Más Acantilado rojo

Volvamos a “Acantilado rojo”, de la que ya comentamos hace un par de días. Pero cuatro horas de peli china en VOS tienen que dar para más de una entrada, ¿no os parece?

A continuación, más frases y mensajes, lecturas y enseñanzas extraídas de la juro-que-es-verdad recomendabilísima película de John Woo.

Consejo de amigo: vedla entera o no la veáis. ¡No a las mutilaciones!

«Unimos fuerzas bajo presión y obtuvimos mas éxito del que esperábamos» (Ojalá termine siendo así en ciertos ámbitos de nuestra vida…)

Mejor tejer alianzas y no imponer vasallajes.

Mejor tener aliados que no súbditos.

Mejor convencer que imponer.

Convencer para vencer

Solo un líder recto puede dirigir

Para ser un buen líder es necesaria la capacidad de descubrir los talentos de la gente, potenciarlos, explotarlos y premiarlos.

Ojito con alimentar demasiado a las palomas, o no podrán volar.

Y ojito con echar una tortuga de tierra al agua: se ahogará.

Cada formación tiene su debilidad. Es misión de los líderes el descubrirla para aprovechar las debilidades del adversario

Dudosa: en época de caos no podemos regirnos solo por la justicia

Por supuesto: jamar tomar decisiones en caliente, invadidos por la ira. Siempre serán precipitadas y terminarán volviéndose en contra.

Imprescindible: observar los elementos y las circunstancias externas para intentar ponerlos de nuestro lado.

Máxima: “saber un poco de todo le da mas color a la vida”.

Al final de la película, dice el derrotado: “nunca pensé que me vencería una ráfaga de viento”. Y es que quién conoce el tiempo, gana. Quién anticipa lo que está por venir, quién sabe el terreno en el que se mueve, quién conoce el valor de la experiencia… Y todo ello, quién suele conocerlo es la gente de la tierra, con experiencia, buen ojo, capacidad de observación, análisis y síntesis.

¿Os animáis a asomaros a “Acantilado rojo”?

Jesús abisal Lens

Y sí, tal día como hoy, también bloqueamos en 2008, 2009 y 2010.

Acantilado rojo

Hay autorregalos que parecen sencillos de hacerse, pero que no lo son. Por ejemplo, llevaba tiempo queriendo darme el gusto de ver “Acantilado rojo”, de John Woo, pero no encontraba el momento.

– ¿Por qué, con la mano de ver pelis que te están dando últimamente? En tu casa, eso sí, que los cines no los pisas ni invitado…

Pues porque ver “Acantilado rojo”, de un tirón no es fácil. Me refiero, claro, a la versión y metraje originales que se estrenaron en China. Porque la película duraba la nada desdeñable cantidad de 260 minutejos. O lo que vendrían a ser cerca de cuatro horas. De reloj.

Hace unos meses, las salas comerciales españolas estrenaron una abominable mutilación de la película, dejándola reducida a dos horas. Y, a estas alturas de vida, ya no aguanta uno según qué gilipolleces, mamonadas o tomaduras de pelo.

Y de ahí, también, que cada vez vaya menos al cine: en casa empiezo a ver las películas y las series, solo, en Versión Original. Así, cuando voy al cine, me resulta cada vez más difícil creerme las voces dobladas de los actores y, por tanto, prefiero ver cine español o sudamericano, que sí está en VO.

Pero no nos desviemos del tema.

Con esta vida acelerada, exigente, desaforada e imposible que llevamos, ¿cómo sacar cuatro horas seguidas para repantingarse en el sofá de casa y sumergirse en las batallas chinas de finales de la Dinastía Han?

Porque ver “Acantilado Rojo” troceada y a cachos tampoco me parecía de recibo.

Y ha sido este sábado, después de una de las semanas más largas, duras y complicadas de estos meses cuando, conjurado conmigo mismo, me he encastillado en casa y, dando un portazo, me he hecho fuerte bajo la consigna: “Yo no salgo. Tú no entras”.

