En su última novela de la saga dedicada a la inspectora Petra Delicado, Alicia Giménez Bartlett no mataba a nadie. Tanto es así que se tituló ‘Sin muertos’, lisa y llanamente. Era una biografía de su personaje de cabecera que nos permitió conocerla mucho mejor.
Una de las grandes sorpresas del 2022 literario fue el anuncio de que la afamada y multipremiada escritora publicaba nueva novela policíaca, pero que lo hacía en la editorial Alfaguara y cambiaba de escenario y protagonistas.
Petra y Fermín Garzón quedan aparcados, pues. Aunque no definitivamente, que habrá nueva novela con ellos publicada en Destino. La acción se traslada de Barcelona a Valencia y las protagonistas son dos hermanas muy jovencitas, recién salidas de la academia de policía.
¿Se acuerdan de ‘El silencio de los corderos’, cuando sus jefes elegían a la joven Clarice Starling para que se presentara ante Hannibal Lecter casi como víctima propiciatoria, tierna e inocente? Pues algo así les ocurre a las hermanas Berta y Marta Miralles, protagonistas de ‘La presidenta’.
El punto de partida les sonará. Vita Castellá, presidenta de la Generalitat Valenciana, aparece muerta en un caro hotel de Madrid el día antes de declarar ante el Tribunal Supremo. La cosa pinta mal para el partido en el Gobierno. Sus fuerzas vivas se movilizan para que la investigación sea lo más rápida, incolora, inodora e insípida posible. Y para eso, nada mejor que encargársela a dos policías novatas. Dos chiquillas sin experiencia alguna. Dos pipiolas sin conexiones ni posibilidad de acceso a los recursos de los polis veteranos.
Con lo que su jefe no contaba era con la determinación, el desparpajo, el morro y la imaginación de Berta y Marta, dos hermanas muy diferentes entre sí. No les voy a contar nada sobre ellas. Es una sensación deliciosa empezar a conocerlas a través de la afilada y socarrona prosa de Alicia Giménez Bartlett, una de las grandes escritoras de nuestro país.
“—¿Tú crees que sospecha algo?”, se pregunta una de ellas, hablando sobre su jefe.
“—¡Qué coño va a sospechar! Nos toma por dos floreros decorativos. Me va a gustar mucho ver la cara que se le pone cuando resolvamos el caso”.
Esta conversación entre las protagonistas, muy al principio de la novela, nos muestra bien a las claras que no hay trampa ni cartón. La autora lo tiene claro. Los personajes lo tienen claro. Los lectores lo tenemos claro. Y por eso disfrutamos tanto de ‘La presidenta’, que parte de un presupuesto que puede parecer naif, pero imprescindible para marcar el tono de la novela. Cuando leemos que el jefe “pasó de tratarla como a una hija a hacerlo como a una disminuida mental”, tenemos claro el escenario en que nos movemos.
La lectura de ‘La presidenta’ es placentera y divertida. El punto sarcástico de Alicia Giménez Bartlett, reconocida hace unos años con el IV Premio Granada Noir, es impagable. Y están esos aspectos naturalistas que tan cercanas hacen sus novelas. “Ambas Miralles comprendieron que el ejercicio de su profesión estaría casi siempre ligado a una institución nacional tan arraigada como el bar”. O esta otra: “pasara lo que pasara con el caso y con su amenazada carrera policial, empezaba a ser imperativo ir al supermercado”.
¿Y la investigación? “El plan… estaba inspirado en la misma filosofía que las había acompañado a lo largo de toda la investigación: la necesidad de generar movimientos que afloraran algún tipo de prueba”.
Esta tarde, el Club de Lectura y Cine de Granada Noir nos reunimos en Librería Picasso para hablar sobre ‘La presidenta’. ¡Qué bien lo vamos a pasar!
Jesús Lens