LOS RENGLONES TORCIDOS DE DIOS

Para la última edición de los Liblogs se decidió que la lectura compartida fuera «Los renglones torcidos de Dios», una novela antigua de Torcuato Luca de Tena, clásico entre los clásicos, reeditado en bolsillo por Booket.

 

Como no llegué a la cita de los Liblogs, me limité a poner un par de citas sobre la locura, auténtica protagonista de la novela.

 

La primera no podía ser sino la clásica cita de Eurípides: «Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero le vuelven loco». Y puse esta cita porque estaba al principio (o al final) de un peliculón de ese maestro tan minusvalorado: Samuel Fuller. Efectivamente, «Corredor sin retorno» (Shock corridor. 1963) cuenta la historia de un periodista que, con el fin de hacerse con el Pulitzer, no duda en ingresar en un psiquiátrico en que se ha producido un asesinato y del que los únicos testigos son los propios pacientes del hospital. Una película terrible, durísima, con uno de esos finales que te dejan mudo, rascándote el cogote, absolutamente impactado.

 

Y claro, al saber que el autor de «Los renglones torcidos de Dios» estuvo visitando hospitales psiquiátricos para documentarse para su novela, no pude evitar la evocación, aunque una cosa es dejarse caer por los manicomios y otra muy distinta, hacer como el periodista de la película de Fuller o la propia protagonista de la novela, Alice Gould: ingresar como un paciente cualquiera en el infierno, voluntariamente, sin cinturón de seguridad alguno. Un salto al vacío, sin red.

 

Así, toda la primera parte de la novela de Luca de Tena me parece muy interesante. A través de la descripción de los enfermos que la protagonista se encuentra al ingresar en el manicomio, el autor hace un repaso por distintas patologías mentales de las que tanto hemos oído, pero de las que tan poco sabemos: fobias, esquizofrenias, paranoias, etcétera, tratando a los dementes con sumo cariño y respeto.

 

Pero después la novela se desliza por una pendiente, para mi gusto, mucho menos interesante: ¿está loca o no lo está la protagonista? ¿Es, efectivamente, víctima de una conspiración o padece realmente de una afección mental?

 

Y es que, como aficionado a la novela negra y criminal, ya he dicho en innumerables ocasiones que lo importante no es el famoso quién-lo-hizo, el who-do-it de la novela-enigma; sino el porqué, el trasfondo, las razones, el marco… el concepto, que diría Manquiña.

 

A mí, la locura, me da pánico. No es que piense que estoy muy bien de la azotea, pero más o menos, controlo. Y, sin embargo, cuando leo novelas como ésta, o como la célebre «Alguien voló sobre el nido del cuco», de Ken Kesey; o la propia «Tokio blues» de Haruki Murakami; me dejan muy tocados. Porque ¿quién nos puede asegurar que estamos libres del peligro de ese clic que se rompe dentro de la cabeza y desemboca en cualquier manifestación de locura, de la paranoia a la depresión?

 

Y por eso, el jueves pasado dejé otra cita, a modo de provocación, sin que nadie recogiera el guante: «La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca.»

 

Y es que, curiosamente, la locura tiene buena prensa. La singularidad del loco, su radical independencia, su renuncia a los convencionalismos, su individualidad a ultranza; están muy bien considerados… desde la normalidad burguesa de una vida tranquila, sana y cómoda claro.

 

Si buscamos por la Red citas sobre la locura, encontramos un buen puñado de ellas que aluden a unos aspectos creativos, ingeniosos y positivos con los que me resulta muy difícil congeniar.

 

De Goethe: «La locura, a veces, no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma»

A Nietzsche: «En el amor siempre hay algo de locura, mas en la locura siempre hay algo de razón»,

pasando por Ambrose Bierce: «Todos son locos, pero el que analiza su locura, es llamado filósofo» o

Samuel Beckett: «Todos nacemos locos. Algunos continúan así siempre».

 

A mí, sin embargo y a qué engañarnos, la locura me da miedo. Mucho miedo. Pavor. Terror, incluso.

 

Y vosotros, ¿cómo lo veis?

 

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

Razonablemente cuerdo, creo.