Si la cosa funciona, no la toques. Si la cosa funciona, déjala tal y como está.
Este fin de semana, el teatro Isabel la Católica acoge la representación de “Si la cosa funciona”, adaptación de la película homónima de Woody Allen, realizada por Alberto Castrillo Ferrer. Y esa es mi recomendación en mi artículo de IDEAL de hoy. Que vayan a verla. O que vean la película de Allen en que se base, si no.
Reconozco que, cuando la vi en Madrid, hace unos meses, entré con reticencias al teatro. Porque el intérprete de la película original, Larry David, tiene una personalidad tan acusada y tanto peso en la historia, que no sabía si José Luis Gil conseguiría componer un Boris Yellnikoff creíble. ¡Y vaya si lo consigue!
Vayan, vayan a ver “Si la cosa funciona”. Aunque hayan visto la película. Que les va a gustar. Y se van a divertir. Siempre que les guste el humor negro y desprejuiciado. Que la historia comienza con un suicidio. Frustrado, no se preocupen.
Para mí, “Si la cosa funciona” es una de las mejores películas de Woody Allen. Que es mucho decir. Quizá, porque en ella se condensa todo lo mejor del diminuto e incansable genio. Y porque la interpreta Larry David, uno de esos maestros de la comedia estadounidense que, con “Seinfield”, consiguió eliminar los límites entre la vida, el arte y la ficción.
Después, con su propio show, Larry David continuó con esa misma línea naturalista de convertir la vida cotidiana en objeto de la ficción más ácida, surrealista, ingeniosa y divertida, abriendo paso al éxito de tipos como Louis CK, por ejemplo.
En España, el Stand-up comedy no se estila. Una persona, un micro, un escenario y 45 minutos delante. ¡Uf! ¡Máxima exigencia! Si han visto ustedes el pobre remedo hispano de esta modalidad de humor, el Club de la Comedia, con sus mini monólogos de menos de 10 minutos de duración, entenderán la magnitud del desafío.
Vayan a ver “Si la cosa funciona”. Que no es un monólogo, ojo. Es una comedia coral excelente, muy bien resuelta, que habla del Efecto Mariposa y de los caminos del amor, que son más inescrutables que los del Señor. Una obra de teatro que habla de arte, filosofía, deporte, familia y amistad. Y de la soledad, la hosquedad y las malas pulgas. De la necesidad de encontrar nuestro propio camino. Pero sin olvidar, nunca, que si la cosa funciona, mejor no tocarla y dejarla tal y como está.
Jesús Lens