SEMANA NEGRA 2010: LOS FINALISTAS

AQUÍ podéis leer la columna de hoy en IDEAL. Pero es momento de conocer a los finalistas de los Premios Literarios de Semana Negra. (Enlaces con reseñas de algunas premiadas)

 

Finalistas de los premios Semana Negra 2010

 

Premio HAMMETT a la mejor novela negra publicada originalmente en castellano en 2009

• Guillermo Orsi (Argentina): Ciudad santa (Almuzara).

• Carlos Salem (Argentina): Pero sigo siendo el rey (Salto de página)

• Eduardo Monteverde (México): Carroña´s Hotel (Editorial B, México)

• Mario Mendoza (Colombia): Buda Blues (Planeta Colombia)

• Carlos Bardem (España): Alacrán enamorado (Plaza & Janés)

• Cristina Fallarás (España): Así murió el poeta Guadalupe (Alianza)

 

Premio CELSIUS a la mejor novela de fantasía, ciencia ficción o terror publicada originalmente en castellano en 2009

 

• Eduardo Vaquerizo (España): La última noche de Hipatia (Alamut)

• Juan Miguel Aguilera (España): La red de Indra (Alamut)

• José Miguel Vilar-Bou (España): Alarido de Dios (Transversal)

• Antonio Dyaz, (España): Unicornio (Neverland)

 

Premio ESPARTACO a la mejor novela histórica publicada originalmente en castellano en 2009

 

• Alejandro Hernández (Cuba): Oro Ciego (Salto de página)

• Fermin Goñi (España): Los sueños de un libertador (Roca)

Andres Pérez Dominguez (España): El violinista de Mauthausen (Algaida)

• León Arsenal (España): La luz de Egipto (Edhasa)

 

Premio RODOLFO WALSH al mejor libro de no ficción sobre tema criminal publicado originalmente en castellano en 2009

 

• Javier Sinay (Argentina): Sangre Joven (Tusquets Argentina)

• Mariano Sánchez Soler (España): Nuestra propia sangre (Rey Lear)

• Javier Valdez Cárdenas (México): Miss Narco (Aguilar-México)

 

MEMORIAL SILVERIO CAÑADA, a la mejor primera novela negra publicada originalmente en castellano en 2009:

 

• Gabriela Cabezón Cámara (Argentina): La Virgen Cabeza (Eterna Cadencia – Argentina)

• Gregorio Casamayor (España): La sopa de Dios (Acantilado)

• Carlos Zanón (España): Tarde, mal y nunca (Saymon)

• Enrique Rubio (España): Tengo una pistola (Booket)

• Matías Néspolo (Argentina): Siete maneras de matar un gato (Los libros del lince)

RÉQUIEM POR LA BAILARINA DE UNA CAJA DE MÚSICA

Hoy hablamos de una novela muy especial, recordando un desgraciado episodio y un lamentable malentendido ocurrido en esta Pantalla hace unas semanas. Y, de acuerdo con ESTA entrada de ayer, en la Margen Derecha abrimos una consulta en la que puedes participar…

La novela se llama «Réquiem por la bailarina de una caja de música», su autor es José Ramón Gómez Cabezas y para leerla has de pasar por AQUÍ. Dejamos unas notas…

«Además de saber quién mató a la hermosa bailarina de la caja de música, lo realmente importante es conocer el porqué. Bien sabe el autor, excelente crítico y conocedor del género negro, que la clave para que una buena novela policiaca funcione es detenerse en los porqués. El «quién lo hizo» es un divertimento. Un juego de lógica. Un pasatiempo. Lo que marca la frontera entre la pura anécdota y las historias llamadas a trascender es el porqué. Y en el caso que nos ocupa, el porqué tiene mucha enjundia.»

 

Jesús Lens.

MUERTE EN ESTAMBUL

Lo comentaba hace muy poco. En vez de estar escribiendo para mi proyecto Café-Bar Cinema, fui cazado, in fraganti, tumbado en el sofá de cualquier manera, sosteniendo entre las manos «Muerte en Estambul», de Petros Markaris, el autor griego más vendido de estos tiempos. Y confesé: «es que pocos placeres más grandes que coger una buena novela negra de género, protagonizada por un policía consciente y metódico que sabe bien lo que se trae entre manos».

Jaritos. Kostas Jaritos. Así le puse de nombre a uno de mis portátiles, años ha, después de leer «Defensa cerrada». Y es que me gusta bautizar a algunos chismes de uso cotidiano con el nombre de los detectives, inspectores y protagonistas de las novelas que más me gustan.

