Escribo esta columna a orillas del Genil. De otro Genil. Estoy en Las Titas, a la vera del río, pero es un río diferente al de Pinos Genil donde me encontraba hace quince minutos. De hecho, si no hubiera tenido comprometida una entrevista, creo que me habría quedado en ‘El refugio’, escribiendo y leyendo.
Les cuento. Hoy es 23 de abril. Hagamos la broma: yo he venido a hablar de mi libro, que para eso hoy es su Día. El del libro, quiero decir. Pero les voy a hablar de uno que ni siquiera he empezado a escribir.
Hace unos días, Claudio Magris decía que, de tener que escribirlo hoy, no sabría cómo afrontar ‘El Danubio’, uno de los libros capitales de la literatura europea.
Mi propósito es mucho menos ambicioso. Yo no quiero contar Europa (casi) entera, siguiendo el cauce de un río portentoso. Tampoco la Andalucía que Juan Eslava Galán narró de cabo a rabo en su ‘Guadalquivir’. Me gustaría contar la Granada que riega nuestro Genil, nada más. Y nada menos.
Comenzaría por la laguna de la Mosca para ir bajando por la Vereda de la Estrella. Pararía en Güéjar Sierra y en Canales. Alcanzaría Pinos Genil y de ahí a Granada. Seguiría por las vegas hasta Loja, recibiría el impulso de Riofrío y terminaría en Iznájar. Historia e historias, paisajes y leyendas, puentes y travesías. Tanto por contar…
Los ríos me fascinan de tal manera que les dediqué todo un libro de cine: ‘Ríos de celuloide’. He vivido varios años arrullado por el sonido de su discurrir en la Carretera de la Sierra y me he pasado la vida corriendo a su vera, entre Granada y ese Pinos Genil que, ayer, me volvió a conquistar.
Estuve comiendo en Casa Guillermo —de esas alcachofas, habas y arroz les hablaré en el próximo Gourmet— y me asomé a ‘El Refugio’ del que les hablaba antes. Es un hostal, recién abierto a orillas del río, con hechuras de hotelito de montaña con encanto. Mucho encanto. En especial, llama la atención su robusta esquina de madera y piedra. Muy pocas habitaciones y posibilidad de practicar deportes de montaña en el entorno.
Un sitio idóneo para escribir al son de las aguas del río corriendo alegremente entre las piedras. Y los pajaritos, claro. Cada vez estoy más enamorado de paraísos cercanos como el Genil. Eso sí: es imperiosa la renaturalización de su cauce a su paso por Granada.
Jesús Lens