Con la tercera entrega de su Trilogía de la Crisis, el griego Petros Márkaris, en vez de describir –con una cierta tendencia a la exageración –los efectos de la devastadora crisis que asola a los países mediterráneos, directamente fabula sobre ella y nos sitúa en un escenario que, de momento, no parece que se vaya a dar.
Porque, a falta de tres meses para el final de este 2014, ni Grecia ni España han dejado el euro para volver al dracma y a la peseta, respectivamente. Pudo haber pasado. Pero no.
En cualquier caso, el contexto en que se desarrolla la última entrega de esta trilogía, protagonizada por el comisario Kostas Jaritos, es parecido al de Con el agua al cuello y Liquidación final, ya leídas, reseñadas y comentadas con anterioridad: una sociedad devastada en la que el paro y los recortes salariales y sociales obligan a la gente a volver a una especie de economía de guerra, lo que permite aflorar lo mejor… y lo peor del ser humano. Porque las ollas comunitarias y la solidaridad familiar tienen que convivir con los movimientos xenófobos de Amanecer Dorado y otros grupos de extrema derecha.
Entonces aparece el cadáver de un rico contratista de obras que hizo fortuna con los Juegos Olímpicos, Demertzís, cuyo hijo acaba de ser detenido por tráfico de drogas. Un hijo con el que no se hablaba ni se relacionaba de ninguna forma. ¿Por qué? Ya habrá tiempo de saberlo.
Junto al cadáver, un teléfono. Operativo. Que emite una consigna: Pan, educación y libertad.
Un libro que comienza con la siguiente advertencia, no puede ser un libro vulgar: “Se desaconseja cualquier imitación de los hechos narrados en esta novela”.
¿A que parece fuerte? Suena, lo menos, a sadomasoquismo extremo. O a gore procedente de Texas y ejecutado con una sierra mecánica.
Pero no. Lo peor es que no.
Porque seguimos con la cita de un alto cargo de diversos gobiernos griegos y Primer Ministro en 1955: “Grecia es un enorme manicomio”.
Estamos hablando, efectivamente, de “Liquidación final”, la segunda entrega de la Trilogía de la Crisis, escrita por el autor griego Petros Márkaris y recién publicada en España por Tusquets.
Si os acordáis, no hace mucho publicábamos la reseña de “Con el agua al cuello”. Me había gustado, pero daba la sensación de haber sido escrita con una cierta prisa, urgencia y hasta precipitación. La trama negra era demasiado endeble y se notaba en exceso que no era sino una excusa para hablar de lo que de verdad interesa a Márkaris: el salvaje desmantelamiento del estado del bienestar que estamos viendo y sufriendo a nuestro alrededor, por culpa de la crisis, y sobre lo que hablaba en este arículo sobre la Predistribución, hace unos días.
Márkaris escribía para hablar de la crisis, de sus consecuencias… y para tomarse una especie de venganza literaria, al convertir en víctimas de un justiciero asesino a algunos de los banqueros más desvergonzados del país.
En “Liquidación final”, y de ahí la advertencia con que se abre la novela, los muertos que comienzan a aparecer en la historia y a cuyo asesino debe encontrar nuestro querido, entrañable y encantador comisario Kostas Jaritos, son notorios defraudadores de hacienda.
Muertos, asesinados con cicuta y cuyos cadáveres aparecen en antiguos recintos arqueológicos de una Atenas imposible e intransitable, en la que las protestas callejeras, las manifestaciones y las algaradas se suceden mañana, tarde y noche, sin solución de continuidad.
Lo que pasa es que, apenas se hace público que hay un liquidador final que está obligando a las grandes fortunas de Grecia a ponerse al día con el fisco, so pena de morir asesinadas, la gente lo convierte en un héroe popular, un Robin Hood aclamado y venerado por buena parte de la ciudadanía, esa a la que se acusa de haber vivido por encima de sus posibilidades y a la que ya lo le quedan agujeros en el cinturón para apretarse.
¡Pobre Jaritos, cuya propia hija, cansada de trabajar gratis, empieza a plantearse la posibilidad de emigrar y de irse a trabajar… a África! Así están las cosas. En Grecia. Y así llevan camino de estar en toda Europa, si continúa el Austericidio homicida impuesto por el Reich alemán.
No creo que se enfaden conmigo los amigos de Tusquets y los amigos libreros por aconsejarte hacer un ejercicio muy sencillo: píllate un ejemplar de “Liquidación final” y, con discreción, lee el capítulo 1, muy corto, el que va de las páginas 11 a 15.
No podrás evitar que se te haga un nudo en las tripas. Porque sabes que lo que cuenta Márkaris, por desgracia, podría ser verdad y que casos parecidos ya se están sufriendo en nuestro entorno.
Evidentemente, seguir leyendo la novela es esencial, pero ya tendrás que comprar el libro. O sacarlo de una biblioteca. O pedirlo prestado. ¿Estamos? Nada de robarlo o piratearlo. Que los malos son los otros.