Y, claro, si al bueno de Jaritos le unes que la investigación que le toca desarrollar en esta ocasión acontece en Estambul, una de esas ciudades que son un mundo en sí mismas, el placer, el deleite de la lectura son aún mayores, por lo que no es de extrañar que haya buscado cada rato que he podido para, literalmente, devorar esta «Muerte en Estambul».

Aunque también se podría haber titulado «Muerte en Constantinopla», que es como los griegos aún llaman, en pleno siglo XXI, a la antigua Bizancio. Y es que una ciudad que ha tenido tres nombres y ha sido capital de tantos imperios, también puede ser escenario para los crímenes más brutales que imaginarse pueda. Aunque sean ejecutados a través de un arma tan improbable… como una empanada de queso.

Pero, ¿cómo llega Jaritos a Estambul? Pues, como tantos cientos de miles de turistas… llega en avión. Con su mujer. Para conocer una ciudad fascinante que, sin embargo, para los griegos resulta contradictoria, no en vano, su historia y convivencia nunca ha sido fácil. Y ahí radica precisamente el meollo de «Muerte en Estambul», uno de los mejores ejemplos de que en la buena novela negra no importa tanto el quién lo hizo como el porqué lo hizo. A lo largo de sus 250 páginas, asistiremos a un repaso por la historia más reciente de la relación entre griegos y turcos, a los vaivenes políticos, las emigraciones en masa, a la resistencia numantina de una ínfima parte de la comunidad griega en la ciudad-puente entre Oriente y Occidente, entre Asia y Europa.

Y, por supuesto, a la corrupción y aprovechamiento que algunos hicieron de la necesidad, la caída en desgracia y la miseria de los otros. Aprenderemos lo difícil y duro que es sentirse en minoría frente a una mayoría que te juzga y sojuzga, tanto por lo que haces como por lo que callas. Y todo ello, dando vueltas por una ciudad mágica, enorme, desmesurada, mítica y homérica como es Estambul, de la mano de un poli que nos cae bien desde que sabemos que, cuando alguien le llama por teléfono a primera hora de la mañana, ya le ha amargado el día, poniéndole de mal humor.

En fin. Que si lees «Muerte en Estambul» y sigues manteniendo que la novela negra no te interesa, no te gusta o te deja indiferente… te invito a una caña y a un donner kebab en la calle Elvira. Dicho queda.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

LA SOLEDAD DE PATRICIA

No sé si alguien se leyó las dos páginas de ayer con el discurso de Juan Luis Cebrián sobre la prensa, su futuro y el papel de los periodistas.

Sin duda, para saber qué es y qué debe ser el buen periodismo, es mucho más interesante leerse «La soledad de Patricia», de Carles Quílez, publicada por RBA Serie Negra. La reseña la tenemos AQUÍ, en el Blog de Novelpol. Pero anticipamos un par de párrafos de la misma…

Las relaciones entre la prensa, la policía y las instancias judiciales, la obsesión por el trabajo, la soledad insondable de los mejores profesionales y los contubernios que siguen dándose entre las altas jerarquías de nuestra sociedad son los protagonistas de una historia adictiva que va subiendo de ritmo hasta llegar a un final espídico en el que, en el mejor estilo de Larson y nuestra añorada Lisbeth, no puedes dejar la lectura hasta saber cómo termina la historia.

 

Y todo ello, claro, basado en hechos reales. Porque sigue habiendo espías, asesinos a sueldo, sicarios, sujetos corruptos y necios contumaces pululando por nuestro entorno moderno, europeo y sofisticado. Y la prensa tiene un papel determinante en destapar esas corruptelas inherentes al sistema, que dijera Esperanza Aguirre. Lo mejor de «La soledad de Patricia» es, sin duda, el canto a la prensa libre y lo decisiva que resulta como ese cuarto poder que sirva de contrapeso a unas instituciones con tendencias netamente corruptoras y corruptibles…

DE QUÉ HABLO CUANDO HABLO DE CORRER

El dolor es inevitable.
El sufrimiento es opcional

 

Posiblemente, leyendo el título del más reciente libro de Haruki Murakami y viendo la portada del mismo, pienses que, cuando el autor habla de correr, habla de correr. Y, por supuesto, Murakami habla de correr. Pero también de otras muchas cosas, (casi) tan importantes como correr: de su vida como escritor, de su juventud, de los tiempos en que regentaba un garito de jazz, de sus novelas, de sus procesos creativos… de la vida, en una palabra.

