A ver si nos vemos

Cuando nos fuimos, ya lo dijimos. Ahora, al volver, lo reiteramos. En forma de declaración de intenciones. A ver si cumplimos lo que publicamos en IDEAL, hace un par de sábados…

Hace un par de días estaba tomando un café con Juanma y, al despedirme, me crucé con Gustavo. No se conocían entre sí, aunque habían hablado por teléfono e intercambiado algunos mails. Lo mismo hasta eran amigos del Facebook, sin saberlo. El caso es que tenían un asunto pendiente por resolver. Allí delante, poniéndose cara y hablando, invirtieron la nada desdeñable cantidad de… quince segundos en arreglar la cuestión.

Vivimos en la sociedad de la información, permanentemente conectados y comunicados, veinticuatro horas on line. Intercambiamos decenas de mails, SMS, chats, tweets, anotaciones en el Muro y un larguísimo etcétera. Sin embargo, verse sigue siendo necesario, esencial e imprescindible. Encontrarse, mirarse y oírse, cara a cara. En persona. En riguroso vivo y directo. Solo que no es tan fácil. Agendas rebosantes de anotaciones y compromisos, obligatorias citas y reuniones sin fin y decenas de actividades lúdico-profesionales y deportivo-culturales transforman al tiempo en un tesoro de valor incalculable y hacen que un par de horas tumbados a la bartola en el sofá del salón de casa sean algo muy parecido al paraíso.

Pero hay que verse. Más allá de estar en contacto, que todos lo estamos, hay-que-verse. Richard Florida lo tiene claro y en su imprescindible y aquí comentada “Las ciudades creativas” demuestra cómo las personas con inclinaciones artísticas, técnicas y científicas tienden a mudarse a comunidades en que es posible compartir inquietudes, ideas, proyectos y estímulos. Presencialmente. Lo veíamos en “Mad Men”. Los publicistas se han instalado en el mismo edificio en que está la redacción de Life. Una creativa de la agencia baja en el ascensor con una de las empleadas de la famosa revista, que lleva unas fotos bajo el marchamo de “Rechazadas”. La creativa las ve, le fascinan… y la maquinaria se pone en marcha.

Por eso, en las oficinas de Google no hay despachos y la gente no sólo trabaja en plantas diáfanas, sino que se potencia al máximo el contacto y la relación entre los empleados. Por eso, las escuelas de negocios más prestigiosas lo son tanto por la calidad de los programas de estudios que ofertan y los excepcionales profesores que los imparten como por la posibilidad de hacer contactos fructíferos y duraderos entre los alumnos, facilitando después que dicha relación se prolongue en el tiempo.

Es una frase hecha. ¡A ver si nos vemos! Casi tanto como esa otra, cargada de dobles sentidos: Tenemos que hablar. Y, sin embargo, verse y hablar cara a cara, aún en los tiempos de las Redes Sociales y la máxima conectividad, es imprescindible. No se trata de renegar de las nuevas fórmulas de comunicación, sino de aquilatarlas y complementarlas. Hoy es fácil saber los unos de los otros, seguirnos la pista y conocer en qué estamos. Más o menos. Pero eso no debería ser suficiente.

Hagamos propósito de enmienda y procuremos ser más presenciales. No es fácil. Cuesta trabajo. Y tiempo. Pero los resultados profesionales, creativos y emocionales son espectaculares.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

VOLVER

Dejamos la columna de hoy de IDEAL, impregnada por la vuelta de nuestro reciente y complicado viaje a Tailandia.

 

Hay veces en que lo mejor de haberse ido es volver. Por lo general, para quienes nos consideramos viajeros vocacionales, vitaliciamente infectados por ese virus del movimiento perpetuo que nos convierte en auténticos Patas de Perro, como nos llaman en México; regresar a casa es un mero trámite que sirve para empezar a preparar la siguiente escapada, soñando con nuevos horizontes, buscando futuros paisajes.

 

Sin embargo, hay que veces en que volver a casa es lo mejor de un viaje. Puede ser porque éste haya sido más o menos duro, comprometido o insatisfactorio. Pero, sobre todo, porque no es lo mismo volver a Granada que hacerlo a cualquier otra ciudad del mundo. Ni me gustan los provincianismos ni los localismos. No siento muy adentro eso de la patria chica o la bandera vecinal. Pero Granada, convendrán conmigo, es otra cosa.

 

Por sus monumentos, por su emplazamiento bajo las nieves de la Sierra, por la sempiterna vigilancia de ese centinela rojo que es la Alhambra… pero, sobre todo, volver a Granada en primavera es sumergirse en un torrente volcánico de actividad intelectual y cultural que no da tregua.

 

Abro las páginas de IDEAL y, cuando todavía no se han apagado los ecos del Hay Festival, resonando las palabras y declaraciones de Nobeles como Orhan Pamuk o de estrellas como Martin Amis, me encuentro con la eléctrica cabellera encanecida y alborotada de un Wole Soyinka al que le duele África.

