Buenos días. Hoy, en la edición impresa de IDEAL, además de El Rincón Oscuro, publico este artículo propuesta. A ver qué te parece.
Hoy, casi todo se puede comprar a través de Internet. Ustedes ya lo saben. Y saben cómo hacerlo: un portal de compra, dos o tres clics, una tarjeta de crédito y a esperar cómodamente sentados en casita a que llegue el mensajero con el paquete de turno.
Sin embargo, hay objetos, bienes y servicios cuya búsqueda y adquisición debería ser algo más que una fría compra a distancia. Por ejemplo, ¿cómo va a ser lo mismo hacerse con unas cervezas y beberlas en casa -solo o en compañía de otros- que compartir unas cañas con los amigos, en el bar de toda la vida?
Pues con los libros pasa lo mismo: hojear las novedades, repasar las baldas de tu género favorito, buscar un título concreto entre los distintos anaqueles y charlar con un librero que conozca y disfrute con su oficio; es un placer.
Sin embargo, para disfrutar de este tipo de experiencia y más allá de las absorbentes redes sociales, hay que visitar una librería. Físicamente. Y Granada, para eso -como para tantas otras cosas- es un lujo, que nuestra provincia todavía atesora varias y buenas librerías. Todavía, insisto, aunque no debemos confiarnos, que el cadáver de la Atlántida todavía está caliente. Así que, tratemos de apoyar a nuestros libreros de una manera útil y práctica: comprándoles libros.
Es cierto que este consejo es redundante para los buenos aficionados, fieles usuarios de librerías y bibliotecas. Sin embargo, se me ocurre una idea para conseguir nuevos adeptos: regalar un libro a alguien, pero en vez de entregárselo en mano, dejárselo en la propia librería para que vaya a recogerlo.
Es cierto que puede resultar incómodo en estos tiempos tan acelerados que vivimos. También es verdad que siempre nos gusta ver la cara de una persona cuando abre nuestro regalo, pero… ¿y si hacemos la prueba? ¿Se anima usted, querido lector? Y es que, para regalar un libro no es necesario esperar a una ocasión especial ni gastar demasiado dinero. Además, siempre hay una librería que pillará de paso al afortunado destinatario de nuestro obsequio.
Una vez en la librería, ese amigo, además de animarse a comprar algún libro adicional, podría seguir el ejemplo y dejar pagado su obsequio para algún otro colega y, de esta manera tan sencilla, iríamos construyendo una cadena que no cuesta ni mucho dinero ni mucho esfuerzo, que no perjudica a nadie, nos enriquece a todos y, además, nos sirve de estímulo para salir a callejear.
¡Ahí es nada!
Jesús Lens