Se extiende el virus «Café-Bar Cinema»

Poco a poco, se va extendiendo el virus «Café-Bar Cinema». ¿Os acordáis del vídeo que filmamos, invitándoos a contarnos cuáles son vuestros bares favoritos? ¿Y del vídeo que hizo Cristian para explicar qué es «Café-Bar Cinema»? También citamos los reportajes – entrevistas que nos hicieron en medios el día de la presentación del libro, en el restaurante de Álvaro Arriaga… Además de nuestro propio reportaje, «Tragos de celuloide».

Bueno, pues ahora seguimos con una entrevista realizada en Canal Sur radio, en el programa «Es la vida», que podéis escuchar AQUÍ y que arranca en el minuto 4 y 15 segundos (aproximadamente)

¿Os gusta esta deconstrucción de la portada?

Además, vamos teniendo referencias en bitácoras y Blogs amigos, como las de mi querido co-autor, Fran. O la de mi álter, José Antonio. O lo que ha escrito mi tocayo, Jesús Villalba, director del Festival de Jazz de Granada y del Jazz en la Costa.

¡Gracias a todos!

La fiebre se va extendiendo…

Jesús eufórico Lens

Con el agua al cuello (Intro)

Nunca podremos agradecer lo suficiente a Negra y Criminal; a Montse y Paco, que hagan posible imágenes como ésta:

Lo reconozco, soy un fetichista irredento. Pero también creo que si abres la primera página de un libro y te encuentras la dedicatoria manuscrita de su autor, es como si el resto de las páginas también estuviesen especialmente dedicadas y dirigidas a ti, como si el autor las hubiese escrito mientras hablaba contigo, contándote al oído la historia.

Es como si estuvieras de cañas con él, hablando, y luego escribiese parte de esas conversaciones.

Un libro dedicado es algo bonito, hermoso y especial. Predispone a la lectura y demuestra que el libro de papel, el libro objeto, tiene una larguísima vida por delante.

Y tampoco podremos agradecer lo suficiente a Paco Ignacio Taibo II, a Cristina Macía y a todo el extraordinario equipo de Semana Negra el que haya acercado a algunos de los mejores escritores del mundo a Gijón, en un Festival absolutamente democrático en el que los autores y los lectores se dan la mano, comparten cañas y pueden charlar hasta el infinito y más allá.

Be Cartoon, My Friend

¡Compañeros, ojalá que pueda ser en Gijón. Y, si no, en otra ciudad asturiana. Pero si tenemos que ir a México, Santiago de Chile, Bogotá, Phnom Penh, Mc Murdo o hasta el mismísimo Marte; iremos.

Porque esto es la Semana Negra… ¡y sigue!

Jesús dedicado Lens

El imperio

Quiénes me conocéis, lo sabéis: yo empecé a viajar a África por culpa, en parte, de Ryszard Kapuscinski, uno de esos autores referenciales cuyo portentoso libro “Ébano”, no me canso de alabar, recomendar y regalar a todo aquél que quiere conocer un poquito mejor ese continente abigarrado, complejo y contradictorio que es África.

Cuando empecé a documentarme para nuestro viaje a Rusia, la pasada Semana Santa, lo tuve claro: iba a sumergirme en otro de los grandes clásicos del maestro polaco, “El Imperio”.

Un libro difícil, la verdad. Y duro. Y frío. Áspero, incluso. Se trata de una crónica de viajes, de diferentes recorridos realizados en épocas distintas, por los confines de lo que era (y lo que fue) la Unión Soviética.

Desde el Moscú más conocido hasta los confines más alejados de un Imperio imposible, de un coloso con los pies de barro que, cuando terminó por caer, lo hizo con extremado ruido y aparato, como recordamos los que vivimos, en vivo y en directo (aunque por la tele) aquél memorable 1989.

Lugares como Samarcanda estaban dentro del Imperio: “Resulta incomprensible que esta ciudad, que con toda su belleza y perfección de composición dirige el pensamiento del hombre hacia la mística y la contemplación, fuese creada por un cruel satanás, un saqueador y déspota como lo fue el Tamerlán”, escribe Kapuscinski, recordando otras fuentes consultadas por él.

Leer a Ryszard es asomarse a un vasto océano de sabiduría, pero contada con la fuerza, la pasión, la claridad y la transparencia de las mejores novelas.

Y el ojo para los detalles. Y para filosofar, para sacar conclusiones de la observación directa y del estudio: “Al contrario del hombre despojado de ropa, el hombre vestido piensa. La persona desnuda puede cometer cualquier locura. Los que crearon grandes obras siempre fueron vestidos.”

O cuando habla del Zeitgeist, el espíritu de la época, como lo denominan los alemanes y que, hablando del Imperio, señala como “dormitando apático e inerte, cual pájaro aferrado a una rama bajo los chuzos de una lluvia torrencial que de pronto y sin un motivo aparente levanta el vuelo audaz y lleno de júbilo.”

Referencias a libros religiosos, como el Eclesiastés: “Quién reúne saber reúne dolor”, pero que le llevan a conclusiones necesarias: “La civilización que no hace preguntas, que coloca fuera de su marco el mundo de la inquietud, del criticismo y de la búsqueda, es una civilización paralizada, estancada e inerte.”

Y eso era lo que quería el Kremlin, lo que propiciaba: la paz de los muertos.

Un libro frío. No podemos olvidar que Kapuscinski es polaco. Y que Polonia sufrió el yugo soviético como pocos países de su entorno. ¡Y justo después de salir de una II Guerra Mundial en que los nazis cometieron barbaridades sin parangón con los polacos!

Un libro trágico. Porque la historia que cuenta Kapuscinski es la que le afecta a él como polaco, como europeo del Este. Por todo ello, el Imperio le duele. Y me da que la empatía con la Unión Soviética es menor que la que sentiría en sus años africanos.

Una lectura, en cualquier caso, rica, clarividente y enriquecedora. Y apasionante. Y cargada de sabiduría. Una lectura a la altísima altura de su autor: nuestro venerado Ryszard Kapuscinski, maestro eterno.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.