Me marcho unos días de Granada y, a la vuelta, me encuentro con el milagro de los panes y los peces en clave electoral, con más candidaturas que improbables etiquetas ha acumulado nuestra ciudad en los últimos tiempos.
Ahora mismo, la pregunta más importante es: ¿cuánto vale un sillón de concejal? A ver, no me mal interpreten. Que cuánto cuesta. En el sentido electoral, quiero decir, no en el pecuniario. ¿Cuántos votos son necesarios para conseguir un acta en la Plaza del Carmen? Porque la cosa va a estar más disputada que el mercado de fichajes veraniego, cuando Florentino eche las redes.
La multiplicación exponencial de listas electorales a las municipales granadinas es síntoma inequívoco de dos cosas. La primera, que los grandes partidos ya no son lo que eran. ¿Se acuerdan del célebre ‘el que se mueva no sale en la foto’ de Alfonso Guerra? Pues ahora, esto parece el juego de la silla, pero con música electrónica, todos bailando al son del chumba-chumba. Y es que, desde que se inventaron las cámaras digitales y los móviles inteligentes, el concepto de foto ha cambiado notablemente.
El segundo síntoma de este despiporre electoral es que, en Granada, tenemos líderes pequeños, incapaces de convencer, aunar, cohesionar y unir en torno a un proyecto de ciudad creíble e ilusionante. Todo son personalismos, pero de tercera fila.
Para muestra, tres botones: la incapacidad de Francisco Cuenca para consensuar nada en tres años, el destrozo interno del PP y sus sangrientas rebatiñas y el impenitente cesarismo de Luis Salvador en Ciudadanos: yo soy uno de esos ‘que no tienen dos dedos de luces’, convencido de que, si se queda en Granada, es porque no ha tenido cabida ni en Sevilla ni en Madrid.
¿Qué decir de las escisiones producidas en el entorno podemita? Cuántos más ‘unidos’ y ‘juntos’ llevan en sus pomposos enunciados, más peleados y separados parecen. Y nos quedan los nuevos liberales y ‘Juan y sus Amigos’ para terminar de conformar un espectro tan variado como confuso.
Va a ser importante, al comparecer en las urnas, ir con tiempo para mirar bien los nombres de los candidatos en las papeletas, que las siglas cada vez significan menos.
Jesús Lens