Me llamó la atención que una amiga no viniera al cine porque no tenía ganas de ver un documental sobre la muerte de Bin Laden. Es lo que tienen los rumores: que corren más rápido de Usain Bolt.
“La noche más oscura” no es un documental. Es una película. Basada en hechos reales, ciertamente. Y que cuenta con información de primera, de primerísima mano, hasta el punto de que el Senado norteamericano estos días anda pidiendo que se depuren responsabilidades en la CIA ya que, consideran, se ha filtrado demasiada información secreta y estratégica al equipo comandado por Kathryn Bigelow.
Estamos ante una película cuya trama arranca el 11 de septiembre de 2001, con la pantalla en negro y las voces grabadas de varias personas que sufrieron los estragos del ataque contra las Torres Gemelas y el Pentágono.
A partir de ahí, el prodigioso guion de Mark Boal recorre los más de diez años que transcurrieron entre esa fecha y el 2 de mayo de 2011, fecha en que nos desayunamos con la noticia de que Bin Laden había sido abatido en Pakistán, en el transcurso de una operación secreta de un comando de élite del ejército estadounidense.
Lo de abatido, por supuesto, como eufemismo que enmascara otros términos: asesinado o ejecutado; a gusto del lector.
Solo la última media hora de una película de 157 minutos de duración (¿157 minutos? ¡Increíble! A mí se me pasaron en un suspiro) habla sobre la operación en cuestión. Las dos horas anteriores muestran, con todo lujo de detalles y sin escatimar ni un solo dato, cómo funcionan los servicios de inteligencia norteamericanos. La CIA, o sea. Pormenorizadas descripciones de las cárceles secretas (otro eufemismo de “clandestinas”) diseminadas por el mundo. De los interrogatorios (incluyendo torturas, palizas y veladas condenas a muerte) y del análisis de información.
La película, al estilo de las antiguas películas de espías, oscila entre el factor humano y el factor tecnológico, mostrando la importancia capital que tienen tanto los rastreos por satélite o la intercepción de conversaciones telefónicas gracias a sofisticados programas de escucha, pero también las imprescindibles operaciones de vigilancia a la antigua usanza, con un tipo sentado al borde de una carretera, cigarrillo en los labios, los ojos abiertos y aspecto totalmente inofensivo, escrutando lo que pasa en la calle.
Y está, por supuesto, Jessica Chastain, la protagonista total y absoluta de la película. La persona que dedicó doce años de su vida a encontrar a Bin Laden. Una joven analista de la CIA, reclutada desde sus años en el instituto y que, en definición del director de la Agencia, es una fiera.
Al principio, cuando es testigo de los primeros interrogatorios y las primeras torturas, se muestra afectada. No es que organice ninguna escena melodramática o trate de defender a los torturados, ni nada de eso. Pero sufre. Después ya no. Después, se acostumbra. En ese sentido, es modélico el momento en que le pide a un compañero en que le ayude a apretar las tuercas a un desconocido y este le dice que no. Que está quemado y que se vuelve a Washington, a hacer trabajo “normal”, de despacho.
¡Con qué frialdad parece convertirse la tortura en una actividad laboral más, con sus horarios, sus manuales, sus métodos y sus rutinas!
Carlos Boyero, en su excelente crítica de “La noche más oscura”, que podéis leer aquí íntegramente, apela al espectador, diciendo: “Es muy probable que durante la película, además de compartir la tensión en la que viven sus personajes, también se sienta revuelto. Y al acabar, al pensarla, cada uno sacará sus conclusiones sobre lo que ha visto y oído. Ni sombra de maniqueísmo ni de manipulación por parte de su inteligente e inquietante autora”.
¡Amén!
Nominada a los premios más importantes del año, comenzando por los Globos de Oro que se entregan a mitad de enero, “La noche más oscura” es una excelente película que se seguirá viendo y de la que se seguirá hablando en el futuro inmediato, en el mediato y en el más lejano, como concluíamos Raúl y yo, comentándola al salir del cine.
Por cierto, que nos gusta este sistema que hemos puesto en marcha, en Neptuno: Cinema 2000, Alhambras Especiales con croquetones en “El Secreto del Buen Hacer” mientras comentamos la película (y otras cosas) y copita con música en el Rembrandt. Todo ello concentrado en un radio de cien metros. Si te interesa, ¡pregunta!
Y es que tenemos un enero brutal, en cuanto a estrenos. Y tenemos que hablar de ese cine y esa televisión cada vez más apegados a la realidad del momento (The Newsroom o los biopic sobre Steve Jobs, por ejemplo) y de los papeles cada vez más potentes de ciertas mujeres en películas y series de espionaje y acción (Homeland o The Killing).
Pero ahora, terminamos recomendando vivamente que vayas al cine. Y que no dejes de ver “La noche más oscura”. Y, como siempre decimos… ¡lo hablamos!
Jesús Lens