Tras haber reseñado las cuatro novelas finalistas del Celsius y que, por tanto, se publicaron el año pasado, vamos a empezar a repasar lo mucho (y bueno) que me he traído de Semana Negra, este año. ¡Seguimos aPostando!
Me gusta que la nueva novela de Félix G. Modroño incorpore en su título a la protagonista principal de esta narración exquisita: “La ciudad de los ojos grises”. Durante su presentación en Semana Negra, Félix sostenía que Bilbao era una protagonista más de la novela. Creo que se quedó corto. Bilbao es la gran protagonista de “La ciudad de los ojos grises”, una novela que es, también, una encendida declaración de amor a una de esas villas que, sin tanto nombre como otras –la vecina San Sebastián, sin ir más lejos – atesora una historia fascinante y oculta auténticas maravillas por descubrir.
Es cierto que el efecto Guggenheim “puso” a Bilbao en el mapa turístico español y europeo, pero cuando visité la capital vizcaína, hace ya un puñado de años, disfruté de una ciudad amable, acogedora, cómoda y generosa; más allá del coloso de acero y del florido perrito que lo custodia. Una ciudad sorprendente cuya visita hubiera disfrutado mucho más de haber leído la novela de Félix, por supuesto. Porque “La ciudad de los ojos grises” es de las que, a medida que te adentras en ella, te invita a visitar de nuevo las calles que describe, los paisajes, los jardines, las plazas y todos y cada uno de sus rincones; aunque ya no sean los mismos, dado que la historia que cuenta la novela trascurre en los años de la I Guerra Mundial.
¿Entonces?
Entonces, lean este pasaje: “Bilbao, como cualquier otra ciudad cosmopolita, contó desde temprano con una de las principales señas de modernidad de las capitales europeas más avanzadas: los cafés. Estos supusieron una revolución dentro de las actividades de ocio de la burguesía, una clase emergente con nuevos hábitos de consumo, para la cuál las tradicionales tabernas se alejaban de sus gustos refinados.
Los cafés fueron uno de los legados de la presencia turca en el viejo continente. Y así, a lo largo del siglo XIX, los originales establecimientos vieneses se extendieron primero a Inglaterra, luego a Francia y Alemania, y más tarde al resto de Europa. Pronto se convirtieron en centros de reunión de familias, intelectuales, agitadores políticos o artistas que acudían no solo a beber café, sino a enzarzarse en tertulias o en discusiones interminables, con mejor acomodo que en sus propias casas.”
A partir de esta descripción genérica, los protagonistas de la novela se citan en el Café García, piden su bebida y se deleitan con unos bollos de mantequilla cuyo delicioso aroma traspasa la pituitaria del lector y le hace babear de gusto. Es posible que el Café García ya no exista en Bilbao. O que siga abierto, pero haya sido remozado. Da igual. Cuando lees novelas como “La ciudad de los ojos grises”, los lugares cobran vida, regresan los recuerdos y la imaginación se dispara.
Bilbao, pues, no solo es el escenario en que transcurre la investigación de la muerte de Izarbe que llevan a cabo Fernando y Alfredo, sino que es uno más de los personajes que se hacen reales gracias a la extraordinaria capacidad evocadora de Félix G. Modroño.
¿Quién y por qué mató a Izarbe? Ese es el punto de partida de una novela en la que se mezclan las pasiones personales y familiares con el ambiente pre-bélico de una ciudad incapaz de asumir y reordenar su desproporcionado crecimiento, provocado por el descubrimiento de riquísimas vetas de hierro, mineral esencial para la pujante industria siderúrgica y para alimentar la revolución industrial que cambiaría la faz de Europa.
La confrontación entre lo viejo y lo nuevo, la melancolía por el tiempo pasado que no volverá y el insobornable compromiso con la verdad son otros de los mimbres con que está tejida “La ciudad de los ojos grises”, una novela que te invita, te convence, casi te obliga a volver a Bilbao una vez terminada su deliciosa lectura.
Jesús Lens
Este es el sexto aPostado: recomendación lúdico cultural para el verano.
Los cinco anteriores:
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