Y me he dado el gustazo de disfrutar de una magnífica tarde de cine y de una espectacular inmersión en esta película de chinos que, como ocurre con todas las buenas películas de la historia del cine, cuenta una historia atemporal sobre guerras, alianzas, amor, muerte, traiciones, compañerismo… no en vano, durante la dinastía Han, sus reyes adoptaron las enseñanzas de los grandes filósofos de la antigüedad, Lao-Tse y Confucio.

Y ello, hasta el punto de que, sin ánimo de ser exhaustivo, se me ocurren unos cuantos mensajes, lecciones y enseñanzas de la película, que voy a desgranar de forma telegráfica, empezando por un diálogo que me parece colosal y que deberían pasar en los programas de Coaching y Liderazgo de las Escuelas de Negocio.

Como decíamos, nos encontramos al final de la Dinastía Han, esto es, hacia el año 220 d.c., cuando las armas de fuego distaban muy mucho de ser conocidas y los guerreros peleaban con espadas, lanzas, arcos y flechas.

Tras haber sufrido una severa derrota en una batalla, un Gobernador del que sabemos es cauto, razonable y bueno con su pueblo espera a que llegue el mandamás del estado vecino, con el que se plantea tejer una alianza para vencer al maligno Cao Cao.

Cuando llega su invitado, encuentra al Gobernador con las manos en la paja. (Perdón por el chiste malo)

Es decir, se lo encuentra cortando, anudando y tejiendo paja.

El visitante, que tampoco sabe si debe aliarse o no con dicho individuo, le pregunta:

– ¿Te dedicas a hacer sandalias de paja, en mitad de esta grave crisis?

Muy relajado y sin perder la sonrisa, el Gobernador le responde, con serenidad, mostrándole una de las sandalias:

– Ha sido un hábito mío todo este tiempo. Hemos caminado mucho usando este calzado.

Ante la sonrisa de complicidad y entendimiento del recién llegado, uno de los hombres del Gobernador puntualiza:

– Cada vez que se desgastan nuestras sandalias, el Hermano Mayor nos teje unas nuevas con sus propias manos.

Entonces, el invitado se acerca a la canasta en que se acumula la paja sin trenzar y rasga una hoja, con suma facilidad. A continuación coge un puñado de hojas, que se muestra sólido y resistente a sus fuertes tirones. Y remata:

– Realmente es fuerte. Me sorprende que paja tan débil pueda volverse tan fuerte cuando la tejéis.

Sin necesidad de decir nada más, la decisión está tomada: la unión hace la fuerza.

Si os parece, mañana le damos una segunda vuelta a la peli y a sus mensajes y enseñanzas.

Jesús acantilado Lens

BASKET: OTROS VALORES DEL DEPORTE

Quiero dedicar hoy este artículo de José Luis Larrea, que podríamos incardinar dentro del Proyecto Florens, a mi amigo Migue Ríos, cuyo alucinante triple desde el centro del campo, en el último segundo, nos sirvió para ganar un partido casi perdido, lo que viene a acreditar que siempre, siempre, siempre hay que intentarlo.

 

Migue… ¡Un crack y un ejemplo a seguir!

Como el que nos muestra este excelente, emocionante y prometedor cortometraje: Básket Bronx, de Martín Rosete, un chaval que dará mucho que hablar y que nuestro Gran Peter Man nos localizó a través de Internet.. 

 

El mundo del deporte se ha utilizado muchas veces como elemento evocador para hablar de los problemas de las empresas y las organizaciones. Los juegos deportivos han servido para reflexionar sobre los equipos, el liderazgo, los valores, incluso las relaciones familiares. El potencial que tiene el deporte, a la hora de reflejar estos conceptos, es que lleva al límite situaciones y circunstancias que en la vida empresarial transcurren a un ritmo muy diferente.