«Creo que este libro es algo así como unas Memorias. Sería exagerado llamarlo autobiografía, pero se me hace muy difícil calificarlo sólo de ensayo… Por lo que a mí respecta, me apetecía tratar de ordenar, a mi manera y utilizando como mediador el hecho de correr, mis ideas sobre cómo he vivido durante los últimos veinticinco años, en tanto que novelista y en tanto que persona normal y corriente.»

El título del libro, tan ambiguo como ambicioso en su planteamiento, es un sentido homenaje a ese grandioso cuentista, Raymond Carver, que en los títulos que elegía para sus recopilaciones de relatos ya escribía auténticos microrrelatos cargados de sentido e intención: «De qué hablamos cuando hablamos de amor» o el memorable «¿Quieres hacer el favor de callarte por favor?» que Su Mismísima Majestad le podría haber espetado al Gorila Rojo, de una forma mucho más cortés y cortante que su célebre «¿Por qué no te callas?»

Pero dejémonos de digresiones y vayamos a lo que realmente nos importa. ¿Por qué escribe de algo tan aparentemente banal un tipo como Murakami, novelista admirado en los cinco continentes? Pues porque, de no haber sido corredor, sus libros no serían lo que son. Podrían ser mejores o peores, pero serían distintos. Porque correr, como yo mismo he insistido tantas veces cuando escribía de correr, es más, mucho más que un deporte.

No me quiero poner místico y hablar de religión, de zen o de cosas por el estilo. Muchas veces lo hice antes y, en no pocas ocasiones, me encontré con cariñosos comentarios vuestros, del tipo: «tú estás zumbao» o «se te ha ido la pinza, chaval». Y precisamente por eso, en cuanto empecé a leer las intentas doscientas y pocas páginas del libro y vi de lo que iba, les puse un SMS a algunos de mis amigos de Las Verdes, diciéndoles que había que leer a Murakami, claro, pero, sobre todo, que había que dárselo a leer a esas personas de nuestro entorno que, queriéndonos y apreciándonos, no terminan de entender nuestra fijación con eso de correr.

«De qué hablo cuando hablo de correr» es uno de esos libros que parece que el autor lo ha escrito pensando en ti. En tu forma de ser, de entender el deporte, de entender la literatura y, por tanto, de entender la vida. Me acuerdo, hace un tiempo, cuando estaba trabajando con mi jefe y, notándome particularmente espeso, me soltó lo siguiente:

– «Anda Jesús, vete a tu casa, sales a correr un rato, y esta tarde seguimos trabajando».

Ni que decir tiene que, después de correr, rendí mucho mejor. ¡La de artículos, columnas, cuentos, relatos y reportajes he «escrito» mientras corría! La de ideas que se me han ocurrido. La de problemas que se me han desatascado, trotando por esos caminos.

Para mí no hay diferencia entre correr, escribir y pensar. Como bien dice Murakami en este libro, «yo, como debe ocurrirles a la mayoría de los que se dedican a escribir, pienso cosas mientras escribo. No es que ponga por escrito lo que pienso, sino que pienso mientras elaboro textos. Doy forma a mis pensamientos mediante la labor de la escritura. Y, al revisar los textos, profundizo en mis reflexiones.»

Y me acuerdo de algunas de las sufridas carreras en las que he participado, como aquella Media Maratón de Montaña de La Ragua, en que terminé desfallecido. O mi primera Media Maratón, en Motril. O la Maratón de Sevilla, claro. Y leo a Murakami cuando dice: «Participar en la carrera y acabarla es para mí lo esencial. Alcanzar la meta, no caminar y disfrutar de la carrera: éstos son, en ese orden, mis tres objetivos fundamentales.»

Y los míos. Que tantas veces, cuando hablo de las carreras, la gente me pregunta eso de «¿y en qué puesto quedaste?» En fin.

Murakami. Un autor que, para mí, fue una revelación, como ya comenté en ESTA entrada. Murakami, un tipo que escribe perlas como ésta: «Para mí, escribir una novela es enfrentarse a escarpadas montañas y escalar paredes de roca para, tras una larga y encarnizada lucha, alcanzar la cima. Superarse a uno mismo o perder: no hay más opciones. Siempre que escribo una novela larga tengo grabada esa imagen en mi mente.»

Y que me recuerda que, desde que corro, he publicado libros, colaboro con IDEAL, he ganado concursos de cuentos y mi vida profesional no ha hecho sino ir hacia arriba. Y, por eso precisamente, es hora de volver a las carreras. Es hora de perder peso. Es hora de volver a pensar en grandes desafíos. Es hora de volver.

Gracias, Haruki.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.