Reconozco que cuando se hizo público en nombre del galardonado con el Premio Nóbel de Literatura correspondiente al año 2008 no sabía absolutamente nada sobre J.M.G. Le Clézio. Jamás había escuchado su nombre y, por supuesto, nada de él había leído.
Preguntando sobre el premiado a amigos y conocidos, recibí una sugerente respuesta del novelista Antonio Lozano quién, haciendo gala de su francofonía militante y su extraordinario y envidiable conocimiento sobre literaturas de todo el mundo, me decía lo siguiente:
«La concesión del Nóbel a Le Clézio es una buena noticia. Aunque es cierto que no es muy conocido en España, es uno de los grandes escritores franceses contemporáneos. Hace unos meses, el camerunés Raymond Mbassi dio una charla en Granada sobre literatura africana. Él es un especialista en Le Clézio, sobre cuya obra hizo su tesis. En su charla mencionaba una frase del nuevo Nóbel: «Escribir es un oficio de soledad, la literatura un conjunto de fuerzas que resiste al olvido.»
Me encantó esa frase y, después, a medida que fui leyendo cosas sobre el galardonado, me fueron interesando cada vez más sus tesis y su forma de entender tanto la literatura como la vida. Pero me faltaba leer algo de Le Clézio. Y no era fácil. Lo que había publicado en España, estaba desparecido y/o descatalogado.
Una buena mañana, me encontré un misterioso sobre depositado sobre mi mesa. En su interior, flamante, un libro: «El africano», recién y elegantemente reeditado por AH. Y una dedicatoria manuscrita: «Sigue soñando con África». Ni que decir tiene que, en cuanto he podido, le he hincado el diente al libro. Y lo he devorado de una sentada. Primero, porque es cortito. Pero, sobre todo, porque he conectado desde la primera página con la prosa de Le Clézio y con una historia de recuerdos personales que trascienden lo individual para alcanzar lo familiar y, sobre todo, lo global y universal.
Brevemente diremos que «El africano» cuenta los recuerdos que el autor tiene de su paso por Nigeria cuando era niño, después de la II Guerra Mundial, donde su padre era médico rural. Y ser médico rural en el África de los años cincuenta no era cualquier cosa. Pero el libro me ha enamorado, sobre todo, porque nos hace viajar a un pasado mítico y esplendoroso que, sin embargo, no está exento de crudeza, violencia y crueldad, con una feroz crítica hacia el colonialismo que otros autores han descrito de forma tan festiva como entusiasta.
Soñar con África. Sí. Este libro te hace soñar con el continente más vital, salvaje, impresionante y cargado de contrastes del mundo. África. Pero Le Clézio no se queda en la superficie de las puestas de sol y las aventuras sin fin. Sin necesidad de contar grandes tragedias o de cebarse en las miserias que corroen a Nigeria, a través de una prosa sugestiva y vibrante, el autor consigue provocar esa ambivalente sensación de atracción y repulsión, de amor y odio.
Es lo que tiene la mejor literatura: que provoca sensaciones.
A través de las páginas de «El africano» soñamos con un África cercana e íntima, calurosa, bullanguera, festiva y fiestera. El África que excita los sentidos, que invita al viaje y que, como un flechazo, enamora desde el primer vistazo, desde el primer contacto, desde que pones el pie en su suelo. Pero también invita a identificarte con el sufrimiento de un continente maldito, descuartizado y devastado en que la ruindad del ser humano ha encontrado campo abonado para cometer las peores tropelías y las más abyectas crueldades.
Ciento treinta y cinco páginas, pues, de pura literatura, de la que se queda grabada a sangre y fuego en la retina, en el imaginario de un lector que queda hechizado por el fascinante universo de Le Clézio: «Me acuerdo de todo lo que recibí cuando llegué por primera vez a África: una libertad tan intensa que me quemaba, me embriagaba y la gozaba hasta el dolor… Ese tesoro está siempre vivo en el fondo de mí y no puede ser extirpado. Mucho más que de simples recuerdos, está hecho de certezas.»
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.