 

En los próximos días podremos disfrutar de un impagable Festival de Blues o deleitarnos con la melancolía de Suzane Vega, además de visitar diferentes exposiciones de pintura en diversos rincones de la ciudad. Todo ello hablando de una oferta cultural institucional que se complementa con la impagable actividad privada de salas de exposiciones y concierto, bares y otros activos locales que convierten a Granada, como no se cansa de repetir la entusiasta Mar Villafranca, la directora del Patronato de la Alhambra, en una ciudad mágica, rica y mucho más afortunada de lo que los granadinos llegamos siquiera a intuir.

 

No hay como alejarse unos días de esta ciudad para, comparándola con cualquier otra del mundo, envidiarla y añorarla en la lejanía. Y después, a la vuelta, invita a lanzarse furibundamente a su yugular, para sacarle todo el jugo y saciarse con la rica y nutritiva sangre que recorre sus venas. Granada, una de esas ciudades creativas que, por desgracia, pierde su impulso en querellas gratuitas, personalismos ridículos y celos injustificables.

 

Qué pena que tantas veces falte una coordinada agenda única que sirva para trazar la definitiva Hoja de Ruta que convierta a Granada en la gran capital cultural de España, tanto por su historia milenaria, por su prestigiosa Universidad y por su privilegiada situación geográfica, vértice de un triángulo mágico que uniría a Europa con el norte de África y la América de allende los mares; como por la vibrante pulsión creativa sus residentes, nativos o de adopción.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

 

PD.- También actúa hoy Albert Pla, y en Multicines han puesto esa peli de vampiros tan atractiva que nos recomendara Alex, y el Premio de Poesía y yo que sé cuantas cosas más.

¡Que estrés!         

LAS CIUDADES CREATIVAS

La columna de hoy de IDEAL.

 

El mundo es plano. Las nuevas tecnologías y la sociedad de la información han terminado con las distancias. El fin de la historia que proclamó Fukuyama sería, más bien, el final de unas barreras geográficas que, gracias a Internet y la telefonía de última generación, ya no existen. ¿O sí?

 

De ser ciertas las tesis sostenidas en el primer párrafo, ¿por qué los científicos de la cosa tecnológica siguen considerando al Silicon Valley como la tierra prometida? ¿Por qué, si quieres ser alguien en el mundo de la moda, tienes que irte a Milán y, por mucho que se diga, Broadway sólo hay uno?

 

De todo ello nos habla Richard Florida en un libro espléndido, clarividente y anticipatorio, recién publicado por la editorial Paidós: «Las ciudades creativas», subtitulado de una forma tan elocuente como ésta: «Por qué donde vives puede ser la decisión más importante de tu vida».

 

Elegimos a la persona con la queremos compartir nuestra vida. Procuramos elegir nuestro trabajo. Pero ¿qué pasa con la ciudad en que vivimos? La mayor parte de las personas que conozco, o buscan un trabajo en su ciudad natal y/o de residencia familiar, o bien se instalan donde encuentran trabajo. Pero ¿conocen ustedes a muchas personas que hayan decidido instalarse en una ciudad determinada por alguna razón que no sea personal o familiar y, después, buscar trabajo en la misma?

 

Antonio Banderas, con una mano delante y otra detrás, dejó su Málaga natal para buscarse la vida como actor en el creativo y mítico Madrid de la movida. Pero, cuando quiso dar el salto de calidad en su profesión, se marchó a Los Ángeles. Porque si quieres ser alguien importante en el mundo del cine sólo hay un nombre posible: Hollywood.

 

¿Y qué pasa con Granada? ¿No piensan ustedes que nuestra ciudad lo tiene todo para ser una de esas ciudades creativas? Historia, cultura, localización geográfica, variedad paisajística… bueno. Todo no. Le faltan infraestructuras, claro. Y las famosas comunicaciones. Pero, sobre todo, le falta creérnoslo. Nos falta creérnoslo.  

 

Escribía Luis García Montero que Granada no es una tierra de verdugos ni de genios. Que el ser granadino no es sinónimo de caínismo, pero tampoco de excelencia estética o magnificencia intelectual. Que Granada, por desgracia, es una tierra de cagalitrosos, de personas a las que se les descompone el vientre cuando las cosas van mal y hace falta alinearse, comprometerse y defender una postura crítica con el poder. Los granadinos, perennemente acomodaticios y veletas tuercecuellos con una innata capacidad para mirar hacia otro lado. Y que así nos va.

 

¿Nos falta espíritu a los granadinos? ¿Somos conscientes de lo mucho y bueno que nos ofrece nuestra tierra y, sobre todo, de las inmensas posibilidades que atesora para convertirse en una de esas ciudades creativas, universalmente reconocidas, imán para personas talentosas del mundo entero? Para pensárnoslo.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros