamente corta, pero intensa. Una película sustentada en el trabajo de cuatro extraordinarios actores y en un guión preciso y afilado como un cuchillo jamonero.

Una película en la que, sin pasar nada, no dejan de pasar cosas.

Una película que acredita el valor de la palabra como vehículo para contarlo todo.

Una película angustiosa y desasosegante, que entronca con otras de su autor en las que el encierro, la claustrofobia y la opresión son temas recurrentes, como “El quimérico inquilino” o, sin ir más lejos, su ultimísima “El escritor”, directamente emparentada con esta “Un Dios salvaje”.

Una crítica feroz hacia esa corrección política que, trufada de jipi-pijismo cursi, bohemio y de diseño; tiene su punto culminante en la pota que uno de los personajes vomita sobre unos exclusivos catálogos de arte que descansan en una mesa, junto a uno tulipanes que también tendrán mucho que decir en la historia. Como los móviles, y las compañías farmaceúticas, y la cooperación internacional, y la lucha en defensa de los animales, y…

Porque el guión de Polanski y Reza está repleto de pequeños detalles, de guiños y de gestos cómplices para un espectador que en un momento dado se está riendo de la necedad de un personajes y, al instante siguiente, se verá reflejado en la estulticia de otro.

Porque “Un Dios salvaje” es una disección en crudo de esta sociedad en que vivimos. Una sociedad que, como todas las burbujas, es susceptible de explotar en cualquier momento, por la causa más nimia.

En resumen, si no la has visto aún, ¡ve a verla!

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.