Se acabó lo que se daba. Los Golden State Warriors resolvieron las Finales de la NBA con un contundente 4 a 0, aniquilando a los heroicos Cavaliers de Cleveland y privando de un nuevo anillo a esa bestia parda que es LeBron James.
En realidad, las Finales estaban sentenciadas desde que, terminando del primer partido de la serie, una concatenación de errores sumió en la frustración y la desesperación a un James que, ahora nos hemos enterado, se destrozó una mano en el vestuario, golpeando violentamente una pizarra, hecho un basilisco.
Sinceramente, creo que la mano es lo de menos: su expresión hundida, llevándose las manos a la cabeza al ver repetida la jugada fatal en el vídeo marcador antes de comenzar la prórroga, mostró a un tipo plenamente consciente de que habían dejado escapar una oportunidad única de derrotar a los Campeones, en su propia cancha. Era el momento de asestarle una puñalada a la lógica, a las estadísticas y al sentido común. La ocasión de poner la final patas arribas. Pero fallaron, se equivocaron y, en 5 segundos… se acabó.
Es lo que tiene el baloncesto, lo que a los aficionados tanto nos gusta: después de cien partidos, todo se puede resolver en cinco segundos: un triple inverosímil, un tapón monstruoso, un robo de balón desesperado, un mate demoledor…
Termina otra temporada de la NBA y asistimos a la consagración de un equipo histórico, mítico y para la leyenda. Los Warriors de Curry, Green, Iguadala, Thompson y Durant; el llamado Quinteto de la Muerte. Los Warriors de Steve Kerr, uno de esos entrenadores a los que nadie hace caso porque “con esos jugadores, hasta yo ganaría el anillo”, como diría el cuñado mientras cocina la paella del domingo. ¿Les suena ese discurso? A Zidane o Del Bosque, largamente.
Termina la NBA tras 82 partidos de temporada programada, concentrada en cinco meses de competición, y otros dos meses largos de tensos e intensos play off. Fíjense el contraste con la ACB española, una competición surrealista que parece odiarse a sí misma: ocho meses de intrascendente y tediosa temporada regular y, en apenas diez días, ganando cinco partidos de play off, el Real Madrid ya está en la final.
¡Menos mal que nos queda la LEB Oro, para disfrutar de nuestro CB Granada-Covirán y la magia del rojo-nazarí!
Jesús Lens