Me ha parecido muy interesante el libro más reciente del economista Fernando Trías de Bes, ‘La solución Nash’, que ya se puede comprar en su edición digital, a la espera de la versión en papel.
Subtitulado como ‘La reactivación económica tras el Covid-19’ y publicado por la editorial Paidós, el libro de Trías de Bes es un tour de force escrito en 10 días en el que su autor utiliza su conocimiento, bagaje y experiencia para analizar el desplome de la economía provocado por la pandemia y sugerir posibles soluciones.
El autor parte de una premisa esencial: la economía se ha hundido por culpa del confinamiento. Los ciudadanos no podemos comprar nada porque estamos enclaustrados y, ahí fuera, la mayoría de tiendas y comercios llevan cerrados dos meses. La producción no esencial de bienes y servicios también está en suspenso y no existe movimiento alguno. Confinamiento, ojo, que era necesario e imprescindible. Eso no se cuestiona.
No ha habido una crisis energética. El sistema financiero está indemne y no existe burbuja inmobiliaria que intoxique el mercado. ¡Ni siquiera es la inteligencia artificial, cambiando súbitamente el modelo económico! “La capacidad productiva y la demanda potencial están en realidad intactas”, señala Trías de Bes. Y apostilla: “Lo que hay es miedo. Eso sí”.
Miedo. Esa es la clave. Frente a la amenaza del virus, ¿quién no ha pensado a lo largo de estos meses en aplazar una compra importante sine die, suspender las vacaciones u olvidar la ansiada reforma de la cocina? Sin embargo, la pandemia tiene fecha de caducidad. En el peor de los escenarios, se calcula que habrá vacuna para el segundo semestre del próximo año. ¿Es razonable, manejando ese calendario, dejarnos atenazar por el miedo?
Partiendo de la teoría de juegos de Nash, el autor concluye que, si individualmente tratamos de salvar nuestros propios muebles, la economía va camino del precipicio. Su propuesta es ‘comprar tiempo’ para aguantar hasta que el confinamiento termine. Y va más allá del optimismo voluntarista.
Trías de Bes reclama del estado un “keynesianismo elevado a la enésima potencia. Keynesianismo a lo bestia”. Y lo dice él, que se declara acérrimo antiintervencionista. “Las respuestas económicas de ‘compra de tiempo’ a través de inyecciones masivas de dinero a las familias y a las empresas deben realizarse de forma contundente, suficiente, decidida y rápida”, concluye. Una lectura de lo más interesante.
Jesús Lens