Sin embargo, el poder evocador del juego, y en especial del baloncesto como sistema de innovación, nos permite proyectar otras cuestiones de gran relevancia. Su gran virtualidad radica en ser un sistema de innovación tremendamente tensionado en el espacio y en el tiempo, lo que supone contar con un laboratorio en el que observar, a modo de microcosmos, qué es lo que pasa con un sistema de innovación puesto al límite, ahí en donde la excusa del espacio y del tiempo no existe. Un espacio y un tiempo que pone a los componentes del sistema de innovación frente a sus propias responsabilidades y retos, sin excusas. La innovación tiene en el baloncesto un buen código para intentar descifrarla. De los aspectos que se ponen de manifiesto, me gustaría destacar tres: el papel de los prejuicios, el papel del tiempo y el papel del azar.

El principal reto para empezar a innovar tiene que ver con superar los prejuicios. Enfrentarnos a las rutinas derivadas de nuestros prejuicios, que amenazan con configurar contextos llenos de verdades inmutables, es fundamental para innovar. Pero el reto no acaba en nosotros mismos, nos lleva también a convertir la amenaza de los prejuicios en oportunidad, pues «los prejuicios de los demás son nuestra mejor oportunidad para innovar».

Esto nos enseña también el juego del baloncesto. Dos equipos frente a frente, con sus sistemas, sus capacidades y sus emociones, y la necesidad imperiosa de sorprender para innovar. La clave para sorprender está en analizar el comportamiento del equipo contrario, ponernos en su lugar para evaluar su actitud hacia nosotros, sus prejuicios. Prejuicios que nos respetan o que nos infravaloran, prejuicios que debemos volver en su contra. Cuando piensen que no corremos, volaremos; cuando crean que correremos, pararemos; cuando nos esperen en el sistema A, usaremos el B, y así jugada tras jugada, sorprendiendo.

Otra lección importante que podemos aprender del juego del baloncesto es la importancia del tiempo. El dominio del tiempo es uno de los desafíos de la innovación y es el principal desafío del juego. El equipo juega con ese sexto jugador que es el cronómetro. Si no lo tienes en cuenta, fallará, por eso hay que integrarlo como un jugador más. Tiempo para pasar de campo, para hacer una jugada, para poner el balón en juego, para estar en la zona… tiempo muerto… Para descifrar el enigma de la innovación, el baloncesto nos dice que incorporemos al tiempo a la mesa de nuestras discusiones, que le demos un papel capital en la ejecución de nuestros procesos, que lo escuchemos y lo comprendamos.

Por último, otra lección importante del juego es que en un sistema de innovación el azar, la suerte, es la nueva frontera por descubrir. Es una ley que todavía no comprendemos, pero está ahí. El juego parece que nos llevaría a elevar el azar a la categoría de jugador imprevisible. Sin embargo, el juego nos dice que el azar es la excusa que explica lo que no hemos sido capaces de anticipar. En la última jugada del partido, en el último segundo, el balón vuela hacia el aro y no entra. Hemos perdido el partido y el campeonato. ¡Qué mala suerte!

En realidad no es mala suerte, simplemente no hemos hecho bien nuestro trabajo. En la medida en que un sistema de innovación avanza, cruza nuevas fronteras y cosas que hasta entonces parecían casualidad desvelan sus leyes. El territorio conquistado acorrala las casualidades y las convierte en retos comprensibles y superables. Siempre habrá nuevas fronteras, nuevas leyes por descubrir, nuevos territorios a ganar al azar. El desafío consiste en que mi territorio descubierto, mi espacio de innovación sea más amplio que el de mi competidor. En ese momento, el contacto se produce en un territorio en el que, lo que para mí es conocimiento, para el competidor es azar. ¿Tenemos dudas de quién encestará la canasta?

Estas tres claves, prejuicios, tiempo y azar, son algunas de las lecciones que se desprenden del juego, pero no son las únicas. El balón está en el aire, el partido ha comenzado. Disfrute del juego, es el juego de la innovación.